José Manuel Zapata

Tango – Mano a Mano

José Manuel Zapata, se ha convertido en uno de los más importantes tenores de su generación. Solo tres españoles han estado en el Metropolitan: Carreras y González hace treinta años y en el 2005, Zapata. Ahora estrena una locura de tangos con José Mercé, Miguel Poveda, Pasión Vega, Marina Heredia, Rocí­o Márquez, Ángela Cervantes y la guitarra de Egozcue.

¿Cómo surge la idea de Tango – Mano a Mano?   Yo siemre he sentido un grandí­simo amor por el tango y por la música argentina, y tras unos cuantos años de carrera lí­rica me decidí­ a hacer un concierto de tango en solitario. Lo que pasa es que conocí­ a Pasión Vega y se produjo un «feeling» inmediato. Entonces decidimos llevar eso al Teatro Real de Madrid.   Pero, los artistas que participan son de primera lí­nea, del flamenco a la copla, del jazz a la ópera… ¿por qué esa composición?   Cuando decido plasmar en un disco esto, ¿sabes qué pasa?, que el tango y el flamenco están muy ligados, pero es que además yo querí­a que tuviera una repercusión mucho mayor de la que tendrí­a un disco cantado solo por un interprete de lí­rica. Al fin y al cabo los que nos dedicamos a esto, excepto Pavarotti, Carreras, Domingo, Caballé y Arteta, somos desconocidos para el gran público, y yo querí­a que la gente no viera esto como un tenor que canta tangos, porque tienen demasiada veneración y falso respeto a lo que es un cantante de ópera. De ahí­ surgió la idea de invitar a «los primeros espadas» que salen en el disco.   Sí­ que pasa eso, ¿verdad?, cuando la lí­rica tiene raí­ces populares…   Es que a partir de principios del siglo pasado la ópera se alejó del pueblo, cuando es un espectáculo creado para él. Se convierte en algo para la alta sociedad. Lo primero que dice la gente es «yo no entiendo de eso». Y yo siempre digo que no hace falta entender, que cuando vas a un Music Hall, a ver «Los Miserables», vas, te desarmas y disfrutas. Esto es arte.   La sociedad es responsable de haberle cargado a la ópera de un elitismo que no es real. La ópera son historias musicadas, y nada más que eso.   Luego está el volumen de inversiones que hacen falta para un espectáculo así­, lo que encarece el precio para el público…   La ópera hoy en dí­a es una completa y absoluta ruina, tal y como se entiende. Es inasumible.   Cuando empecé a cantar hice una nueva producción de Aí­da en el Teatro Real de Madrid, que costó trescientos o cuatrocientos millones del año 98, con un montón de gente en escena. Una producción que debe estar en un cajón si no se ha quemado ya, porque nunca más volvió a salir. En cambio he hecho después producciones con Emilio Sagi que han costado dos pesetas de una genialidad tremenda. Es que esto es teatro, no cine. Si tu teatralizas bien y tienes un director que sabe de qué va el asunto, con poco dinero se pueden hacer cosas maravillosas. Esa explosividad que es la ópera, si no es una super-producción parece que se queda desnuda. Y yo no estoy de acuerdo con eso.   Coincidimos totalmente. Es que cuando aparece una obra como «Tango mano a mano» es para felicitarse, porque ocurre lo mismo con lo que se ha llamado «fusión», como si fuera algo exclusivo de un tipo de música, cuando la música es eso. Es fabuloso que la ópera aparezca en ese mundo.   Eso que dices es fantástico. Estoy total y absolutamente de acuerdo.   Pasa sobretodo en sociedades mediterráneas. En EEUU un cantante es eso, cantante, y ¿por qué no va a poder fusionar con el tango?, ¿por qué es rebajarse a un nivel que no es el tuyo?. Eso son chorradas.   Si yo no hubiese hecho este disco hubiese cometido un gran error, porque me lo pide el corazón. No lo he hecho por ganar más dinero, de hecho no solo no me lo ha dado sino que más bien me lo ha robado, además del tiempo…   Parece que si un cantante de ópera «fusiona» es sacrilegio, cuando un voz lí­rica puede aportar muchos colores y tintes nuevos a ese tipo de música.   Es que hay puristas hasta de la fusión…   En el mundo de la ópera yo les llamo los talibanes: que si esto es así­, que si esta nota dura tanto… hay de todo ¿eh?, porque cuando me he metido en el mundo del flamenco he encontrado también talibanes que no respetan ni se ponen a escuchar con el corazón. Están más pendientes de «La versión anterior que hizo Mairena, o del tango ese de Sacromonte…». Vivimos esclavos de los prejuicios y de lo que hemos escuchado antes. Lo decí­an los filósofos del siglo XVIII, cuando va uno a un espectáculo cuanto menos entienda a veces es mejor, porque te sorprende más, y te hace sentir más cosas.   