United Auto Workers (UAW), el mayor sindicato del automóvil de EEUU -un sector que supone el 3% del PIB nortamericano-, que agrupa a más de 150.000 trabajadores, se lanza a una histórica huelga indefinida y simultánea contra los llamados «Tres Grandes del Motor» de Detroit: General Motors, Ford y Stellantis (propietaria de Jeep y Chrysler).
Exigen subidas de sueldo y mejoras de sus condiciones de trabajo, tras años de retrocesos y concesiones ante unas corporaciones que están teniendo beneficios astronómicos mientras la inflación devora el poder adquisitivo de los obreros
EEUU vive ahora mismo el mayor auge de huelgas y luchas obreras de los últimos 50 años. Es el movimiento sindical, más numeroso -y sobre todo, más combativo- en décadas, y abarca muchos y muy variados sectores: desde los trabajadores de la industria y los servicios (como los 340.000 trabajadores de la compañía postal UPS, que protagonizaron una huelga en agosto), a los guionistas y actores de Hollywood, que siguen protagonizando un pulso a las grandes productoras y distribuidoras.
Pero la huelga del motor que ahora lanza la UAW no tiene precedentes. Es la primera vez que un sindicato se enfrenta simultáneamente -y a por todas- a los tres gigantes monopolistas que dominan este sector: General Motors, Ford y Stellantis. Y todo ello en Detroit, la meca de la industria automovilística de EEUU. Henry Ford debe estar revolviéndose en su tumba.
El paro llega tras meses de negociaciones en las que -en palabras de la UAW- «los Tres Grandes no nos han tomado en serio». A raíz de la recesión de 2008, los sindicatos aceptaron una serie de sacrificios a causa de la mala salud del sector. Pero ahora viven una obscena lluvia de beneficios. “El Big Three ha hecho 250.000 millones de dólares en los últimos diez años y 21.000 millones en beneficios durante la primera mitad del 2023″, denunciaba el presidente de UAW, Shawn Fain. Concretamente, en la primera mitad de este año, Ford ha generado 3.700 millones de dólares, GM 5.000 millones y Stellantis 11.900 millones.
Los trabajadores del motor de EEUU exigen un aumento del 36% del sueldo durante los próximos cuatro años -un incremento similar al que han tenido los altos ejecutivos-, acortar las jornadas laborales a cuatro días, compensaciones por la inflación, que se reduzca la temporalidad y que se restauren los beneficios que perdieron durante las negociaciones de 2008.
El sindicato ha diseñado una peculiar estrategia de huelga. En vez de lanzar a todos sus afiliados de golpe a los paros, realizarán huelgas «limitadas y dirigidas», en fábricas estratégicas de los Tres Grandes, generando cuellos de botella en la producción de estos monopolios, pero guardando una fuerza de reserva para ir escalando la intensidad de los paros si las empresas no ceden a sus demandas, llegando si fuera necesario a convocar el paro general de sus 150.000 afiliados.
El impacto de esta movilización es formidable. Se calcula que una huelga de diez días de todos los trabajadores de las tres firmas de Detroit supone pérdidas de cerca de mil millones de dólares, y que impactará en 5.000 millones de dólares sobre el conjunto de la economía del país. Esta es la razón por la que la misma Casa Blanca de Biden está tratando de mediar en el conflicto.
Pero los trabajadores están en pie de guerra y salen a por todas. “Nosotros no somos el problema, sino la avaricia de las grandes corporaciones”, insiste Shawn Fain, que enmarca la batalla en la lucha de clases, que va más allá del sector manufacturero. “Luchamos por el bien del conjunto de la clase trabajadora y para los pobres. Se acabó el retroceder”.