Selección de prensa internacional

Subsidios para siempre

Uno de los actuales gurús de la economí­a mundial, el profesor Nouriel Roubini, publicaba sólo 24 horas antes de que se conociera los resultados de la prueba de solvencia que el Tesoro norteamericano ha hecho a sus grandes bancos, un extenso artí­culo en el Wall Street Journal en el que da ya por descontado, de acuerdo a los primeros resultados filtrados a la prensa, que ni el test va a reflejar la situación real de la banca ni, por lo tanto, las medidas que se deriven de él van a ser suficientes.

En rimer lugar, Roubini sostiene –lo viene haciendo desde hace bastantes meses– que las pérdidas del sistema financiero norteamericano ascienden, por lo que se conoce hasta ahora, a 3,6 billones de dólares. Y las continuas revisiones de organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial no hacen sino aproximarse cada vez más a sus estimaciones, dejando cada vez más lejos las del Tesoro norteamericano. Hacer un diagnóstico certero de la realidad es la primera condición para acertar en el tratamiento, viene a decir Roubini que considera que las conclusiones de la prueba de solvencia sobre la salud de los bancos “son demasiado optimistas”. En segundo lugar, para Roubini la clave del éxito de la operación diseñada por el secretario del Tesoro Gheitner –que una especie de asociación entre el capital público e inversores privados con la garantía última del Estado compren los activos tóxicos del sector financiero– es que salgan a la venta todos “los préstamos arriesgados y los valores que los bancos nunca debieron tener en sus balances” y no solamente los que los bancos escojan que salgan. Si esto no es así, argumenta Roubini, el precio de dichos activos no reflejará su depreciado valor real actual, en ocasiones cercano al cero, por lo que, de colocarse a un precio más alto del que realmente tienen, finalmente el coste de la operación será nuevamente para los contribuyentes. En tercer lugar, Roubini considera absolutamente claro que algunos de los gigantes bancarios norteamericanos son en realidad insolventes, por lo que tarde o temprano deberán declararse en bancarrota, generando nuevas oleadas de riesgos sistémicos si el gobierno no toma las medidas necesarias para evitarlo. Su sugerencia: que los acreedores de estos gigantes bancarios, y no los contribuyentes, sean quienes carguen con los riesgos de su quiebra, que el economista cifra en no menos de 1 billón de dólares. Frente a los reiterados mensajes de optimismo de la administración Obama acerca del final de la crisis, los argumentos de Roubini vuelven a poner el dedo en la llaga, como hiciera hace 3 años a anunciar la crisis sistémica que se avecinaba. No será posible empezar a salir de la crisis mientras no se ponga a funcionar el sistema financiero. Y éste, a día de hoy y pese a las multimillonarias inyecciones de dinero público recibido, sigue siendo un auténtico agujero negro en riesgo permanente de implosión. EEUU. The Wall Street Journal NO SE PUEDE SUBSIDIAR A LOS BANCOS POR SIEMPRE Matthew Richardson y Nouriel Roubini Los resultados de las pruebas de resistencia sobre los bancos, que se publicarán en unos días, no marcarán el principio del fin de la crisis financiera. Si creemos lo que dicen las noticias filtradas, los resultados mostrarán que tal vez haya algunos problemas en algunos de los bancos regionales y que Citigroup y Bank of America podrían necesitar más capital si las cosas empeoran. Pero el mensaje general es que el sector está en bastante buena condición. Esto sería una buena noticia si fuera creíble. Pero el Fondo Monetario Internacional acaba de publicar un estudio sobre pérdidas estimadas en préstamos y valores estadounidenses. Era bastante poco halagüeño: 2,7 billones (millones de millones) de dólares, el doble de las pérdidas estimadas hace seis meses. Nuestros cálculos en RGE Monitor son aún mayores, en 3,6 billones, implicando que el sistema financiero está actualmente cerca de la insolvencia en términos generales. Ya que los bancos y firmas de valores se corresponden a la mitad de las pérdidas, existe una gran inconexión entre estas pérdidas estimadas y las conclusiones de los reguladores. La esperanza es que estas pruebas de resistencia fueran el inicio de un proceso que llevaría a un saneamiento del sistema financiero. Pero usar un escenario basado en la situación del mercado para estas pruebas de resistencia habría generado peores resultados que el escenario adverso elegido por los reguladores. Por ejemplo, la tasa de desempleo en el primer trimestre, de 8,1%, es más alta que "el peor de los casos" contemplado por los reguladores, de 7,9% para este mismo periodo. Si persiste la actual tendencia de pérdidas de empleos en Estados Unidos, superaremos un índice de desempleo de 10,3% este año — el peor de los casos contemplado para 2010 por la prueba. Las conclusiones de las