Aún es temprano para juzgar «quien vencerá a quien» como decía Lenin al fundamentar su marcha de largo plazo al socialismo, con el apoyo de un sector capitalista. El PCCH admite que sólo se encuentra en «la fase primaria del socialismo». Lo que significa un largo camino por delante. Pero el viraje del último tiempo en dirección, no en aras del mero crecimiento, sino hacia la «sociedad armoniosa», «la centralidad del ser humano», «el desarrollo sostenible» y «la prosperidad común», es aprobado ampliamente por el pueblo chino.
En efecto, la encuesta mundial entre 24 naciones de la agencia PEW realizada en 2008 reveló que los chinos exresaron el nivel más alto de apoyo por la dirección en que estaban encaminados: el 86%. Además, dos de cada tres respondieron que el gobierno estaba haciendo una buena labor en los asuntos que a ellos les importaban. Venezuela. Aporrea.org China, la fase primaria del socialismo Luis Zedón El desarrollo económico de China fue uno de los procesos significativos de la segunda mitad del siglo pasado. Al parecer, lo será mucho más en las próximas décadas. Cuando se fundó la República Popular, China ocupaba el decimotercer lugar en el mundo por su magnitud económica. En 1990 había saltado al sexto puesto. Para 2010 habrá aventajado a Japón y quedará en el segundo lugar. La predicción de Goldman Sachs de que el PIB de China sobrepasaría el de EEUU para el año 2040 produjo conmoción, pero hoy nadie la considera imposible. De cumplirse, sumado al rápido crecimiento de la India y de otros países de la región, sobrevendrían profundos cambios en la economía y la política mundiales. El lejano Oriente podría desplazar a Occidente como el área más dinámica e influyente del planeta. El movimiento obrero y campesino dirigido por el Partido Comunista chino y encabezado por Mao Zedong asumió el poder en Pekín en 1949. Fue el resultado de 28 años de duros sacrificios, de rebeliones masivas y enfrentamientos armados victoriosos contra los invasores japoneses y el régimen pro estadounidense de Chiang Kaisek. La revolución “antiimperialista y democrática, con perspectiva socialista”, triunfó en uno de los países más pobres, atrasados y poblados del mundo, con arraigados resabios feudales, constantemente golpeado por catástrofes naturales, luchas intestinas e imposiciones de las grandes potencias. EEUU tardó 30 años en reconocer oficialmente al nuevo gobierno. Períodos y etapas históricas La historia contemporánea de la nueva República Popular China se puede dividir en dos grandes períodos. El primero, desde 1949 a 1978; el segundo desde 1978 hasta nuestros días. El primero coincide a grandes rasgos con la conducción del país por Mao Zedong, fallecido en 1976. El segundo se inicia con la reunión del Comité Central del PCCH de 1978 el cual reconoce la crítica situación que vive el país y aprueba la nueva estrategia propuesta por Deng Xiaoping. Dentro del primer período se pueden distinguir dos etapas: La primera desde 1949 hasta 1957 y la segunda desd e este último año hasta 1978. La línea divisoria está un año después del 8º Congreso del PCCH, cuando se inician las violaciones de la exitosa línea aplicada hasta entonces y Mao comienza a imponer por su cuenta una línea extremista de izquierda. A) La primera etapa de ocho años realiza las grandes transformaciones en el agro, como el fin del dominio de los señores feudales, el reparto de tierras entre campesinos pobres, la formación voluntaria de cooperativas de tres niveles, la estatización de las grandes industrias, bancos, medios de transporte masivo, dejando margen para pequeñas empresas privadas. En esta etapa se pone fin a la hiperinflación, se establece la planificación y regulación de los mercados, se reconstruyen y levantan nuevas industrias. Se avanza en la alfabetización, se erradican enfermedades endémicas, se mejora la alimentación y el vestuario y se afianza la soberanía territorial y la reestructuración del estado. B) La segunda etapa comienza con el establecimiento de “las comunas populares”, y el “gran salto adelante”, con la pretensión de avanzar a marcha forzada directamente hacia la formación de la sociedad comunista. Mao habla de superar a EEUU en diez años. El resultado fue un caos económico. La producción agrícola se redujo reaparecieron las hambrunas, la industria se detuvo por falta de materias primas. El cuadro se agravó por la ruptura con la URSS y los