Análisis

Trump, cambio de rumbo en la superpotencia

Las valoraciones difundidas por los grandes medios sobre el triunfo de Trump nos dicen que es un «outsider» que se ha abierto paso contra las élites de Washington, que va a impulsar un «repliegue aislacionista» de la polí­tica norteamericana, y que representa a una base de votantes desencantados. La realidad es exactamente la contraria. El nuevo presidente representa la opción triunfadora en el seno de la clase dominante norteamericana sobre como gestionar la hegemoní­a mundial.

No es ni siquiera pensable que un “intruso” ajeno al poder alcance la presidencia de la superpotencia. Sabemos que cuando un presidente en EEUU era un problema para la burguesía norteamericana ha sido obligado a cambiar (Clinton a través del escándalo Lewisky), expulsado de la Casa Blanca (Nixon con el watergate) o directamente asesinado (Kennedy).

Trump ha contado con el apoyo de importantes aparatos del Estado. La intervención del FBI en la última semana de campaña volviendo a poner sobre la mesa el escándalo de los correos de Clinton, que se suponía ya cerrado, ha dado alas al candidato republicano.

Wall Street respondió al triunfo de Trump con fuertes subidas que le llevaron a batir récords. Y el equipo del nuevo presidente es una radiografía de los nódulos de la clase dominante norteamericana.

El cerebro de la nueva política económica, y que se postula como futuro Secretario del Tesoro proviene de la estructura directiva de Goldman Sachs. El diseñador de la política fiscal está vinculado a JP Morgan. Uno de sus principales asesores económicos es el ex presidente de General Electric. Y el principal candidato a secretario de Comercio es el ex consejero delegado de la mayor siderúrgica estadounidense.

En el “equipo de transición” de Trump -que diseñará la nueva administración- hay representantes directos de los lobbies que apoyaron su campaña, vinculados al sector de telecomunicaciones, petrolero o agroalimentario.

A pesar de las contradicciones, el conjunto de la burguesía norteamericana va a cerrar filas en torno a Trump. Que contará con un poder mucho más amplio que Obama, con una mayoría republicana en el Congreso y el Senado, y la posibilidad de sustituir puestos clave como la presidencia de la Reserva Federal o el Tribunal Supremo.

La política económica que anuncia Trump responde, en puro, a los intereses de los grandes bancos y monopolios nortemericanos:

-Una rebaja del impuesto de sociedades del 35% al 15% para las grandes empresas.

-Acabar con las regulaciones en sectores cualitativos: en banca fulminando las restricciones impuestas tras el estallido de la crisis; derogando las leyes medioambientales que limitaban a las petroleras; en biotecnología y farmacia pulverizando restricciones de seguridad…

-Una amnistía fiscal que permitirá repatriar capitales ocultos en los paraísos fiscales.

-Un plan de infraestructuras valorado en un billón de dólares, unido a un incremento del gasto militar. Una especie de “neokeynesianismo militar” que responde a las exigencias planteadas por el Pentágono, y que beneficiaria a los sectores más vinculados al complejo militar industrial.

-La anunciada expulsión de entre uno y tres millones de inmigrantes se corresponde a los intereses de la gran burguesía norteamericana por incrementar la explotación sobre la clase obrera inmigrante. Ya ejecutada bajo la presidencia de Obama, en la que se ha expulsado a más de 2 millones de inmigrantes.

No es tampoco cierto que la base de votantes de Trump esté compuesta por la población blanca más excluida, inculta y xenófoba. La mitad de los licenciados norteamericanos, un 40% de las mujeres, o incluso un 30% de los latinos, han votado por Trump. Son sectores tradicionalmente “satisfechos” e instalados, a los que el avance del imperio ha triturado y condenado a condiciones de vida que no están dispuestos a aceptar. Un descontento al que Cinton, representante puro de las élites, no podía dar respuesta, y que Trump ha sabido capitalizar hábilmente para encuadrarlos en una alternativa que responde a los intereses de la gran burguesía norteamericana.

Trump representa una alternativa para conservar y fortalecer la hegemonía norteamericana.