pruebas de resistencia son demasiado optimistas sobre la salud absoluta de los bancos, aunque su valoración relativa es más precisa porque se usaron métodos consistentes de valoración. Sin embargo, con el anuncio de resultados de jueves, no debería sorprender que emerjan los sospechosos habituales. Tememos que estamos de nuevo en el purgatorio del rescate, por así llamarlo. Estas son algunas sugerencias para salir de esta situación. Primero, aunque el programa de inversión público-privado del Secretario del Tesoro Timothy Geithner para comprar activos de firmas financieras no es particularmente popular, esperamos que el gobierno lo siga respaldando. Es cierto que el programa ofrece financiación barata y apalancamiento gratuito para inversionistas institucionales, algo que hará que los inversionistas paguen de más por los activos. Pero sí promueve una asignación real de precios y elimina los activos de los balances de los bancos —condiciones necesarias para salir adelante. Y para minimizar el costo al contribuyente, no se debe permitir a los bancos elegir qué activos problemáticos vender. Todos los préstamos arriesgados y los valores que los bancos nunca debieron tener en sus balances deberían estar en venta. Con suficiente número de inversionistas participando en el programa de inversión público-privado del Tesoro, los precios de los activos deberían ser competitivos, y los bancos no deberían cuestionar su equidad. Segundo, el gobierno debería dejar de proveer capital, garantías de préstamos y financiación sin condiciones. Los bancos deberían entenderlo. Al proveer préstamos a compañías en problemas, imponen numerosas restricciones sobre lo que pueden hacer estas firmas. Estas restricciones limitan el uso de activos, la toma de riesgo y el endeudamiento futuro. Sería mucho mejor si el gobierno se centrara en esto en lugar de su obsesión con las bonificaciones. Por ejemplo, considere el hecho que el gobierno, al proveer ayuda a los bancos, no restringió sus pagos de dividendos. Un estudio académico reciente de Viral Acharya, Irvind Gujral y Hyun Song Shin (www.voxeu.org) apunta que los bancos sólo redujeron marginalmente sus dividendos en los primeros 15 meses de la crisis, repartiendo 400.000 millones de dólares en 2007 y 2008. Aunque muchos bancos han estado reduciendo sus dividendos más recientemente, el dinero del rescate bancario ha estado literalmente entrando por una puerta y saliendo por otra. Considere también la toma de riesgo reciente en los bancos. Los medios de comunicación reportaron recientemente que Citigroup y Bank of America estaban comprando algunos tramos AAA de valores respaldados por hipotecas. ¿Acaso el gobierno no aseguró los portafolios de 300.000 millones dólares y 118.000 millones del mismo tipo de activos de Citi y BofA el año pasado? Estos valores están en la raíz de la crisis financiera y la base del programa de inversión público privado del gobierno. De ser cierto, se trata de un comportamiento inexcusable —y es increíble que no haya restricciones en contra. Tercero, y pruebas de resistencia aparte, es muy probable que algunos de estos grandes bancos serán insolventes, dados las diversas estimaciones de pérdidas agregadas. El gobierno tiene que idear un plan para lidiar con estas instituciones que no involucre un pozo sin fondo para el dinero del contribuyente. Esto significa que tendrá el cometido poco agradable de gestionar el riesgo sistémico resultante del colapso de estas instituciones y luego gestionarlo durante la quiebra. Pero también implicará transferir el riesgo del contribuyente a los acreedores. Esto es justo: metafóricamente hablando, estos son los tipos que le sirvieron alcohol a los bancos justo antes de que salieran a la autopista. Y no deberíamos volver a escuchar de un funcionario del gobierno, "si tan sólo tuviera la autoridad para actuar…" Fuimos receptivos a este argumento el 16 de marzo de 2008, cuando Bear Stearns colapsó; mucho menos comprensivos el 15 y 16 de septiembre de 2008, cuando Lehman y A.I.G. implosionaron; y ahora, siete meses después, francamente nos irrita. ¿Hay algo más importante para tratar de resolver la crisis financiera que crear una ley ("una ley de régimen de insolvencia") que otorgue al gobierno el poder de gestionar instituciones financieras complejas en bancarrota? El Congreso debería aprobar este tipo de legislación —como ha pedido el gobierno— rápidamente. Tan sólo la amenaza de esta ley podría ser un potente catalizador para alinear incentivos. Ya que los costos potenciales de una bancarrota son bastante elevados, evidentemente resultaría optimo si las obligaciones de los bancos se pudieran reestructurar evitando una bancarrota. Hasta hace poco, esto se habría considerado casi imposible (…) Sin embargo, las recientes negociaciones con los acreedores de Chrysler apuntan a grandes obstáculos. El tamaño y la complejidad de las estructuras de capital de los grandes bancos hacen que los intercambios de deuda por capital una maniobra aún más difícil, sobre todo porque los acreedores querrán esperar para obtener un rescate completo como los que ya han estado recibiendo. El gobierno debería poder apelar a la ley de insolvencia como incentivo para cooperar. Esto resultará en un juego de la gallina (una variante de la teoría del juego donde el peor resultado para ambas partes es no colaborar) de US$1 billón. Pero dada la magnitud de lo que está en juego, y la alternativa para el contribuyente de seguir pagando el pato, es la mejor solución. THE WALL STREET JOURNAL. 