países del este europeo que llevó al cese de su valiosa ayuda tecnológica y económica. En los primeros años sesenta este rumbo se rectificó parcialmente. Pero en 1966 se reanuda la división y la persecución a los críticos. Es una nueva ofensiva de extrema izquierda denominada “revolución cultural” impulsada por Mao pasando por encima de la dirección colectiva del PC y de las estructuras gubernamentales. La inestabilidad se mantiene por otros diez años. El balance global a pesar de todo no fue malo, aunque muy insuficiente. Según el analista Rafael Poch el crecimiento medio anual (1957-76) fue de 5%. (3) Pero esto sólo permitía un aumento del consumo per cápita de 2,3% por hogar, con lo cual la brecha con los países capitalistas desarrollados se alargaba. La alimentación no mejora, pues la producción agrícola crece lentamente, por debajo de la media mundial, mientras la población pasaba desde los 600 millones en los años cincuenta a 900 millones en los setenta. Esto forzó a la drástica política demográfica de “un hijo por familia”. Luego de las muertes de Mao Zedong y Zhou Enlai y de movilizaciones masivas en repudio de la “banda de los cuatro” y de sus políticas fratricidas se produce en 1978, la rectificación y el gran viraje, bajo la dirección de Deng Xiaoping. La nueva estrategia de construcción del socialismo Este período histórico que abarca un lapso de 30 años hasta el presente, se puede resumir en los siguientes grandes rasgos. El PCCH realiza una franca crítica de las desviaciones ideológicas desde el marxismo y responsabiliza a Mao de haberlas fomentado y a las fracciones de Lin Biao y Jiang Qing de haberlas aprovechado para la comisión de crímenes, abusos, injusticias e intento de golpe de estado. La crítica de los errores de Mao no niega sus grandes aportes en la aplicación del “socialismo científico, con las particularidades chinas”. Se reconocen sus altos méritos como estratega político y militar, pensador marxista y seguidor de Lenin. Se pone fin a la lucha fratricida entre comunistas y en el pueblo. Se plantea como tarea fundamental, la modernización socialista del país, la cual demandará más de un siglo de duración, dado que China se encuentra en “la fase primaria de la sociedad socialista”. Se trata de una modernización orientada por cuatro principios irrenunciables: adhesión a la vía socialista, a la dictadura-democrática popular, al liderazgo del Partido Comunista, al marxismo leninismo y al pensamiento de Mao Zedong. Se rechaza tanto el igualitarismo como la gran desigualdad en la distribución de los ingresos. Las reformas se suceden a un ritmo pausado, pero sostenido. Se establece en el campo el sistema de responsabilidad familiar por medio de contrato para el usufructo de la tierra colectiva. Se crean las Zonas Económicas Especiales y se abre el comercio exterior. Se inician las reformas concernientes a la dirección y administración de las empresas públicas. Se abre espacio para el trabajo independiente de artesanos y campesinos; se crean las empresas de aldeas y municipios, bajo la tuición de las administraciones locales; se permite la apertura de empresas privadas principalmente pequeñas y medianas, en parte mediante la privatización de empresas estatales desfinanciadas o inviables; se autoriza la inversión privada extranjera y la instalación de filiales de las compañías transnacionales. China ingresa a la Organización Mundial de Comercio y contrae compromisos con las grandes potencias. Se establece el mercado de capitales y se regula el mercado del trabajo. La planificación administrativa se reemplaza por la indicativa. Se define la economía socialista china como una economía mercantil planificada, basada en la propiedad colectiva. Se autoriza el funcionamiento de mercados donde compiten empresas de propiedad pública y privada. Los precios se determinan por la oferta y la demanda, reguladas por el estado. El balance económico global A pesar de las continuas y profundas reformas que podrían haber trabado la economía, el balance global del período muestra un notable desarrollo de las fuerzas productivas. Un gráfico de las tasas de crecimiento desde 1979 hasta 2005, publicado por la Agencia Nacional de Estadísticas de China, muestra que no hubo un solo año en que hubiera recesión o estancamiento. Los años de más bajo crecimiento fueron 1989 y 1990, alrededor de 4% anual, consecuencia de la crisis política