Esperábamos que ocurriera pero emociona cuando sucede de verdad: un pueblo herido se levanta, vence al miedo y las amenazas, se arma de valor y le planta cara al sistema que le somete. No suele suceder y por eso emociona. David le ha dado una pedrada a Goliat. Grecia se enfrenta a Alemania aunque parezca un suicidio pero no puede ser más suicidio que lo que tienen. Los griegos le han otorgado una mayoría amplísima a Syriza frente a la Nueva Democracia que se arrastraba a pies de Merkel como un perro faldero. Alexis Tsipras ya gobierna. Los más pobres de Europa se han rebelado ante la Europa de los mercados que les golpea. Por ahora solo han ganado unas elecciones pero ya es mucho más de lo que el enemigo esperaba.
El triunfo de Syriza es la primera victoria de la Europa de los oprimidos, los desahuciados, los parados, los empobrecidos… en las urnas. No en la calle donde pueden ignorarte o molerte a palos, no. Esta vez la paliza se la ha dado la gente al sistema con sus propias reglas y en su propio campo. En unas elecciones, en ese terreno que a los políticos no les conviene negar porque se estarían negando el sustento. Aunque para ganar el partido, Tsipras ha tenido que fichar al extremo ideológico contrario, a los nacionalistas de derecha Griegos Independientes, porque eran los únicos dispuestos a enfrentarse al austericidio desde dentro. Los comunistas del KKE querían hacerlo saliendo del capitalismo pero Syriza no se atreve a tanto. Cree más urgente rescatar a las personas y devolver la democracia al pueblo soberano.
Bien sabemos que la Troika se ha pasado por el forro la democracia griega y otras tantas que intentaron tímidamente oponerse y que ahora les extorsiona. Por eso es la mafia. Pero la situación ha cambiado. El nuevo gobierno griego es más fuerte y no está solo. En toda Europa surgen corrientes políticas rebeldes cada vez con más votos, incluso un país como Irlanda ha mostrado su apoyo a Syriza. Si Merkel y sus lacayos no quieren que sigan creciendo los fascismos euroescépticos, deberían escuchar a los europeístas críticos. Europa no puede romper tan fácilmente con Grecia porque puede provocar la ruptura de Europa. Europa será otra o no será. No será a nuestra costa. No, si podemos evitarlo.
¿Pero puede enfrentarse uno de los países con menos peso al peso pesado? Así planteado diríamos que no y sin embargo hemos visto a un hombre parar un tanque porque al tanque le puede interesar evitar su muerte para evitar males mayores. En la misma Alemania, los expertos discuten soluciones porque saben que Grecia no puede pagar una deuda del 175% de su PIB. El tanque puede preferir cobrar parte que no cobrar nada. Si Grecia sigue ahogándose en sus préstamos, jamás podrá pagar y seguirá chupando de Europa como un eterno pozo sin fondo. Syriza se ha plantado delante del tanque y le ha dicho que pare. Su victoria nos recuerda que no hay enemigo pequeño y que el discurso hegemónico es discutible.
Se dice que no se puede negociar ni perdonar la deuda pero sabemos que se puede, que se hizo con Alemania dos veces el pasado siglo y que los alemanes jamás pagaron a los griegos la reparación por el nazismo. Se dice también que dejar de pagar la deuda es faltar a un compromiso pero sabemos que parte de esa deuda que se le pide a los ciudadanos es deuda que los bancos provocaron con sus prácticas de riesgo. Se nos ha dicho que el bipartidismo tradicional era invulnerable y el griego ha terminado más quebrado que la Acrópolis de Atenas. Se nos ha dicho que los humillados y los desesperados no podían ganar pero en Grecia ha ganado la esperanza de los desesperados y el orgullo de los humillados.
Es verdad que con esperanza y orgullo no se come, pero es más fácil negociar unas condiciones de vida dignas si vas con la cabeza alta mirando al horizonte que si negocias de rodillas mirando al suelo. Y hay razones de sobra para levantar la cabeza por el triunfo de Syriza. Por supuesto que ahora empieza lo más difícil para los griegos, pero lo que acaban de hacer también lo ha sido: ganar a la banca, enfrentarse a la austeridad, recobrar la soberanía, romper el tabú de la deuda. Es justo ser cauto pero también apoyarse en los logros para afrontar nuevos retos.
Nos han dicho que no se podía pero día a día vamos viendo que sí se puede. Quizá no deberíamos escucharles tanto ni ser tan cenizos y repetirnos más que el cambio es posible.