Como una “bombona de oxígeno alemana al independentismo”. Así ha calificado el editorial de uno de los principales diarios españoles la decisión de la Audiencia del land de Schleswig-Holstein, que ha descartado entregar a Puigdemont a la justicia española por el delito de rebelión.
En el momento donde peores dificultades atravesaban, la tabla de salvación para las élites independentistas no ha llegado desde Cataluña, donde el rechazo a la fragmentación crece, sino desde Berlín.
Está por ver la resolución final, y las consecuencias, de este conflicto, pero la intervención exterior sobre un asunto tan sensible, que afecta a la propia unidad e integridad territorial del país, solo puede augurar nuevos peligros.
Un juzgado menor de Alemania ha enmendado la plana al máximo tribunal español, el Supremo. Contraviniendo el espíritu de la euro orden, la audiencia del land de Schleswig-Holstein no se ha limitado a tramitarla. Ha entrado en el fondo del asunto. Declarando inadmisible la extradición de Puigdemont por el delito de rebelión al considerar que, si bien existió violencia, ésta no fue suficiente para “doblegar la voluntad del Estado”.
Con ello, un land alemán, en apenas dos días y sin disponer de todas las pruebas,dinamitaba el corazón del proceso judicial que el Supremo lleva adelante contra los impulsores del 1-O y la DUI.
Atreviéndose a comparar un intento de secesión en España con unas movilizaciones en Alemania contra la ampliación de un aeropuerto.«La decisión de la justicia alemana no solo ampara a las élites independentistas, también suponen un nuevo salto en la degradación política de España»
¿Cómo interpretar estos hechos? ¿Se trata de una resolución judicial que, como la de los tribunales españoles, debemos acatar sin entrar a valorarla?
Un editorial de The New York Times, histórico portavoz de la gran burguesía norteamericana, lo niega, al afirmar que “el arresto de Puigdemont lleva la causa catalana a la arena política, a pesar de que el gobierno español trate el caso como un asunto puramente criminal”.
La decisión de la justicia alemana, que también plantea problemas para extraditar a Puigdemont por el delito de malversación, no es meramente técnica, es un pronunciamiento de Estado.
Ha venido acompañada de las declaraciones de la ministra de Justicia, socialdemócrata, apoyando al tribunal y afirmando que ahora Puigdemont “es un hombre libre en un país libre”, del apoyo al soberanismo catalán del portavoz de la CSU, el partido bávaro asociado a la CDU de Merkel, o de un manifiesto de importantes políticos germanos defendiendo una mediación internacional “entre España y Cataluña”.
Coincide con la posición expresada por The New York Times desde Washington, recomendando a los jueces alemanes que extraditaran a Puigdemont, pero eliminando la acusación de rebelión, en “un gesto que haría mucho para calmar la confrontación”.
Los grandes centros de poder mundiales intervienen en el problema catalán. Y lo hacen en dos sentidos.
Primero escenificando un nuevo episodio de la degradación internacional de España. Todos los grandes medios mundiales coinciden en una imagen: “Bofetón de Alemania a España”. Remarcando que “la justicia alemana enmienda la plana a la española”. España es un país al que se puede desautorizar, y cuya integridad territorial puede estar en cuestión.
Uno de los analistas de las tertulias televisivas daba la pista de la sorprendente actuación de la justicia alemana: “nos siguen considerando un país pequeño. No hubieran actuado de la misma manera si hubiera estado implicado un movimiento independentista corso que amenazara la unidad francesa”.
Segundo, amparando a las élites independentistas, especialmente a sus sectores más aventureros, representados por Puigdemont, cuya figura ha vuelto a relanzarse y que dispondrá en Berlín de un cuartel general para “internacionalizar el procés”.
Aunque no estén ni mucho menos interesados en fragmentar y desestabilizar España, un peón demasiado importante para EEUU y con el que Alemania debe contar dentro de una UE en crisis, si quieren evitar que la debilidad de las élites independentistas cierre o convierta en irrelevantes las amenazas contra la unidad. Maniobran para que esas heridas permanezcan abiertas durante mucho tiempo, y puedan ser utilizadas como un medio de intervención. Degradando a una España vuelta hacia sus “demonios internos”, y condenada a asumir las nuevas exigencias que vengan desde Berlín o Washington.
Los sectores más aventureros del independentismo ya están utilizando los réditos del oxígeno alemán. Forzando al parlament a aprobar la delegación del voto de Puigdemont, e incluso amenazando con persistir en una imposible investidura a distancia del ex president. Con el objetivo de que, aunque se forme gobierno antes del 22 de mayo, evitando así la repetición de elecciones, se haga en un escenario donde la continuidad del conflicto esté garantizada.
Pero no están solos. Desde el Estado ya se empieza a dar una respuesta. El Tribunal Supremo ha emitido un dictamen enfrentándose directamente a los argumentos esgrimidos por la justicia alemana. Planteándose recurrir su decisión al Tribunal Superior de Justicia Europeo para mantener viva la causa por rebelión o sedición.
Y, por muchos apoyos internacionales que reciban, las élites independentistas siguen teniendo su talón de Aquiles en Cataluña.«Por muchos apoyos internacionales que reciban, las élites independentistas siguen teniendo su talón de Aquiles en Cataluña, en una mayoría social que no acepta la fragmentación, y se moviliza en defensa de la unidad»
Las mismas élites independentistas que gritan a favor del “derecho a decidir” han vetado en el ayuntamiento de Barcelona una multiconsulta porque una de sus preguntas defendía una remunicipalización del agua que atenta contra los intereses de un monopolio como Aguas de Barcelona.
Los mismos que, con Mas y Puigdemont, convirtieron Cataluña en la comunidad con mayores recortes ejecutados, siguen defendiendo los mismos intereses.
Hay una mayoría social que no está dispuesta a aceptar la fragmentación, y que en respuesta a la aceleración del procés a partir de septiembre-octubre del pasado año, se ha movilizado en defensa de la unidad. Que tiene un claro signo progresista, y cuya base principal está en el pueblo trabajador.
Defender la unidad, los intereses comunes del conjunto del pueblo trabajador, va a seguir siendo una batalla decisiva para poder conquistar un futuro de progreso, que se corresponda de verdad con los intereses de la mayoría.