que culminó en la rebelión de Tiananmen. Durante la crisis asiática, entre 1997 y 1999, que afectó a tantos países del mundo, el ritmo de aumento del PIB continuó siendo elevado, 7% aproximadamente. En resumen, en los 28 años el crecimiento promedio fue de 9,8% anual, el más elevado en la historia mundial. En cuanto al producto per capita, el retraso sigue siendo innegable. Los US. 2.000 de 2005, según el FMI colocaban al país en el lugar 101º entre 170 estados considerados. En el período 1979-2005, China cumplió el objetivo estratégico de cuadruplicar el PNB per cápita, o sea pasar del paupérrimo 250 dólares a 1.000 dólares. Para el 2011 debería estar en US. 4.300, según el FMI. Esto significa que el habitante chino promedio tendría un ingreso superior al correspondiente a los más pobres y equivalente al nivel medio entre los países latinoamericanos, pero inferior a los más desarrollados del continente. Hacia el 2050 los gobernantes se proponen alcanzar el nivel por habitante de un país medianamente desarrollado, como España o Grecia. Es ilustrativo comparar la performance entre dos grandes países de similar tamaño geográfico, elevada población y parecido nivel de atraso, en el punto de partida. Entre los años 1975 y 2005, la evolución de los PIB de China e India es la siguiente: Si en el primer año la India superaba a China en un 9% ; en el segundo, China superaba a India en dos veces y media. La notable expansión productiva ha tenido un efecto directo en la reducción de la pobreza, como lo muestran las cifras siguientes. Según el PNUD, Informe 2000- entre 1978 y 2001 el número de pobres se redujo de 320 millones a 60 millones; la expectativa de vida había subido desde 36 años en 1949, a 71 años; el analfabetismo se había reducido al 9% de la población, en tanto en la India todavía no bajaba de 39%. Por su parte, según los cálculos del Banco Mundial, el número de personas que sobrevivían con un dólar diario había disminuido entre 1981 y 2003 desde 490 millones de personas a 88 millones. Según Beijing, las cifras reales serían, 200 millones y 52 millones respectivamente. Para el Banco un 30% de la población vive aún con menos de dos dólares al día. En todo caso, con estos cálculos del Banco Mundial se concluye que 400 millones de personas salieron en China de la miseria, en algo más de 20 años, un logro histórico considerable que, si se hubiera extendido al resto de Asia y Africa y a América Latina, habría significado un gran salto para la humanidad. No fue así porque en muchos países la miseria y la pobreza han aumentado. En cuanto a la distribución de los ingresos, si bien es cierto el extremo igualitarismo – “comer todos por igual del mismo plato” – fue eliminado, surgió la tendencia inversa a que las diferencias se profundizaran y salieran de control. Según el Banco Mundial en un estudio para 2005, el índice de desigualdad de Gini se situaba en 0,45 mientras en la India estaba en 0,33. De acuerdo con el PNUD 2004, en la comparación 10% mayores ingresos-10% menores, India muestra una proporción de 7 veces, mientras China 17 veces.(9) Por su parte el Banco de Desarrollo de Asia afirmó que el Gini había empeorado desde 0,30 en 1981 a 0,41 en 1993 y a 0,47 en 2004. Si bien las desigualdades chinas son menores comparadas, por ejemplo, con las de Chile (O,54) y otros de Latinoamérica, no son mejores a las de varios países europeos y asiáticos. La Oficina Nacional de Estadísticas de China ha reconocido que la diferencia entre ingresos urbanos y rurales era moderada o baja hasta 1993, pero que desde entonces los ingresos urbanos han aumentado muy rápido mientras los rurales mejoraban lentamente. Las diferencias regionales, entre las ciudades costeras y las del interior también se acentuaron, en perjuicio de éstas. El capitalismo en China La legalización del mercado y las garantías constitucionales a la propiedad privada de medios de producción ha dado origen a un importante sector de empresas capitalistas, tanto de origen nacional como extranjero. En las ramas industriales, las empresas privadas generaban el 30% de la producción industrial, proporción que se mantiene desde fines de los años noventa. Por otra lado, el sector de empresas mixtas que genera el 32% de la producción comprende dos tipos: uno donde los propietarios privados tienen la mayoría del capital, aun cuando el gobierno se reserva una voz decisiva o un derecho a veto