Trump le declara la guerra al medio ambiente

Donald Trump dinamita las iniciativas medioambientales de Obama. La nueva administración norteamericana rompe los tibios compromisos adquiridos por EEUU en la Cumbre del Clima de París en 2015.

A las órdenes de Trump, la EPA norteamericana va a derogar los ejes de la política de Obama en materia de medio ambiente. Trump elimina de un plumazo las restricciones a las emisiones de gases de efecto invernadero o la promoción de energías limpias, y autoriza la construcción de oleoductos ignorando el impacto ambiental de los mismos. Todo parece indicar que la nueva administración norteamericana va a romper con los tibios compromisos adquiridos por EEUU en la Cumbre del Clima de París en 2015.

Donald Trump ha decidido negar la tonelada de pruebas que hacen del cambio climático una verdad incontestable para la inmensa mayoría de la comnidad científica mundial, incluída la de su propio país, eligiendo a un reconocido negacionista del calentamiento global -Scott Pruitt- como nuevo director de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente (EPA). Comenzado la demolición apresurada e implacable de todas las medidas de la anterior administración que daban pasos -tibios pero hacia adelante- en la lucha contra el cambio climático y en la trasformación del modelo energético. EEUU emite el 15% de los gases de efecto invernadero mundiales.

La llamada Orden Ejecutiva de Independencia Energética suspende más de media docena de medidas promulgadas por Obama y refuerza el uso de los combustibles fósiles. Queda enterrado el Plan de Energía Limpia impulsado por Obama en 2014, que obligaba a los estados a limitar las emisiones de CO2 en las centrales térmicas de carbón. Además, se elimina la moratoria que impedía utilizar tierra federal para la extracción de carbón y elimina el requisito de que las agencias federales consideren el impacto del cambio climático cuando analicen los proyectos ambientales. También se impulsan nuevas y menos restrictivas regulaciones sobre las emisiones de metano -un gas de efecto invernadero muchísimo más potente que el CO2- procedentes de la producción de crudo y gas, y derriba las moratorias a la práctica del fracking.

Con una escenografía bien escogida, Trump firmó la orden desde la sede de la EPA rodeado de un grupo de mineros del carbón. El republicano ya prometió durante su campaña derogar las regulaciones ambientales que «dañan la economía» y que “hacen que los mineros pierdan sus empleos y vean perjudicada su calidad de vida”. Las empresas de carbón empleban en 2015 a unos 66.000 mineros, el número más bajo desde 1978, y Trump -como a otros sectores de trabajadores deprimidos- ha decidido ganárselos para su base de masas.

Todos esperan que Trump anuncie la ruptura con los acuerdos de la Cumbre del Clima de París (COP21) que comprometían a EEUU para 2030 a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 30% con respecto a los niveles de 2005.

Las medidas de Trump han puesto el grito en el cielo no sólo de las organizaciones ecologistas de EEUU y del mundo entero, sino de una buena parte de la comunidad científica internacional. Los expertos medioabientales de EEUU llevan dos meses denunciando lo que consideran “censura” gubernamental respecto a cualquier informe oficial que hable del cambio climático. Se ha retirado la financiación federal para los programas de investigación relacionados con el calentamiento global.

La política “medioambiental” de Trump han sido aplaudida por las grandes empresas más ligadas a las energías fósiles, pero ha recibido la contestación de los sectores monopolistas más ligados a los energías renovables, la alta tecnología o el comercio. En noviembre, más de 360 grandes empresas e inversores estadounidenses difundieron una carta abierta en la que exigían al nuevo presidente que mantuviera la lucha contra el cambio climático. Entre los firmantes habían gigantes monopolistas como Hewlett Packard, Kellogg, Levi Strauss, L’Oréal, Nike, eBay o Starbucks. La política de Trump supone -además de un frenazo para que EEUU lleve la delantera tecnológica en el desarrollo de las renovables o de la “economía verde”- un factor de degradación de la imagen de EEUU en el mundo, y por tanto de sus marcas más conocidas y ligadas al comercio mundial.

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