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¿Tercera recesión? España se salva por ahora, pero los riesgos aumentan

¿Ha entrado la economía española en una nueva fase recesiva? La pregunta –hoy por hoy– tiene una primera respuesta: ‘no’. Ahora bien, con matices.

La caída de los mercados financieros, el desplome de los precios del petróleo, la previsible inestabilidad política en algunos países del euro (Grecia y, tal vez, España), las divergencias en la gran coalición alemana; la baja de rentabilidad de la banca, que impide dar créditos, y, sobre todo, la debilidad de la Eurozona y de las economías emergentes son una señal nítida de que algo está cambiando en el mundo. Y esta vez para mal.

Hasta el punto de que el concepto ‘estancamiento secular’, término rescatado por el FMI en su último informe para alertar sobre los peligros que vienen, se ha incorporado con cierta naturalidad al lenguaje de los economistas.

Como sostiene Ángel Laborda, responsable de coyuntura de Funcas, nada indica que España pueda caer en una tercera recesión. Ninguno de los indicadores adelantados lo refleja. Otra cosa bien distinta es precisar si la economía entrará durante algún tiempo en un ciclo de muy bajo crecimiento (entre el 1% y el 2% para un país con el 24% de desempleo), en coherencia con lo que sucede en la Eurozona, hacia donde se dirige el 49,7% de las exportaciones. O el 63,5% si se tiene en cuenta el conjunto de la Unión Europea. Y lo que dejan entrever algunos indicadores no invita, precisamente, al optimismo.

En particular, por lo que sucede con el petróleo, uno de los mejores instrumentos para detectar la fortaleza de la economía mundial. En este sentido, no hay que olvidar que el informe de octubre de la Agencia Internacional de la Energía lo (AIE) que ha hecho es rebajar en 200.000 barriles diarios de crudo sus previsiones de demanda, en línea con las nuevas estimaciones de crecimiento. Lo singular, como sostiene la AIE, es que, al mismo tiempo que cae la demanda, aumenta la producción hasta el máximo en 13 meses, lo que explica el desplome de los precios.

¿Petróleo a 70 dólares?

El barril de crudo se mueve en el entorno de los 83-84 dólares, y lo que es más relevante, analistas como los de Carax, un bróker con sede en París, estiman que es probable que el precio caiga hasta los 70 dólares. Es decir, bajaría hasta niveles alcanzados en 2009, en plena gran recesión mundial. Por lo tanto, 40 dólares menos que la media alcanzada en 2013. Paradójicamente, dos países en guerra civil, como Libia e Irak, son los que están aumentando de forma significativa la producción. Incluso, un país tradicionalmente importador de petróleo como EEUU ha comenzado a exportar gracias a que ha logrado el autoabastecimiento energético.

La parte positiva para España es que un descenso pronunciado del precio del petróleo favorece la renta disponible de los agentes económicos: familias, empresas y hasta sector público. Y esta cantidad no es pequeña. El año pasado la factura petrolífera alcanzó los 45.029 millones de euros (casi la quinta parte de las importaciones totales españolas), lo que significa que por cada 10% que caiga el barril de crudo el ahorro será de unos 4.500 millones de euros. Y el petróleo ha caído ya cerca del 20% respecto de los niveles de 2013. El sector público es el menos favorecido debido a que una parte de la recaudación tiene que ver con el precio del crudo.

El lado negativo tiene que ver con un hecho incuestionable: detrás del descenso del petróleo puede estar una nueva recesión. O, como mal menor, un estancamiento de la actividad económica. Y eso perjudica las exportaciones, fundamentalmente cuando nada menos que el 25% de las ventas al exterior se dirigen a dos grandes países con problemas, como son Francia y Alemania.

Por el momento, aunque las ventas al exterior se han desacelerado de forma notable, todavía se observa un ligero avance en la media de julio-agosto respecto del segundo trimestre. Pero es obvio que en octubre de 2013 el sector exterior se dio la vuelta. En esta ocasión para mal después de sacar al país de la recesión. Básicamente, por el incremento de las importaciones.

Ahora, sin embargo, puede estar sucediendo lo contrario. También las importaciones se están desacelerando, síntoma inequívoco de un enfriamiento de la actividad. En particular de los bienes de equipo, cuya tasa de variación cayó en agosto un 1,9%. Todavía en el conjunto del año muestran un avance del 10,1%.

Una estrategia conservadora

¿Qué significa esto? Pues que la inversión (sobre todo en bienes de equipo) comienza a resentirse, contagiada por las malas noticias que vienen de fuera. Y ese es, según Laborda, el principal riesgo que tiene la economía española, que ahora que muchas empresas están elaborando sus presupuestos para 2015 opten por la estrategia más conservadora y congelen sus inversiones. Sobre todo cuando la renta disponible de los hogares, pese a la mejora del empleo, no crece.

Los datos que ayer publicó el INE reflejan que durante el segundo trimestre la renta disponible bruta de las familias alcanzó los 184.972 millones, lo que supone un 0,8% inferior a la del segundo trimestre de hace un año. Este decrecimiento, como dice Estadística, fue consecuencia, en primer lugar, del descenso del 0,8% del saldo de todo tipo de rentas.

En concreto, los beneficios empresariales se redujeron un 2%, mientras que las rentas de la propiedad (intereses, dividendos, etc.) fueron un 28,6% inferiores al registrado en el mismo trimestre de 2013. Estos descensos fueron compensados sólo en parte por el crecimiento del 1,8% observado en la remuneración de los asalariados.

Menos renta disponible, lógicamente, significa menor presión de la demanda nacional y, por lo tanto, mayor riesgo de deflación, sobre todo cuando la banca (inmersa en un duro proceso de saneamiento) no está en condiciones de abrir la llave del crédito.

Y ayer se conoció que la tasa anual de IPC cayó en la Eurozona hasta el 0,3% (una décima menos que en agosto). España (-0,3%) es el cuarto país con un IPC más bajo, aunque en este caso lo relevante es que se trata de una inflación importada. Por lo tanto, no generada por la demanda interna. Por eso, el indicador más aproximado a la evolución real de los precios es el deflactor del PIB y este, según Laborda, se va a mover en el entorno del 0% durante algún tiempo. Es decir, que España seguirá coqueteando con la deflación. En particular, si se produce un debilitamiento de la demanda interna (consumo privado, público e inversiones).

El enfriamiento de la economía se manifiesta, de la misma manera, en un dato que recuerda a tiempos pasados, aunque sean recientes. En lo que va de año, las salidas netas de capitales –desinversiones de los no residentes– ascienden ya a 15.100 millones de euros, lo que explica el claro deterioro de la balanza de pagos. Eso hace a la economía española más vulnerable a los vaivenes de los mercados. Máxime cuando España tiene que devolver el billón de euros que debe al exterior.

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