6-5-2009 China. Diario del Pueblo PENETRAR EN LA ESENCIA DE LA NUEVA POLÍTICA DE OBAMA ¿QUIERE EEUU SEPARARSE DEL CONSERVADURISMO En Nueva York, es cuestionado un retrato de Obama titulado “La Verdad”, porque Obama, que en el retrato aparece con maleza de espinos sobre la cabeza y abre el telón con los dos brazos tendidos, se parece a Jesús clavado en la cruz. 100 días después de su asunción al Poder, no cede el fervor por Obama como “personaje histórico”. ¿Pasa de la raya el culto a la personalidad de Obama? ¿Ya constituye un desafío a la configuración política de los dos partidos norteamericanos? Es incomprensible la pasión de los diversos círculos sociales de Estados Unidos por las actividades conmemorativas de 100 días de la asunción al Poder del nuevo presidente. Aunque no tenía significado práctico en un principio, esa pasión se ha convertido ahora en la veleta de la posibilidad de que el nuevo gobierno pueda o no pasar sin tropiezos el mandato de 4 años. Con ocasión de los 100 días de su asunción al Poder, Obama goza de la más alta tasa de apreciación al trabajo de un presidente registrada en los últimos 20 años. Una encuesta realizada por ABC y “The Washington Post” muestra que el 69% de los norteamericanos aprecian su trabajo, y esa cifra podría constituir la más alta apreciación registrada en los últimos 20 años. El 54% de ellos expresaron que los méritos políticos de Obama sobrepasan lo que esperaban. Esto está muy por encima del nivel de los expresidentes Bush y Clinton con ocasión de 100 días de mandato, el mismo índice de los cuales era 39% y 35%, respectivamente. Según la misma encuesta, el 63% de los norteamericanos consideran que son notables o considerables los méritos políticos de Obama en los primeros 3 meses de su mandato. ¿Qué es “lo nuevo” de la nueva política tan bien aceptada de Obama? Esto reside precisamente en abandonar totalmente muchas medidas políticas interiores y exteriores del antecesor presidente y su pensamiento de nuevo conservadurismo. En un tiempo tan corto de poco más de 3 meses, Obama planteó una serie de medidas diametralmente diferentes a las del antecesor presidente: Renunciar al unilateralismo en el terreno diplomático, reconocer que la solución de tantos problemas globales no puede depender solamente de Estados Unidos, dar importancia a la cooperación con los países aliados, intensificar el contacto con el mundo islámico, proponerse aliviar las relaciones con Cuba; modificar la estrategia antiterrorista, fijar el cronograma de retirada de las fuerzas militares norteamericanas desde Irak, volver a trasladar el centro de gravedad de la lucha antiterrorista a Afganistán y Pakistán: respetar las normas internacionales de ética, dar la orden de cerrar la cárcel en Guantánamo y otras “cárceles negras”; en el problema de seguridad, formular la “teoría sobre un mundo libre de armas nucleares”, disminuir el papel de las armas nucleares en la estrategia de seguridad de Estados Unidos, mejorar las relaciones con Rusia e iniciar negociaciones sobre la restricción de armas estratégicas ofensivas; trabajar por eliminar trabas religiosas a la investigación científica, aminorar las restricciones sobre la investigación de células troncales; en lo económico, fortalecer la intervención del gobierno, destituir al responsable de General Motors; aumentar la inversión del gobierno en la seguridad social y extender la cobertura de los servicios sanitarios y profilácticos a millones de niños. Esta serie de medidas nuevas son universalmente bien acogidas por la comunidad internacional y también apoyadas por la mayoría del pueblo norteamericano. Un comentario considera que la enérgica reforma realizada por Obama después de su asunción al Poder hace que la gente olvide rápidamente el color de su piel y clave las miradas en su idea liberalista de gobernación. En realidad, Obama no ha cumplido completamente sus compromisos de reforma, pues no ha logrado éxito en el “fortalecimiento de la unidad de los dos partidos”. Según muestra una encuesta, aunque la tasa de apoyo popular para Obama sobrepasa el 60% en la actualidad, sólo un 24% de los republicanos aprueban la actuación de Obama; y esta diferencia se manifiesta en mayor grado en el Congreso. Por ejemplo, sobre el proyecto de estímulo