Selección de prensa nacional

Tetas arrugadas

Los ciegos, los que no vieron venir nada siguen haciendo pronósticos. No les hagan ni puto caso. No den crédito a los pedantes liberales que nos dan la vara con las equivocaciones de Marx sin admitir que al final el barbas no va a errar en su horóscopo del fin del capitalismo.

No sabemos dónde está la llave del abismo, ero ellos hace mucho que la perdieron. Con esta sentencia concluye hoy Raúl del Pozo su habitual columna diaria en El Mundo. En ella advierte cómo no hay que creer ni una palabra de lo que dicen y pronostican sobre la crisis los mismos que la han provocado. Se les terminó el chiringuito y nadie se atreve “a pronosticar cómo va a terminar esta comedia”. “Los ciegos, los que no vieron venir nada siguen haciendo pronósticos. No les hagan ni puto caso; ellos soplaron la burbuja y no han acertado en nada”. En su editorial de hoy, ABC insiste en la idea de que el deterioro de la situación económica, sumado al desgaste del gobierno dada su incapacidad de hacer frente a ella y la situación límite a la que ha llevado a la caja del Estado, de la que difícilmente se puede seguir tirando, ha creado una situación política en la que ni siquiera una crisis de gobierno, promoviendo el relevo en los departamentos ministeriales más desgastados podría ser ya suficiente para recuperar la confianza social. Lo que hace unos meses parecía una confrontación poco menos que insustancial –las elecciones europeas– empiezan a perfilarse ahora, a menos de tres meses, como una batalla política de primer orden. Con ellas, y dependiendo de sus resultados, puede abrirse una nueva coyuntura política en el que algún tipo de cambio de rumbo o de gobierno aparezca en primer plano. Opinión. El Mundo TETAS ARRUGADAS Raúl del Pozo Cuando he conocido a algunos ricos me preguntaba cómo siendo tan millonarios podían ser tan sopas. Algunos hacen contratos económico-sexuales con sus segundas o terceras esposas, con finiquito incluido, como si fueran empleados de sus empresas, y miran con asombro cuando les digo: qué mal lo estamos pasando los ricos. Luego vi a Soros, Simons, Griffin, Paulson y Falcone sentados como nuevos corsarios en el Congreso americano y se confirmó mi idea de que el dinero y el talento raramente van juntos. Reconocieron el laberinto de sus propias confusiones, fueron los instigadores de los hedge funds, inversiones de elevado riesgo que nos han llevado al abismo del abismo. Uno de esos hedge funds tomó el nombre de Tiresias, fue socio de Botín y tenía la sede en las islas Caimán. Tiresias, el de las tetas arrugadas, lector de signos celestes, entendía el lenguaje de los pájaros, iba con un lazarillo y se quedó ciego cuando sorprendió a Atenea desnuda mientras se bañaba; tuvo su trasunto en El Lazarillo de Tormes, donde hay un ciego maestro en picardías más malo que el diablo que también hacía profecías. «Yo oro ni plata no te lo puedo dar; mas avisos para vivir, muchos te mostraré». Los ciegos de Wall Street eran duros, crueles, sin benevolencia. Al final resultaron pícaros y rufianes; también tontos con miles de millones asesorados por tontos con tiza en el parqué, tontos de cinco idiomas. Se cayó el chiringo y nadie se atreve a pronosticar cómo va a terminar esta comedia; no lo sabe ni Chomsky, que lo sabe todo, es gramático y pelma. Los ciegos, los que no vieron venir nada siguen haciendo pronósticos como las gitanas de los ramitos de romero, ahora en la primavera, en la puerta dorada de la Maestranza de Sevilla. Han llegado a pensar en una guerra para relanzar la industria, dar trabajo a millones de parados y colocar a las mujeres en las fábricas. Nos machacan cada día diciendo que vendrá una inflación salvaje después de la deflación, que habrá devaluaciones masivas, que a España sólo la salvará el turismo chancleta y que las democracias están amenazadas. El director del Fondo Monetario, un Tiresias de limusina, ha pronosticado huelgas, disturbios, 50 millones más de pobres e incluso guerras, como sucedió después del 29. No les hagan ni puto caso; ellos soplaron la burbuja y no han acertado en nada. No crean ni a Solbes, que siempre miente, ni a los premios Nobel de Economía, ni a los banqueros, ni a los gurús que anuncian las sogas del Lazarillo. No den crédito a los pedantes liberales que nos dan la vara con las equivocaciones de Marx sin admitir que al final el barbas no va a errar en su horóscopo del fin del capitalismo. No sabemos dónde está la llave del abismo, pero ellos hace mucho que la perdieron. EL MUNDO. 25-3-2009 Editorial. ABC EL ESTADO AGOTA SU CAJA LOS últimos datos financieros del Estado dados a conocer ayer por el secretario de Estado de Economía confirman que, en efecto, no queda margen para nuevas medidas de gasto público, sin que su adopción conlleve un grave deterioro de las expectativas de recuperación de las cuentas públicas. En los meses de enero y febrero el superávit de la Seguridad Social se ha reducido un 28,6 por ciento sobre el mismo período de 2008; y el del Estado se ha mermado en un 43 por ciento, en el mismo tramo interanual, aunque en 2009 se sitúe en un porcentaje positivo de 0,49 por ciento. Por su parte, la recaudación ha caído un 9,4 por ciento como consecuencia de los menores ingresos por los impuestos de la renta de las personas físicas (IRPF) y del valor añadido (IVA). Incluso el Ministerio aconseja no tomar en firme el dato positivo del superávit de los dos primeros meses, porque no refleja el impacto de los costes por el desempleo que se