2 de noviembre: elecciones USA

Todos contra Obama

A menos de un mes de las elecciones de medio mandato en EEUU (en las que se renueva un tercio del Senado y todo el Congreso) ya hay un amplio consenso de los analistas sobre su resultado: van a ser un verdadero descalabro para Obama. A dí­a de hoy las encuestas hablan de un abismo de más de diez puntos a favor de los candidatos republicanos y de una creciente depresión del electorado demócrata.

Dos años desués de su flamante elección, Obama podría encontrarse maniatado por dos cámaras hostiles, dispuestas a bloquear y dinamitar su política. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? ¿Qué consecuencias tendrá para Obama, para EEUU y para el mundo la confirmación de una victoria aplastante de los republicanos? Dos motivos esenciales convergen a la hora de explicar la más que previsible derrota de Obama en las elecciones del próximo 2 de noviembre. Uno, y principal, es el desistimiento de la base electoral de los demócratas, provocada por el desencanto de una parte de su electorado, convencido ya a estas alturas de que las reformas de Obama sólo han servido para resolver los problemas de los bancos y las grandes empresas, y que el presidente se ha olvidado (o ha traicionado) lo sustancial de las promesas de cambio comprometidas durante su elección. Una parte de sus votantes piensa castigar a Obama por haber dedicado los principales recursos del país para salvar a los bancos de Wall Street, por haber realizado una reforma sanitaria que beneficia ante todo a las grandes aseguradoras privadas, por no dar respuesta efectiva a una tasa de paro que oficialmente es del 9,6% (pero que realmente la dobla) o por haberse involucrado en una nueva escalada militar en Afganistán. Para muchos demócratas de izquierda Obama sólo ha cumplido con los poderosos, y para ello se ha olvidado de sus promesas y de sus electores. Y eso se lo piensan hacer pagar no respaldando en las urnas a los candidatos demócratas. El tamaño de esa desafección será el que finalmente decida si el 2 de noviembre es "un toque de atención" a Obama o sencillamente su tumba política. Solapado a este creciente desencanto de la base electoral demócrata se ha ido produciendo, a lo largo de este último año, una verdadera, y cada vez más amplia y profunda, contraofensiva ideológica, política, cultural y religiosa por parte de la derecha republicana, que ha dado pie a una movilización muy importante de sus bases, la reactivación de sus poderosas baterías ideológicas, el crecimiento de su poderío mediático y la puesta en pie de un nuevo movimiento de masas (el Tea Party), expresión del malestar de un sector de las clases medias blancas empobrecidas (o seriamente amenazadas de estarlo), que esgrime la figura de Obama como causa de todos sus males, y como un "satán" que lleva a Estados Unidos a algo aún peor que la destrucción y la ruina: al "socialismo". La fulgurante "resurrección" de los republicanos, sólo dos años después del fin de la catastrófica era Bush, le debe mucho a las divisiones, enfrentamientos y traiciones de la mayoría demócrata, que han acabado aguando y descafeinando las limitadas reformas de Obama y llevándolas a un terreno pantanoso y sin sustancia. Pero también le debe mucho al papel decisivo que ha pasado a desempeñar, en la política norteamericana, el grupo mediático de Murdoch, integrado por el "The Wall Street Journal" (el diario más vendido en EEUU), el tabloide "The New York Post" y la cadena de noticias "Fox News", uno de cuyos principales presentadores actúa de hecho como referente ideológico y político del Tea Party. Aunque ese movimiento ultra no goza de la bendición de la dirección del Partido Republicano (el ideólogo de Bush, Karl Rove, ha llegado a señalar que "ese no es el camino"), su insistente y demagógica campaña tendente a convertir a Obama en un "enemigo" que está "traicionando a Estados Unidos" (una campaña que se apoya en acusaciones delirantes: que si no es norteamericano, que es un musulmán encubierto, que es comunista…) está sirviendo en cierta forma como un estilete con el que, por una parte, desgastar y erosionar a Obama, hiriéndolo en sus flancos más débiles (subidas de impuestos, etc.) y, por otro, despertar a los sectores más conservadores de la sociedad, que se habían quedado paralizados y desmoralizados tras los desastres de Bush y la incontestable victoria popular de Obama. La incapacidad de éste, por otra parte, para definir una política clara y contundente ante la emergencia y el desafío de China, es otro flanco en el que la propaganda republicana "hace sangre": si ayer eran los "comunistas" los que siempre estaban ganando la guerra fría ante la ineptitud de los gobernantes de EEUU, hoy es el gigante chino el que se está "quedando con todo" y amenaza la hegemonía de Estados Unidos en el mundo, ante la pasividad de Obama y la claudicación de los demócratas. La imposibilidad de Obama para presentar, antes del 2 de noviembre, un balance positivo en la lucha contra los aspectos más dañinos de la crisis (sobre todo el desempleo) y la volatilización de sus promesas hace, por tanto, prácticamente inviable que pueda revertir la situación antes de la cita con las urnas. ¿Qué consecuencias esenciales tendrá su derrota, sobre todo si va acompañada de la pérdida del control del Congreso y una notable pérdida de peso en el Senado? Casi con toda seguridad, dos años de inestabilidad política en EEUU y dos años de una previsible parálisis institucional. Si teniendo la mayoría Obama apenas si ha podido legislar, estar en minoría va a ser un verdadero calvario para su presidencia. En este nuevo contexto, la división y la agudización de la lucha en el seno de la clase dominante norteamericana puede alcanzar unos niveles y un grado de antagonismo difíciles de calibrar. La parálisis institucional puede, además, bloquear la acción interna y externa de EEUU, lo que sin duda agravará su declive, acentuará su decadencia y permitirá a sus rivales acortar distancias y sacar tajada. Si Obama queda reducido a la condición de "pato cojo" (nombre que se da en EEUU a los presidentes que, a mitad de mandato, pierden el control de las cámaras y, por tanto, no tienen fuerza para legislar), los dos años que le quedan al frente de la presidencia norteamericana, con el país sometido todavía a los efectos de una crisis cuya hondura aún se desconoce, con enormes desafíos internos y externos, con un Partido Republicano crecido, exigiendo ante cada cosa un cambio de línea, se pueden convertir en un suplicio para él, y pueden acabar dando pie a una crisis política aún mayor en EEUU y a una agravación consecuente de sus problemas en el mundo. Tanto el liderazgo como la hegemonía de EEUU podrían llegar a sufrir un golpe demoledor.

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