La CIA hace pública su conclusión de que el prícipe heredero saudí ordenó la muerte de Khashoggi

Trump al rey saudí: “sin EEUU no duraríais ni dos semanas”

La inteligencia norteamericana ha hecho pública su conclusión de que el príncipe heredero de Arabia Saudí es el principal responsable de la muerte de Jamal Khashoggi. Distintos medios mundiales han revelado que la CIA estaba al tanto de los planes para eliminar al periodista. Sin embargo, Donald Trump se ha mostrado firme en mantener sus relaciones y negocios con Arabia Saudí, a quien sigue considerando su mayor aliado en Oriente Medio. Sin embargo, la familia real saudí tiene ahora una espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza.

Han salido una catarata de informaciones que evidencian que, aunque el secuestro, tortura y asesinato de Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul fueron enteramente ordenados y planificados por el príncipe heredero Mohammed Bin Salmán (MBS) -auténtico hombre fuerte del país ante el declinante mandato de su padre, el Rey Salmán, de 82 años y enfermo de alzheimer- la CIA estaba completamente al tanto de los planes de este crimen. Y que dejó que el crimen se perpetrara, por su conveniencia para los intereses hegemonistas sobre Arabia Saudí.

El diario turco Hürriyet afirma que la CIA dispone de una grabación que implica directamente al príncipe heredero saudí en el macabro asesinato. La cinta recoge una conversación entre Mohamed bin Salman y su hermano menor Khalid, embajador saudí en Washington, en la que MBS da instrucciones de “silenciar a Khashoggi cuanto antes”. Fue la misma directora de la CIA Gina Haspel, la que reveló la existencia de esta grabación a las autoridades turcas durante su visita a Ankara, asegura Hürriyet.

Según el diario norteamericano Washington Post -para el que era columnista el propio Khashoggi- la CIA tiene constancia de una llamada del embajador saudí en Washington al periodista, asegurándole que podía ir sin riesgo al consulado de su país en Estambul para recibir los documentos necesarios para su boda. Khalid bin Salman siempre ha negado este extremo, aseverando que no había hablado con Khashoggi durante casi un año.

Pero ha sido la misma CIA la que ha hecho pública su conclusión de que el príncipe heredero era el principal responsable de la muerte de Khashoggi. La Casa Blanca ha quitado importancia a las conclusiones de la Agencia, recalcando que su apoyo a Riad es estructural y no va a cambiar. Pero la situación de la facción gobernante de la Casa Real saudí -y en particular del príncipe heredero, MBS- se presenta soslayadamente amenazada. Washington se ha levantado la americana para enseñar la culata de la pistola. Para acto seguido decir: «no te preocupes, todo irá bien. Porque somos amigos ¿no?»

El criminal régimen de Arabia Saudí y su sangrienta Casa Real tienen en su haber crímenes mucho más abyectos que el de Khashoggi. Desde la más despiadada violación de los derechos humanos de su población (torturas y ejecuciones públicas) a las 30.000 víctimas de la guerra de Yemen. Son uno de los grandes gendarmes del poder norteamericano en Oriente Medio, merced a su gigantesco poder militar y a su declarada enemistad con Irán. EEUU los necesita, y Trump cerró hace dos años con la Casa de Saud el mayor acuerdo de venta de armamento de la historia comercial estadonidense, un trato por valor de 110.000 millones de dólares.

Pero eso no quiere decir que no existan contradicciones entre Washington y Riad, fricciones y desavenencias entre el poder hegemonista y reyezuelos como MBS, ante los que es necesario de tarde en tarde poner las pistolas -o los dossieres- encima de la mesa. Para que a nadie se le olvide quién manda.

La periodista Nazanín Armanian (Público) recuerda la tensa conversación telefónica que mantuvo Donald Trump con el rey Salman el 3 de octubre, apenas un día antes del asesinato de Khashoggi. El norteamericano exigía a Arabia Saudí que bajara el precio del crudo, rompiendo el consenso de la OPEP, algo a lo que Riad se negaba por ser una gigantesca fuente de divisas. La conversación se agrió y Trump llegó a decir “sin nosotros no duraríais ni dos semanas”, o “Usted podría no estar [en el cargo] en dos semanas”. Tres días después, ante el inicio del escándalo y sintiéndose señalado, el príncipe heredero saudí (MBS) respondió insolente a Trump: “Arabia Saudí existía antes de Estados Unidos”. Finalmente Riad perdió la partida. Los precios bajaron, de los 85 dólares/barril a los 67 dólares.

Pero es mucho más que petróleo lo que estaba en juego. Aunque profundamente enclavada en la órbita norteamericana, Arabia Saudí bajo el dominio absoluto de MBS había adquirido tintes autónomos que la superpotencia no podía ni quería permitir. Washington no estaba nada contento con la visita del rey Salman a Moscú en octubre del 2017, en la que se mencionó la posibilidad de desvincular el petróleo del dólar. Tampoco los acercamientos comerciales de Riad con Pekín, visitas en los que China tanteó a Arabia Saudí para comprar el 5% de Aramco, la petrolera estatal saudita. Conversaciones en las que se acordó realizar las transacciones de crudo entre ambos en yuanes, y no en dólares.

Ahora, tras el crimen de Estambul, el destino del príncipe heredero está en manos de los dossieres de la CIA. Todo atado y bien atado. Quizá busquen tener al sátrapa bajo control, aunque otros sugieren que la inteligencia norteamericana prefiere la reposición en el trono del que fue el verdadero príncipe heredero, Mohammed bin Nayef, en arresto domiciliario desde el 2015 por orden de su primo MBS. El tiempo dirá como acaba interviniendo Washington en el ‘Juego de Tronos’ de Riad.

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