SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Suárez rechazó jibarizar’ el sector industrial para reestructurar la economí­a

Pese a que se ha intentado acuñar la idea de que Adolfo Suárez carecía de los mínimos conocimientos de la estructura económica española como para poder modernizar el obsoleto entramado económico que heredó de los ‘lopeces’, consiguió que se firmaran nada menos que ‘Los Pactos de la Moncloa’, el primer gran intento de modernización de las relaciones industriales de nuestro país. Lo hizo en octubre de 1977, muy poco después de ganar las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de ese mismo año. Los pactos los firmaron los partidos políticos, pero muy pronto se sumó a los mismos CCOO. UGT, siguiendo las directrices del PSOE se abstuvo inicialmente, aunque acabó aceptando lo que había firmado Felipe González, aunque fuera a regañadientes.

Ramón Tamames, entonces en el PCE, redactor de apoyo de José Luis Leal Maldonado, del equipo de Fuentes Quintana, que tras abandonar este la vicepresidencia económica del Gobierno, sería designado ministro de Economía, recuerda que los socialistas no acudieron de buen grado a los pactos. Consideraban que cuanto peor les fuera a la UCD, más rápido podrían llegar ellos al Gobierno. Pero tuvieron que esperar todavía 5 años desde que se firmaron los Pactos de la Moncloa.

Lo describe con desparpajo Joaquín Leguina, quien acompañó a Felipe González a la reunión fundamental previa al acuerdo final. El expresidentes de la Comunidad de Madrid relata en uno de sus últimos libros que, una vez que tomó la palabra Felipe González para mostrar su parecer sobre la situación, como muestra del desprecio que sentía por lo que se estaba acordando allí le presentó ante el auditorio con un descortés, «Joaquín diles algo a estos».

Chocan las reticencias de Felipe González, pues Adolfo Suárez tenía una gran sensibilidad por los problemas de los trabajadores. No era el caso con los empresarios. Como ha dejado magistralmente descrito Fabián Márquez en su biografía sobre José María Cuevas, las relaciones con los grandes empresarios fueron escasas y de una profunda desconfianza. El distanciamiento se agudizó cuando conoció que los empresarios, a través de Villar Mir, habían enviado un informe al Rey en el que quedaba en mal lugar.

Pese a ello, Martín Villa, con un reducido equipo de antiguos funcionarios del sindicato vertical y más tarde De La Mata Gorostizaga, con prácticamente el mismo equipo, consiguieron mantener unas relaciones con los sindicatos que facilitaron una cierta paz social. La situación actual no tiene nada que ver con lo que sucedía en la época en la que el objetivo de inflación en los Pactos se fijó en el 22 % y se puso un tope a las subidas salarias del 20 %.

Si era reticente ante las reivindicaciones de los empresarios en materia laboral, no menor era su reticencia con los proyectos de recortar la capacidad productiva de la economía española. En los pasillos del Congreso, mientras preparaba la crónica del debate de los presupuestos, nos aleccionó a un reducido grupo de periodistas en el otoño del 83, la sinrazón de tratar de hacer grande a España reduciendo su aparato productivo. No tenía muchas posibilidades de hacer llegar su mensaje en aquella ocasión. Había conseguido solo dos escaños y los socialistas eran implacables en el control de los mensajes en los informativos de TVE, la única televisión en el momento.

Quizás el destino haya querido hacer que 37 años después de aquellos Pactos, que fijaron por primera vez que las subidas salariales se indexaran a partir de la inflación prevista, el Congreso debata justamente el jueves el proyecto de Ley de desindexación de la economía española.

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