Cataluña ha dejado de ser solo “un asunto interno de España” para convertirse en un tema de alcance internacional. Aquí entra en acción el histórico doble juego de las grandes potencias. Alentando unos proyectos disgregadores que no deben llegar al grado de ruptura abierta, pero sí cuestionar la unidad española, dejando una herida abierta permanente que se convierta en un privilegiado instrumento de intervención.
Todos los centros de poder e instituciones internacionales se han posicionado ante una eventual independencia catalana. Y, por primera vez, desde España importantes voces llaman a combatir las “injerencias externas” que buscan alentar en propio beneficio un conflicto que atenta contra nuestra integridad territorial.
Casi todas las denuncias se dirigen hacia Rusia, y sus campañas de intoxicación a través de las redes sociales. ¿Pero dispone Moscú de capacidad de intervención para desestabilizar nuestro país? ¿Sólo Rusia están interviniendo alentando en Cataluña… o hay más centros de poder, con mucha más influencia en España, a los que les interesa mantener la herida permanentemente abierta?
Mirar el mapa del mundo para entender lo que pasa en Cataluña
En las últimas semanas ha entrado en el debate político sobre la situación en Cataluña la intervención de potencias extranjeras hurgando en las heridas contra la unidad para debilitar a España.
El editorial de un medio tan importante como El País alertaba contra “lo que podría ser una injerencia directa extranjera con afán desestabilizador en lo que constituye la mayor crisis institucional que ha vivido España en las últimas décadas, una crisis que amenaza su integridad territorial”.
Admitiendo que “España ha sido objeto de uno de estos intentos de manipulación consciente de los ciudadanos con el fin de generar un conflicto”. Y concluyendo que “el Gobierno debe tomarse en serio la injerencia extranjera y actuar”.
Las respuestas que ofrece El País -limitando el peligro de intervención exterior a la injerencia rusa- están distorsionadas. Pero nunca habíamos visto a un medio de comunicación español planteando preguntas que sitúen el conflicto catalán dentro de los planes de intervención sobre nuestro país de potencias extranjeras.
La creación de un nuevo Estado afecta al corazón de las relaciones de poder internacionales. Máxime cuando hablamos de España, la decimocuarta economía mundial, con una estratégica posición geopolítica.
Todos los países que han alcanzado la independencia lo han hecho amparados por una gran potencia. Croacia o Eslovenia reconocidos por Alemania, Kosovo o Sudán del Sur amparados por EEUU.
¿Cuál es la posición de los grandes centros internacionales ante la independencia catalana?
China y Rusia, dos posiciones enfrentadas
La gran potencia en ascenso, China, se ha expresado pública y rotundamente contra cualquier acción que suponga la división de España.
El gobierno chino ha declarado que “el fracaso del referéndum de Catalunya demuestra plenamente que la protección de la soberanía nacional y la integridad territorial es un interés nacional primordial para el este o el oeste”.
Pekín considera que los proyectos de independencia de Taiwan -que reclaman como parte del territorio chino- son un intento de desestabilización. Y se enfrenta a todos los intentos de disgregación en cualquier parte del planeta.
Otra posición muy distinta es la de Rusia, heredera de la URSS, una superpotencia que utilizó los movimientos independentistas para extender su influencia y dominio durante la Guerra Fría.
En 2015 y 2016 el Estado ruso organizó una conferencia internacional de movimientos independentistas, a los que acudieron representantes catalanes.
Ahora se ha puesto todo el foco en la actuación de una red de hackers desde territorio ruso que han inundado las redes sociales de noticias falsas o tergiversaciones, siempre favorables al independentismo catalán. Difundiendo, por ejemplo, que en las Islas Baleares era mayoritario el independentismo, que en las escuelas catalanas se estudiaba el castellano como lengua extranjera, o que el gobierno español había desplegado grupos paramilitares en Barcelona.
También se señala hacia Julian Assange, el fundador de Wikileaks, refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, que desde agosto ha multiplicado su actuación en las redes en apoyo a la independencia de Cataluña.
