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Tectónica de placas entre Washington y Pekí­n

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La catástrofe sísmica de Nepal desencadenada el pasado sábado, que mantiene aun sin cerrar para muchos días el balance de los miles de muertos y heridos; catástrofe explicada desde la Geología como efecto de la tectónica de placas – de la fricción entre las bases respectivas de las masas continentales, cuando esta fricción o roce alcanza determinadas condiciones críticas – sirve cumplidamente como imagen capaz de ilustrar qué y cómo actúan los procesos geopolíticos entre las grandes potencias cuando éstos entran en dinámicas de concurrencia generadas por sus respectivos intereses y ambiciones.

Corresponde a la cuenca del Pacífico, considerada ya el escenario naval preferente en este principio del Tercer Milenio, la tectónica de placas chino-norteamericana. En ese espacio se detectan ya concurrencia de síndromes de poder naval activado desde Pekín, por una parte, con incrementos anuales promedios del 10 por ciento en sus Presupuestos de Defensa; y por otra, la activación de programas y proyectos de instalación con presencias de variada naturaleza en su perímetro naval, que rozan como no podía ser de otra manera con los intereses nacionales de sus correspondientes vecinos.

De un lado, con Japón, a propósito de las islas Diaoyu/Senkaku, básicamente equidistantes de las respectivas costas de los dos Estados y sin otro aparente interés que el estratégico, pues apenas rebasan – descontadas posibles riquezas en hidrocarburos – la condición de puntos de apoyo en medio del Mar Oriental de China y del espacio marítimo de la nipona Tercera potencia económica. Un protagonista regional cuyos gastos de Defensa han experimentado un cambio también, como el de China; pero, en este caso, el cambio ha sido cualitativo por afectar a fines y propósitos más amplios que los vigentes hasta la llegada al poder actual Gobierno. Liberados de la afectación punitiva y restrictiva que tuvieron hasta ahora como consecuencia de la derrota militar en la Segunda Guerra Mundial.

A efectos formales y prácticos, el caso de las islas disputadas por Pekín frente a Tokio, es un supuesto integrado por alianza de la presión norteamericana en aquella parte del Pacífico. Aunque también lo es el caso del Mar de la China Meridional, en el que resultan concernidos los componentes de la ASEAN (Asociación de Naciones de Naciones del Sudeste Asiático), integrada por Brunei, Malasia, Filipinas y Vietnam. Un cuarteto en el que Filipinas reclama a sus consocios regionales que le acompañen diplomáticamente en su explícito rechazo de la “militarización” por Pekín del Mar de la China Meridional.

A esta reclamación del Gobierno de Manila se responde desde el Gobierno de Pekín – a través de la Agencia Xinhua – diciendo que “las declaraciones que afirman que China está abusando de su posición sobre Filipinas y Vietnam suenan como cínicas e ignorantes de la realidad”.

Estos escarceos sobre el perímetro naval chino tienen un claro sobreentendido: la previsión norteamericana de trasladar al Océano Pacífico, para 2020, el 60 por ciento de su Flota. De ahí que le inquiete el que China intensifique su poderío marítimo en la zona que comprende el ASEAN. Conforme un informe de la Marina norteamericana, el Gobierno de Pekín ha aumentado en un 25 por ciento el número de sus guardacostas en la zona. Lo que sumado a la nueva dotación en portaviones de sus efectivos navales resulta del referido incremento en sus presupuestos de defensa.

Las condiciones para la tectónica de placas en el Pacífico se encuentran definidas y establecidas. ¿A qué plazos habrá que esperar la sísmica y los volcanes político-militares en el Círculo de Fuego del Pacífico?

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