Es imprescindible la unidad. Solo así podremos vencer los retos que nos plantea la segunda oleada de la pandemia.
Necesitamos cohesión, entre todas las autonomías y del conjunto de la sociedad, para llevar adelante todas las medidas que detengan la expansión de la Covid-19.
Pero no podrá existir una unidad profunda sin solidaridad, sin una protección colectiva para asegurar que “nadie se quede atrás”.
Y eso requiere también exigencia. Debe haber un apoyo cerrado a las medidas de contención sanitaria. Pero han de ir acompañadas de la exigencia, tanto al gobierno central como a los autonómicos, para que se dediquen todos los recursos necesarios a cubrir las necesidades de la mayoría.
Primero, fortaleciendo la sanidad pública. Ha quedado demostrado que los recortes ejecutados durante la última década han perjudicado seriamente nuestra salud.
El principal problema en muchos hospitales es hoy la falta de personal… mientras en las listas de empleo figuran 141.000 sanitarios que buscan empleo. Y los sindicatos advierten de que “para poder cuidar a los ciudadanos con unas ratios seguras” se necesitan 72.000 enfermeras de atención especializada.
Es urgente un gran acuerdo para incrementar los recursos destinados a la sanidad pública. Con un control social para que se destinen a cubrir las necesidades más imperiosas. Tras la desescalada, muchas comunidades han incumplido el compromiso de equiparse con el número necesiario de rastreadores, que permitieran localizar y aislar los contagios.
En segundo lugar, ante un horizonte donde van a prolongarse medidas de restricción durante meses, es urgente establecer un “colchón social” efectivo.
Ampliando los ERTEs hasta que termine en mayo el actual estado de alarma. Articulando medios para que el Ingreso Mínimo Vital llegue a todos los que lo necesitan. Frente a una situación donde solo lo han recibo un 10% de los solicitantes. Y donde ningúna empresa que deba cerrar para cumplir con el estado de alarma se quede sin ayuda.
Y en tercer lugar, exigiendo claridad en la gestión de los 140.000 millones de fondos europeos. Los grandes bancos ya han reclamado “canalizar” ese dinero para convertir su distribución en un negocio, como sucedió con los créditos ICO. Y los monopolios de telecomunicaciones exigen un tercio de los fondos, bajo la bandera de la “digitalización”. Debe haber un control social para que esas “ayudas europeas” se destinen a lo que la mayoria necesitamos, y no a salvaguardar los negocios de unos pocos.
Necesitamos muchos recursos para hacer frente a la pandemia. Y hay una forma de obtenerlos: una política de redistribución de la riqueza, que permita disponer de una parte de las enormes ganancias oligárquicas y del capital extranjero para crear riqueza y empleo o fortalecer la sanidad pública.
Estas exigencias, ampliamente sentidas por una mayoría de la población, fortalecen la unidad necesaria para enfrentar estos difíciles momentos.