Transcurridos 111 días desde las elecciones del 20 de diciembre, el alambicado camino hacia la investidura de un presidente del Gobierno toma un nuevo giro. Siempre a expensas de que el sendero quede finalmente interrumpido y haya que ir a elecciones, claro está. Tras varios vericuetos, la búsqueda de un jefe para el Ejecutivo vuelve a la vía que, intuitivamente, se adivinaba en la noche electoral, es decir el pacto entre los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, y el apéndice (gracias al acuerdo suscrito con los socialistas) de Ciudadanos. A escasas tres semanas de que el tiempo se agote, toda solución, si es que la hay y son muchos los que consideran que no existe, pasa por una gran entente, sea en la forma que sea, pero que sume en un debate de investidura.
Transcurridos 111 días desde las elecciones del 20 de diciembre, el alambicado camino hacia la investidura de un presidente del Gobierno toma un nuevo giro. Siempre a expensas de que el sendero quede finalmente interrumpido y haya que ir a elecciones, claro está. Tras varios vericuetos, la búsqueda de un jefe para el Ejecutivo vuelve a la vía que, intuitivamente, se adivinaba en la noche electoral, es decir el pacto entre los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, y el apéndice (gracias al acuerdo suscrito con los socialistas) de Ciudadanos. A escasas tres semanas de que el tiempo se agote, toda solución, si es que la hay y son muchos los que consideran que no existe, pasa por una gran entente, sea en la forma que sea, pero que sume en un debate de investidura.
La del sábado ha sido una jornada, por una parte, de encaje y resaca del fin de la pantalla que suponía la búsqueda de un pacto de todos los partidos estatales menos el PP, y, por el otro, de echar la mirada atrás para observar la única opción que aún se tiene en pie, precisamente, la que incluye a los populares. Y como elemento común cabe señalar que el epicentro del día fue Barcelona. Hasta la capital catalana se desplazaron tanto Pablo Iglesias como Mariano Rajoy para dar sendos mensajes perfectamente complementarios. El primero, para dejar claro que Podemos se sale de la escena y que lo hace porque no le apetece la compañía de Ciudadanos. Una ojeada a los movimientos de Iglesias dan idea de cuán preparados están sus pasos. Tras la reunión tripartita con PSOE y C’s, el líder de la fuerza morada se esperó al viernes para comunicar que la decisión de pactar o no quedaba en manos de su militancia. Para añadir, a renglón seguido que el apoyo de las bases podemistas a un Gobierno sin la participación de su partido comportaría su dimisión.
Tras esto, y el mismo viernes, se reunió, ya en Barcelona, con el ‘president’ Carles Puigdemont. Una reunión que solo se prepara si es para reafirmarse, como hizo, con un eventual referéndum de autodeterminación y pensando, claro está, en una nueva contienda electoral donde revalidar el triunfo alcanzado el 20-D en Catalunya bajo la marca de confluencia En Comú Podem. Y el sábado, charla con los militantes en el que Iglesias ha retornado a aquella dialéctica antisistema que le propulsó al estrellato mediático y político, y que fue el motivo por el que muchos de los que asistieron al acto de la Aliança del Poblenou se acercaron a la política, tipo «se puede dialogar y ceder, pero nunca traicionar a tus principios». Es decir, un retorno a las esencias y, por tanto, un alejamiento del cualquier pragmatismo pactista.
EL ‘WAIT AND SEE’ DE RAJOYRajoy, por su parte, fiel a su táctica de sentarse y esperar, ha dejado pasar el tiempo no para volver a entrar a escena, sino para que la cámara vuelva a posar sus ojos en él. Así, ha ofrecido de nuevo a los socialistas un pacto. Tras esos 111 días, Rajoy se ha jactado de que su oferta a Pedro Sánchez «es la misma» que hizo el 21-D. Y tomando en cuenta que el socialista no le ha dado, hasta ahora, la mínima oportunidad al líder popular, no parece descabellado pensar que esa gran coalición que se erige ahora como única alternativa no va a ser posible. Porque el hecho de que el líder popular haya acertado en cuanto a que cualquier opción de acuerdo pasaba por su partido no significa, en absoluto, que el pacto se vaya a producir.
No en vano, el ‘leitmotiv’ que ha movido a Sánchez tanto para postularse a la presidencia del Gobierno como para pactar con Albert Rivera ha sido el de la búsqueda de un Ejecutivo «reformista y de progreso». Y quizá para disipar de manera temprana algunas dudas, el secretario de organización del PSOE, César Luena, se ha encargado de dejar claro también este sábado que es «imposible» que se dé un Gobierno de gran coalición entre su partido y el PP, ya que los socialistas «nunca» formarán un Ejecutivo con los populares pues tienen el «compromiso con la mayoría social de España de cambiar a Rajoy y al PP».Así las cosas, para los socialistas la entente debería conducir a una abstención de los populares sin coste para ellos.
Algo que también ambiciona Ciudadanos quienes, perdida la equidistancia, con el pacto sellado con Pedro Sánchez, bajo el cuadro de Juan Genovés ‘El abrazo’ en el Congreso, han unido la crítica feroz a Podemos con la esperanza de una entente a tres con el PP, pero siempre bajo la premisa de que Rajoy no puede seguir siendo la cabeza visible de los populares.