“Todos somos lo mismo” le espetó Mariano Rajoy a Pepa Bueno cuando el martes de la pasada semana le entrevistó en la Moncloa. Y así es: todos son lo mismo, porque todos los caminos llevan a Angela Merkel y a sus políticas. Porque votar a Elena Valenciano es, indirecta pero indefectiblemente, votar a Angela. La socialdemocracia alemana está en una gran coalición con los cristiano-demócratas, de tal manera que, siendo el Ejecutivo germano el que impone el ritmo, no se ve que las huestes futuras comandadas por Martin Schulz representen alternativa alguna a las conservadoras de Juncker. Así que votar a Miguel Arias Cañete es lo mismo que a Elena Valenciano porque los dos nos llevan a Merkel, sí o sí.
La canciller alemana ha adelgazado diez kilos después de su accidente de esquí que dio con ella en la nieve y le causó una dolorosa fisura de pelvis. Se han acabado los filetes de medio metro cuadrado en Borchardt por los que Angela tiene debilidad, devorados en ese restaurante berlinés por el que han pasado desde Obama a Cruise, o sea, la política y la farándula. Austeridad la de Angela Dorotea para embutirse en la colección de chaquetas más fascinantes del mundo de la indumentaria política en Europa. Angela –la conocemos tanto que casi podemos tutearla– es tan persistente en su vestimenta como en sus políticas y le gustan los tipos como Rajoy, de perfil bajo, peleones pero disciplinados, sureños pero con flema céltica.
La gran operación de Angela Merkel ha sido doble: hacer otra gran coalición con el SPD para gobernar con algunas concesiones socialdemócratas en Alemania y, de rebote, para seguir hegemonizando el poder en Europa haciendo creer a la izquierda convencional de la Unión que votan algo diferente a lo que ella representa, diagnostica y desea. Totus tuus, Angela.