El dinero del Plan E

Tanto vestido blanco, tanta farola…

«Tanto vestido blanco, tanta farola, y el puchero a la lumbre con agua sola». Algo similar a la canción infantil ocurre con gran parte del presupuesto (8.000 millones de euros) del Fondo de Inversión Local que el gobierno aprobó y que ha empezado ya a repartirse entre más de 1.000 ayuntamientos cuyos proyectos han sido aprobados.

Rehabilitación de cementerios, adatación de pasos de peatones, colocación de pavimento fonoabsorbente en grandes vías urbanas, conexión de paneles informativos en las paradas del bus, ejecución de vestuarios en campos de fútbol, acondicionamientos paisajísticos,… La variedad y diversidad de proyectos, cuanto menos chocantes, en los que se van a gastar estos 8.000 millones de euros –que, no olvidemos, son casi un billón y medio de las antiguas pesetas– es prácticamente infinita. Y no es que uno tenga nada en contra ni de mejorar los cementerios ni de fonoabsorber las calzadas o acondicionar paisajes. No se trata de eso. Sino de la orientación –y por tanto el destino– que muchos ayuntamientos están dando a un dinero que a fin de cuentas acabaremos pagando todos los españoles.Resulta sorprendente, por coger sólo un caso, que en una gran ciudad industrial como Sabadell, que en el año 2008 ha visto desplomarse dos de sus pilares fundamentales, la construcción y la industria, vaya a dedicar 3 millones de euros del Fondo de Inversión Local a adaptar pasos de peatones en la ciudad. No dudo en absoluto que los pasos de peatones de Sabadell necesiten una mejora, pero esa no es la cuestión.El problema es que la dispersión y fragmentación en minúsculas cantidades de ese volumen de fondos, obliga a invertirlos en actividades que son pan para hoy y hambre para mañana. Es decir, que pueden aliviar la situación de unas pocas decenas de miles de parados en toda España de forma momentánea y coyuntural (¿cuánto tiempo se necesita para adaptar un paso de peatones, una, dos semanas?), pero que, una vez finalizadas no representan ningún cambio sustancial en la capacidad de generar riqueza y empleo en esa ciudad o pueblo. Y esa es, en definitiva, la cuestión de fondo. ¿Por qué la inversión del dinero público no se orienta hacia trabajos productivos, hacia actividades capaces, una vez puestas en marcha, de convertirse por sí mismas en fuentes de creación de riqueza y empleo sostenido en el tiempo. De todos los proyectos aprobados, que en la actualidad suman ya más de 2.800 millones de euros, tan sólo el 0,7% (es decir, apenas 40 millones de euros) están destinados a la promoción industrial. Y del total, apenas una cuarta parte a equipamientos e infraestructuras de servicios básicos.

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