Rusia no es un país del que debamos fiarnos. Y está evidentemente interesado en desestabilizar la UE, agudizando su crisis, para hacer avanzar su influencia sobre Europa.
Pero la capacidad de intervención de Rusia sobre España es extremadamente limitada. No tiene presencia alguna en los grandes centros de poder nacionales -económicos, políticos, militares…-, ni posibilidad de influir sobre ellos.
Un país no se desestabiliza a través de noticias falsas en las redes sociales. Y menos por la actuación de un individuo como Assange, recluido en una embajada.
Dejar abierta la herida
Julian Assange sí nos proporciona una importante pista sobre el conflicto catalán.
En su reclusión en la embajada ecuatoriana en Londres recibió la visita de Dana Rohrabacher, importante congresista norteamericano, que Trump consideró como aspirante a Secretario de Estado -ministro de Exteriores norteamericano- y que preside el influyente sub comité para Europa del Congreso.
Y que prometió a Assange que mediaría con Donald Trump para obtener un perdón presidencial -el equivalente a un indulto-.
Rohrabacher es conocido en EEUU como “el amigo de Vladimir Putin”. Pero también ha sido uno de los pocos políticos norteamericanos que ha defendido públicamente la independencia de Cataluña. Recibiendo a Puigdemont en Washington, y acudiendo a Barcelona encabezando a una delegación de congresistas.
De hecho Dana Rohrabacher es un ardiente defensor del derecho de autodeterminación… siempre eso sí al servicio de los intereses norteamericanos. Como cuando impulsó en 2014 la independencia de Baluchistán, una región al sur de Pakistán, para construir un “Kosovo” en Asia Central que proporcionara a Washington una sólida base de operaciones en la región.
No terminan aquí los aliados políticos del procés en EEUU. El American Enterprise Institute (AEI), un importante think thank neoconservador muy ligado a las «revoluciones de color» que como los EuroMaidan, utilizan las movilizaciones civiles para desestabilizar gobiernos y forzar cambios políticos, ha dado su apoyo al procés soberanista. Y el especulador George Soros, directamente vinculado al Estado norteamericano, ha sido uno de los grandes financiadores del aparato diplomático internacional de la Generalitat.
Lo mismo ocurre en la UE, donde el independentismo catalán tiene más apoyos de los que imaginamos.
En Bruselas, Puigdemont ha visitado varias veces la sede de la Alianza Libre Europea (ALE), grupo del parlamento europeo que promueve la disgregación de los Estados, vinculado a los Verdes alemanes, y que se ha beneficiado de sus conexiones con el Estado alemán.
Aún de forma más silenciosa, la ex Convergencia, ahora PDeCAT, mantiene estrechas relaciones con la CSU, la reaccionaria ala bávara de la democracia cristiana alemana, que han maniobrado a favor de sus ambiciones soberanistas.
Ni EEUU ni Alemania están interesados en la fragmentación de España. Nuestro país es un peón militar clave para Washington, y supone un factor de estabilidad en una UE en crisis.
Las principales instituciones de la UE, desde la Comisión Europea al parlamento, Merkel y Macron en Berlín y París, y el gobierno norteamericano de Trump, han reafirmado su apoyo a “una España unida”.«Para Washington y Berlín una España debilitada nuevamente por sus “demonios internos” es más manejable»
¿Pero por qué entonces algunas élites norteamericanas y europeas han alentado las ambiciones independentistas de los Mas y Puigdemont?
Aquí entra en acción el histórico doble juego de las grandes potencias. Alentando unos proyectos disgregadores que no deben llegar al grado de ruptura abierta, pero sí cuestionar la unidad española, dejando una herida abierta permanente que se convierta en un privilegiado instrumento de intervención.
Para Washington y Berlín una España debilitada nuevamente por sus “demonios internos” es más manejable, ofrecerá menos resistencias a nuevos dictados que suban el listón del saqueo sobre nuestras riquezas nacionales o nos exijan una mayor participación en sus aventuras militares.
Esta es una amenaza para los intereses populares y nacionales mucho más real -y por ello más oculta- que toda la desestabilización que puedan promover los hackers rusos.