económico por un monto total de 787.000 millones de dólares, ningún representante republicano votó a favor en tanto que sólo tres senadores votaron a favor del proyecto, cuya aprobación se apoyó completamente en la mayoría absoluta del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes y su ventaja obvia en el Senado, de modo que no tenía nada que ver con la “cooperación Asno-Elefante”. El 28 de abril, Alan Spector, el senador republicano más veterano en el Senado, se pasó al Partido Demócrata y participará, en calidad de demócrata, en la contienda electoral para su reelección en 2010. Esto constituye un duro golpe para el Partido Republicano tras su derrota electoral y cambiará probablemente la configuración política de los dos partidos de Estados Unidos (…) La razón principal del cambio de posición de Spector es, sin duda, la búsqueda de su reelección como senador; sin embargo, su decepción por el Partido Republicano no carece de simpatía dentro de este último. Spector declaró que él ingresó en el Partido Demócrata porque el Partido Republicano se vuelve cada vez más “derechista”. Según se informó, después que Spector y otros dos senadores republicanos anunciaron su apoyo al programa de estímulo económico de Obama, Steele anunció de inmediato que apoyará a sus rivales electorales en la elección preliminar dentro del Partido Republicano para senadores. Algunos senadores republicanos criticaron el comportamiento y palabras de Steele y reflexionaron profundamente sobre la atmósfera política dentro del Partido Republicano durante largo tiempo. A criterio del senador Graham, los grupos derechistas dentro del Partido Republicano como el “Club de Crecimiento” persisten en su posición durante largo tiempo, lo que somete a las personalidades moderadas a presiones. Pero Rouse, vicepresidente del “Club de Crecimiento” replicó que precisamente por la tolerancia a Spector y sus semejantes durante largo tiempo, el Partido Republicano ha caído al punto más bajo en su historia. “En los últimos ocho años, hemos organizado un gran gobierno (tipo Partido Republicano) y perdido los rasgos distintivos del Partido Republicano”; Spector y compañía “han hecho daño a la marca del Partido Republicano” (…) Desde el punto de vista de lucha política en el Congreso, el Partido Republicano debe fortalecer antes que nada la unidad entre la derecha y la fuerza moderada en su seno. El estratega republicano Wafer señaló que si Obama y el Partido Demócrata logran controlar no sólo la izquierda sino también la fuerza mayoritaria del Centro, el Partido Republicano perderá en las próximas generaciones su voz y su papel de contención como partido de oposición. Puso sobre aviso al presidente del Partido Republicano Michael Steele que su tarea es consolidar la fuerza republicana para ganar las elecciones, y no es excluir voces disidentes en el seno del Partido para elevar la “pureza” del mismo. En segundo lugar, el Partido Republicano no puede pasar por alto la voluntad popular diciendo siempre “no” a Obama y al Partido Democráta en los problemas financieros, económicos y diplomáticos, sino proponiendo soluciones competitivas. Por ejemplo, en el problema de fortalecer la vigilancia financiera, muchos congresistas republicanos se oponen a cualquier forma de vigilancia desde su raíz, y persisten en la solución de los problemas surgidos por el propio mercado financiero. Aunque enarbolan la gran bandera de proteger los intereses de los contribuyentes, su punto de vista no coincide con la mayoría de los expertos financieros, y menos aún puede persuadir a las amplias masas que han elevado sus quejas hacia el cielo contra los organismos financieros. Partiendo del objetivo a largo plazo de resurgimiento, el Partido Republicano debe adaptarse a la situación nacional e internacional caracterizada por un acentuado pluralismo en el contexto de globalización. En los asuntos internos, las etnias minoritarias han incrementado su influencia cambiando la situación en que los blancos monopolizaban las corrientes religiosas y las ideologías políticas. (…) a pesar de que la gente no comprende por completo las connotaciones del conservadurismo, esta ideología aún tiene una gran fuerza de convocatoria entre las masas populares de EEUU, ideología que se fortalece constantemente desde el Gobierno de Reagan. Una encuesta realizada antes de las elecciones generales de 2008 demuestra que el 57% de los norteamericanos reconocen que tienen una fuerte tendencia o un determinado grado de conservadurismo, y sólo un 35% de ellos piensan que creen firmemente o en una cierta medida, en el liberalismo. Esta creencia puede ser o no la base del resurgimiento del Partido Republicano depende del éxiito del reajuste estratégico de ese partido, y desde luego, de los resultados reales de la nueva política de Obama. DIARIO DEL PUEBLO. 8-5-2009

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