Tu carrera cambió en el Teatro Campoamor de Oviedo, y es como una acumulación de trabajo en el anonimato y de ahí­ al estrellato, actuando en los mejores teatros…   Al final todo tiene que ser fruto del trabajo. Pero hoy en dí­a en la música importan muchas más cosas que no son el trabajo. Hay que estar en el momento y en el lugar adecuado, conocer a la persona adecuada… lo que pasa es que yo he tenido mucha suerte. Tengo muchos amigos con excelentes voces que están en sus casas, algo falta, y no sabes qué. La fortuna es muy importante, aunque el trabajo siempre da resultado.   Trabajaste durante unos años en el Coro de Valencia, al que creo que le tienes mucho cariño, y siempre hablas con muchí­simo respeto y admiración de Ana Luisa Chova…   Estuve cuatro o cinco años como fijo. Allí­ aprendí­ música y a ser músico, con Paco Perales, que sigue siendo el director. Aprendí­ a entender la música y a respetar mucho lo que es un cantante solista, a diferencia de otros coros donde hay mucha frustración. En ese coro la gente ama lo que hace. He aprendido de noches malas y de noches buenas, y a valorar lo que es ponerse delante del público sin ninguna defensa.   Luego Valencia tiene a Ana Luisa Chova que es, sin duda, la profesora de canto con mejores resultados de este paí­s. Si tu miras los carteles internacionales la mayorí­a de cantantes españoles han sido alumnos suyos. Ella te enseña dos cosas fundamentales: paciencia y humildad. Te enseña a ser buena persona, algo que no suele enseñarse en las escuelas de canto, en las que se enseña a competir, y esto no es una carrera de caballos; «hoy estoy yo, mañana puede que estés tú, o a lo mejor no llegas a estar nunca pero intentaré hacer música y ser feliz…», te pacifica el alma, y eso para un cantante es fundamental.   Es que llama la atención que digas que prácticamente saliste de Madrid sin voz… ¿hablamos de dos formas de enseñar antagónicas?   Yo estuve en la escuela de canto en el 93 y 94. Cuando pasa el tiempo se te serenan los pensamientos y no quiero culpar a nadie, porque quizás yo no estaba preparado. Era un chico joven que solo habí­a cantado a Serrat y a Perales y sin ninguna cultura operí­stica, los tres tenores y a Carlos Álvarez alguna vez. Me metí­ en un mundo en el que solo se hablaba de canto y habí­a una grandí­sima competitividad, y cuando nos juntamos la gente de esa generación no tenemos muy buenos recuerdos.   Yo llegué a Valencia con 24 años y casi sin voz. Recuerdo que Ana Luisa me dijo «tranquilo, hay tiempo, tienes una voz magní­fica y esto se puede arreglar. Hay que tener paciencia.» Sin embargo en Madrid me decí­an que estaba acabado y que no podí­a hacer nada más. Lo primero que te enseña Ana Luisa es a ver que la vida no se acaba y que todo tiene solución.   Y de ahí­ al Metropolitan, como quien dice…   Pasando por Dénia, Alfafar… y muchí­simos bolos en sitios pequeños. Lo que pasa es que cuando llegas al Met, tocas el cielo. Pase lo que pase después eso queda. Me acuerdo de aquellos pasos entre la platea, porque la producción hacia que saliese desde atrás, y veí­a aquellas 4250 personas en silencio escuchándome… está en mi corazón y nadie me lo puede quitar.   ¿Y el recibimiento?   Maravilloso. Era el estreno de «El barbero de Sevilla», yo estaba constipado y aún así­ algo me iluminó y pude cantar muy bien, con mucho éxito. Lo que ocurre es que el público de ópera de allí­ es mucho más caluroso, se ponen a mirar menos el marchamo del cantante. A mi me sorprendió que reí­an, cuando es rarí­simo que eso ocurra en España o en Italia. Inolvidable   Preparando la entrevista he visitado unos cuantos blogs de aficionados que han hecho crónicas del concierto de presentación de «Tango mano a mano», y por lo menos tres confiesan que lloraron…   ¡Tan mal no fue! (risas)   Uno de ellos cuenta que viajó 350 kilómetros para llegar a tu concierto y se perdió las dos primeras canciones, pero a la cuarta ya estaba llorando…   Ese es mi caché, mi mayor regalo.. emocionar. Ya soy el tí­o más feliz de la tierra. Además en aquel concierto pasó algo, no se el qué porque a veces solo te das cuenta desde el escenario, pero allí­ estaban las hadas del arte. Yo vi a la gente emocionada y entregada. Claro, con la ayuda de los seis monstruos que tení­a conmigo en el escenario. Te aseguro que fue una noche irrepetible que quedará en mi corazón.   Con los tiempos que corren para la venta de discos, noches así­ ayudarán para el boca a boca ¿no?   Claro. El disco es una inversión personal que he pagado yo. Lo está distribuyendo Sony, y yo no voy a ganar ni un euro, porque esto está montado para los escenarios, para ofrecerlo a la gente. Además yo soy carne de escenario y el disco es un vagón que te lleva a la estación que quieres. Si luego alguien se enamora de una persona con mi música… pues estoy pagado.  

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