avecina. Las perspectivas, en cualquier caso, son pesimistas y vuelven a desahuciar las previsiones macroeconómicas del Gobierno, no sólo las que sirvieran de base artificial para los presupuestos generales del Estado de este año -recurridos por el PP-, sino también las que hizo públicas en enero pasado para este año (con un crecimiento negativo del PIB de 1,6 por ciento y una tasa de paro de 15,9 por ciento). Desde entonces, los servicios de estudios de entidades como BBVA o la Fundación de Cajas de Ahorros han pronosticado un empeoramiento de la situación muy por encima de las peores predicciones del Gobierno, como sucede con el paro, que superará este año la tasa del 17 por ciento, o de la recesión, que rondará el 3. Otros datos coyunturales publicados por el Ministerio de Economía refrendan el momento crítico de la economía española -la matriculación de vehículos, las ventas de grandes empresas- y obligan a preguntarse si los compromisos de fondos públicos asumidos por el Gobierno desde 2008 están sirviendo al menos para frenar la tendencia bajista de los principales indicadores. Todo apunta a que el ingente gasto público realizado no está produciendo un beneficio proporcional. Mientras los decrecimientos se confirman y el presidente del Gobierno se abona en exclusiva al gasto público, no hay visos de reformas estructurales de la productividad, el mercado laboral y el sistema tributario, pese a ser cada día más necesarias y estar reclamadas por expertos e instituciones ajenos al debate ideológico o partidista. Esta falta de respuestas audaces del Gobierno, paralela a su voluntarismo casi pueril y a la ausencia de un proyecto de reestructuración a medio y largo plazo de lo que se denomina modelo productivo, ahonda la crisis económica en España. El cuadro de la situación se agrava ante la contemplación de un Ejecutivo sin pulso, fragmentado internamente, sin coordinación en algunas de sus principales áreas -económica o diplomática- y huérfano de liderazgo, porque el presidente del Gobierno parece entregado a los acontecimientos según se vayan produciendo. La evidente debilidad parlamentaria del Gobierno puede ser el remate de una legislatura que ya boquea, pese a no haber agotado siquiera su primer año de vida. El desgaste del Ejecutivo es tan profundo que una crisis en los departamentos ministeriales más amortizados podría ser ya insuficiente para recuperar la confianza de la sociedad. ABC. 25-3-2009 Editorial. El País IMAGINACIÓN Y RIESGO Nadie podrá negar imaginación y capacidad para afrontar el riesgo al plan de rescate financiero que anunció y precisó el secretario del Tesoro, Timothy Geithner. Se trata, como en planes anteriores, de limpiar los balances de los activos y préstamos tóxicos que, en teoría, lastran las operaciones bancarias e impiden el flujo normal del crédito; para ello se destinan hasta un billón de dólares (en torno a 735.000 euros). Pero donde radica la imaginación del plan es en la fórmula del salvamento. Geithner se ha propuesto involucrar a los inversores privados en las tareas de limpieza y para ello ha dispuesto como cebo un sistema de subastas de compraventa de activos y préstamos tóxicos, a las que podrá acudir el capital privado para comprar con financiación avalada por el Estado. Y con un grado de apalancamiento muy elevado. Por cada dólar que aporte un inversor privado como capital, el Estado pondrá otro y avalará una deuda por otros 10 para adquirir préstamos hipotecarios tóxicos; para la compra de activos, la proporción de capital es la misma aunque el apalancamiento permitido es sólo de dos dólares como máximo. El plan de Geithner utiliza el ánimo de lucro como resorte para sanear la banca, con el riesgo habitual de cualquier operación. Si los activos tóxicos adquiridos no se revalorizan, la Administración y los inversores privados sufrirán pérdidas; si lo hacen, resultarán beneficiados ambos, aunque los privados en mayor proporción. Con todo, lo más relevante del plan es el intento de dotar a los activos bancarios malos de un precio procedente de un mecanismo que se parece a un mercado. Una vez que ese precio se acepte, se conocerá con mucha precisión el volumen y el final de la crisis financiera. No obstante, las objeciones al plan de Geithner son también poderosas. Es un plan intervencionista, por cuanto permitirá las ganancias o la ruina de los inversores con el impulso del dinero público, y esta circunstancia dispara los recelos de quienes, con toda la razón, consideran inapropiado socializar las pérdidas y apuntalar los beneficios en un sistema capitalista con dinero público. Las reticencias crecen si se considera que los inversores que acudan a la subasta pueden ponerse de acuerdo con precios a la baja, con el fin de garantizar sus ganancias. Además, el éxito del plan parece fiado con exceso al principio de que los activos traficados tienen un valor superior al que ha reconocido ya el mercado, que es cero o próximo a cero. Está claro que el plan de Geithner tiene riesgos. Si fracasa, agotará casi todo el margen de la Administración de Obama para resucitar la banca; prácticamente sólo quedará el recurso a las nacionalizaciones. Y aunque triunfe, tendrá probablemente un coste político derivado de los recelos ideológicos que suscita. La única vía posible de escape para Obama y Geithner es que, si el plan consigue normalizar el mercado de préstamos, hasta sus críticos más acerbos terminen perdonando el intervencionismo. EL PAÍS. 25-3-2009

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