El mundo se tambalea. Contra casi todos los pronósticos, Donald Trump, un magnate inmobiliario de 70 años, sin experiencia política alguna, el más controvertido de los candidatos que jamás había nominado el Partido Republicano, dirigirá los destinos de la primera potencia mundial durante los próximos cuatro años. Los ciudadanos estadounidenses le han elegido como su 45.º presidente.
Los primeros en reaccionar fueron las bolsas de Londres, Tokio y México: se desplomaron. Con un escrutinio de infarto que probablemente requiera algún recuento, el candidato republicano fue superando a Hillary Clinton en cada uno de los estados clave que los sondeos habían señalado a la candidata demócrata como favorita. (…)
La victoria de Trump abre una etapa de incertidumbre de consecuencias todavía imprevisibles teniendo en cuenta que el candidato republicano ha defendido durante la campaña un giro de 180 grados tanto en la política doméstica como en la política exterior. El nacionalismo político, el proteccionismo económico y el aislacionismo militar que preconiza el presidente electo marcarán una inflexión en Estados Unidos y en el mundo.(…)
Más allá del resultado, las elecciones más insólitas de la historia de Estados Unidos han puesto de manifiesto la profunda crisis que sufre el sistema político bipartito que ha regido los destinos de la primera potencia mundial prácticamente desde su fundación. Republicanos y demócratas se han revelado incapaces de aglutinar todas las sensibilidades de su espectro político-ideológico. El país está dividido y ambos partidos ensimismados en batallas internas que enfrentan posiciones irreconciliables.
Los negros que votaron a Obama no han querido entregar el mismo cheque en blanco a Clinton; los jóvenes blancos o negros que auparon a Sanders se han desentendido de la candidata más representativa del establishment. Buena parte de los hispanos conservadores que en Florida votaban republicano han optado esta vez por la candidata demócrata por la cuenta que les trae. Los blancos de la clase obrera que estaban afiliados a los sindicatos, principal lobby del Partido Demócrata, se han pasado con armas y bagajes a las filas del candidato republicano más beligerante. Y, al revés, los financieros de Wall Street y los militares que siempre habían apostado por el Grand Old Party (GOP) han huido despavoridos cuando han escuchado las ocurrencias de Donald Trump para refugiarse bajo las faldas de su amiga Hillary Clinton.