Sitúa como objetivo principal la contención de la emergencia china. Pero defiende una opción más “realista” que Clinton. Proponiendo formar un “frente global antichino” en el que pueda incluirse a Rusia y otros países, reconociendo sus intereses y ofreciéndoles concesiones.

Propone un fortalecimiento de la hegemonia militar norteamericana, ampliando la distancia insalvable respecto al resto del mundo, especialmente en alta tecnología militar. A través de un aumento del gasto militar, derogando los recortes aprobados para contener el déficit. Impulsando una“modernizacion” del armamento, que incluye un nuevo sistema antimisiles.

Trump recupera la fórmula de Reagan “paz impuesta por la fuerza”, donde la amenaza de la superioridad militar norteamericana impone que nadie se atreva a desafiarla, y proporciona a EEUU una primacía en todos los acuerdos internacionales.

Trump quiere fortalecer la economía nacional norteamericana, para revertir su pérdida de peso en la economía global. A través de medidas proteccionistas que revitalicen la industria local. Y ofreciendo a bancos y monopolios mejores condiciones (rebaja de impuestos, amnistia fiscal para repatriar fondos, apoyo del Estado con legislación favorable y obras públicas de las que beneficiarse….) para que reinviertan en EEUU parte de los beneficios obtenidos de la explotación mundial.

Intentando contener la expansión no solo de China sino también de otros países emergentes, que está erosionando el dominio norteamericano. Este es el sentido de su defensa del proteccionismo y la oposición a la ampliación de los grandes tratados comerciales.

La “línea Trump” defiende dar un nuevo salto en el saqueo económico y el encuadramiento político-militar sobre los países dominados por EEUU.

Exigiendo una mayor “cuota de tributos” a los “Estados vasallos”, para mantener, a través de un aumento de los gastos militares que se sufragaría vía recortes, la maquinaria militar norteamericana. Por eso Trump amenaza con no proteger a los miembros de la OTAN que “no estén al tanto de sus obligaciones de pago”

EEUU solo intervendría militarmente allí donde estén en juego intereses claves, y cargará sobre “los aliados” la responsabilidad de garantizar el orden en determinadas regiones.

La victoria de Trump supone un giro en el rumbo de la hegemonía norteamericana, frente a los ocho años de la presidencia de Obama. Vamos a asistir a un momento de recomposición global, donde aumentarán los factores de incertidumbre, pueden agudizarse determinados conflictos, y no son descartables movimientos inesperados.

Es previsible que una de las áreas más damnificadas por la nueva política en la Casa Blanca sea Europa.

Aumentando las exigencias norteamericanas en el terreno económico, político y militar, e imponiendo un mayor encuadramiento bajo mando norteamericano. Lo que presumiblemente aumentará la progresiva marginalidad de Europa en el tablero mundial, y agudizará la crisis económica, política y social en el seno de la UE.

Trump fue un firme defensor del Brexit, y ya se ha renunido con el líder del antieuropeista partido británico UKIP. Fortaleciendo una vinculación directa con Reino Unido, y hurgando en las heridas de la UE para debilitarla y amarrarla de forma más firme al carro norteamericano.

En España van a repercutir con especial intensidad, dado el grado de dependencia hacia Washington y Berlín, las convulsiones que puedan generarse en este nuevo escenario internacional creado tras la victoria de Trump.

El mayor encuadramiento bélico exigido por Washington va a afectar a España, uno de los peones militares cada vez más importantes en la estrategia global norteamericana.

La imposición de una mayor cuota de tributos a los países dependientes por parte de EEUU, se trasladará con especial intensidad (como ya ocurrió en 2010 bajo la presidencia de Obama) sobre España.

Y las contradicciones entre EEUU y la UE, o una agudización de la crisis en Europa, pueden provocar una nueva ofensiva de Alemania para descargar la factura sobre los países del Sur, desde Grecia a Portugal o España.

Los peligros de Trump no provienen de su carácter reaccionario, sino de representar una alternativa para fortalecer la hegemonía norteamericana, cada vez más antagónica con los intereses de la humanidad.

Lo que nos interesa no es apostar por un presidente norteamericano “más benévolo”, sino ganar autonomía, avanzando en cuestionar la dependencia económica, política y militar que nos ata a Washington, y nos obliga a sufrir las peores consecuencias.

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