Electromagnetismo

Telefoní­a móvil, salud movediza

Dejando de lado para otro artí­culo los méritos del galardonado y la vinculación directa de DuPont con el negocio de la telefoní­a móvil, estamos ante una problemática social no resuelta. A medida que los nuevos dispositivos de las grandes empresas operadoras de telefoní­a móvil inundan nuestras vidas con prestaciones integradas y novedosas y su publicidad se dirige a un público más y más joven; a medida que los medios emiten las colas casi-kilométricas de clientes dispuestos a ceder dos años de su fidelidad (y de 1000 a 3000 euros) a Movistar con tal de obtener el último iPhone; a medida que las autoridades públicas españolas van extendiendo las redes wi-fi a espacios públicos como signo de modernidad; atrás queda la alarma social creada al principio de la década de 2000 por el número inusual de cánceres infantiles en los colegios Garcí­a Quintana y Federico Garcí­a Lorca de Valladolid y, bajo un manto de silencio oficial, cada vez más cientí­ficos, asociaciones de vecinos y de afectados alzan la voz de alarma.

Recientes estudios de la restigiosa Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) han demostrado que la exposición de varios grupos de ratas a las ondas electromagnéticas de los móviles durante dos horas diarias a lo largo de 18 meses duplicó su tasa de mortalidad respecto a un grupo que no recibió ninguna radiación. Ese periodo de 18 meses equivaldría en el ser humano a un uso diario de dos horas del móvil durante 60 años. La exposición provocó desde el primer momento la activación del sistema inmunológico, tal como si estuviera reaccionando ante una agresión exterior, así como graves daños a la memoria. Un grupo de ratas expuesto durante dos horas cada día a las ondas a lo largo de 15 meses sufrió una pérdida de memoria evidente, mientras que otro grupo expuesto durante apenas dos meses a esas ondas y solo durante cinco días a la semana conservó intacta su facultad de recordar. Luego, en tanto las ratas son mamíferos y comparten en un 90% el mismo material genético que el hombre, lo sensato es aplicar el principio de precaución, desarrollar medidas y dispositivos que prevengan la exposición a potencias de emisión elevadas, y la investigación más exhaustiva. Hay que esperar, dicen reputados investigadores, a las conclusiones de los expertos para revisar los límites de radiofrecuencias permisibles. Pero lo cierto es que hasta el 2015 no se esperan conclusiones oficiales sobre el tema, dado que los móviles se extendieron a finales de los noventa y no habría pasado, dicen, suficiente tiempo para sacar conclusiones sólidas. Mientras el tiempo va pasando y la alerta sobre la nocividad de las ondas de radiofrecuencia son marginadas por medios y autoridades, las operadoras no se detienen y amplían sus campañas publicitarias para captar sectores de la población cada vez más jóvenes, aún a pesar que diversos estudios afirman que la radiación de los teléfonos móviles perjudica “tres veces más a los menores de 16 años que a un adulto”. El llamado Síndrome de las microondas, provocado por los aparatos eléctricos, las redes de alta tensión, los transformadores eléctricos o las antenas de telefonía móvil y los propios teléfonos, también denominada enfermedad de las radiofrecuencias, se caracteriza por provocar fatiga, irritabilidad, insomnio, cefaleas, nerviosismo, mareos y vértigos, pérdida de reflejos y de memoria. También se ha demostrado que la contaminación electromagnética puede romper la cadena del ADN y producir cáncer. No se trata pues de ninguna oposición al desarrollo de estas tecnologías, sino de que esté no esté en manos de los que hoy anteponen sus intereses monopolistas a la salud de la población.¿Temor a lo nuevo o quien paga manda?P-¿Cómo explica que en un mismo edificio aparezcan varios casos de cáncer y dolores de cabeza generalizados tras la instalación de una antena? R-Existen muchas personas que sienten temor de las nuevas tecnologías cuando, por ejemplo, les colocan una antena en su tejado. Eso lleva a un estado de estrés que puede desembocar en una patología o una enfermedad. Yo sólo insisto en que todas las pruebas realizadas durante décadas no han conseguido demostrar una relación directa entre las antenas y las enfermedades. Por ello hablo de estadísticas, de coincidencia y de natural concurrencia en esos casos. P-Entonces, el fallo de base ¿es la falta de información del ciudadano? R-La OMS intenta aclarar el malentendido que se ha producido sobre esta radiación. Los campos electromagnéticos existen desde que hay vida en la Tierra, y la tecnología, que va más rápido que la investigación, sólo ha desarrollado ese espectro. La OMS lleva 20 o 30 años estudiando sobre la posible relación con el cáncer. Y para ello ya se han gastado millones de dólares en investigación. P-Imagino que estas conclusiones son independientes. Porque, ¿quién financia estos trabajos? R-Las operadoras de telefonía pagan una parte importante de la investigación, que la OMS se encarga de coordinar. Bueno, en el caso del tabaco también las tabacaleras han pagado la mayoría de los estudios. P-Creo que no es un buen ejemplo, porque está demostrado que el tabaco produce cáncer. R–Es cierto. Extracto de la entrevista a Michael Repacholi, coordinador de Salud Ocupacional y Medioambiental de la OMS en Ginebra, miembro del comité de expertos en móviles del Reino Unido, publicada el 26 de mayo de 2004 en El Periódico de Aragón. Repacholi fue durante muchos años director de la ICNIRP Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante, dependiente de la OMS, considerado el mayor lobby del sector eléctrico y de las telecomunicaciones.

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