en materias importantes; y otro, donde la propiedad pública es mayoritaria. Las transnacionales Por su lado unas 500.000 empresas – dentro de un universo de decenas de millones– pertenecen a multinacionales o a capitalistas extranjeros. En el 2005 un tercio de las inversiones extranjeras procedía de Hong Kong y le seguían a mucha distancia, las provenientes de Japón, Corea del Sur, EEUU y Taiwan. Estas no van a explotar recursos naturales, sino a aprovechar el atrasado, abundante y reducido valor de la fuerza de trabajo. Ese mismo año, las inversiones extranjeras, por muy alto que sea su valor absoluto, 53.000 millones de dólares, sólo representaron un 4% del total, es decir un complemento y no lo principal en el financiamiento de la capacidad productiva nacional. Sin embargo, su importancia radica en las nuevas tecnologías que deben transferir, útiles para la formación de obreros calificados, técnicos e ingenieros. Además, hay mejora continua de la calidad de la producción, exigida por los mercados extranjeros, pues una porción elevada va a la exportación, la que ya está entre las tr es mayores del mundo, junto a Alemania y EE.UU. En su composición participan cada vez más artículos electrónicos, equipos y maquinarias de alto valor agregado. En los últimos años, Beijing se muestra más exigente y selectivo; ha subido los impuestos a las ganancias del capital extranjero, quiere reorientarlo hacia la agricultura, las tecnologías de punta y las zonas más atrasadas del centro y el occidente del territorio. Se dictó una ley antimonopolio que somete a las autoridades los proyectos de compra o fusiones de empresas privadas. En la industria, la construcción, el comercio y los servicios ha surgido un sector de medianos y grandes capitalistas. Según Merrill Lynch (informe de prensa del 8 de Octubre de 2006) había unos 320.000 capitalistas, con más de un millón de dólares de patrimonio. Una proporción de 32 personas en una ciudad de 125.000 habitantes. La Nación de Santiago,(27 Septiembre 2007) citando a China News, aseguró que un millón y medio de chinos obtenían ingresos superiores a los 50.000 dólares anuales. Un puñado de ellos son mencionados como billonarios, poseedores de más de mil millones de dólares, entre los cuales hay quienes se dedican a la construcción de apartamentos y oficinas, otros poseen cadenas comerciales, agroindustrias o industrias manufactureras y servicios. En el otro extremo se ha constituido un numeroso sector de obreros, hombres y mujeres jóvenes no calificados, que trabajan para capitalistas privados, de cuyo esfuerzo, inexperiencia y desconocimiento de sus derechos, sumado a la complicidad de autoridades o funcionarios locales, muchos de esos capitalistas se aprovechan. De fuentes externas, de publicaciones internas y del propio gobierno, se denuncia la superexplotación, especialmente de inmigrantes del campo, en abierta violación de las leyes laborales, como el trabajo semi-esclavo, la falta de contratos, no pago de salarios, jornadas excesivas, inseguridad en las faenas y prohibición de sindicatos, entre otras. Los hechos señalados en este acápite dan pie para la tesis sostenida por algunos exponentes de izquierda de todo el mundo, incluso declarados marxistas, que China dejó de ser socialista, que ya está orientada, se ha convertido al capitalismo neoliberal o va en camino fatal de serlo. Esta afirmación no puede explicar determinantes sustanciales del proceso y la realidad que la contradicen. Ciertamente se trata de una realidad compleja, inédita que contiene contradicciones muy reales. Incluso Milton Friedman, después de una visita al país admitió su desconcierto sobre el modelo económico. Tampoco aquella afirmación no puede explicar la opinión de voceros del capital transnacional que están lejos de creer que China esté gobernada por una nueva burguesía o por funcionarios a su servicio; por el contrario, expresan sus quejas de que los gobernantes chinos estén utilizando el capital y la tecnología privada para fortalecer el “estado comunista” en pro de sus supuestas intenciones hegemónicas. Aunque la crítica de Occidente se concentra en temas como el rol del PCCH, el apoyo a los opositores, al separatismo étnico, la demanda de libertad de prensa, etc, tampoco aceptan que la economía china sea un sistema de mercado libre, ni siquiera similar al tipo socialdemócrata europeo. La Comisión Europea ya dictaminó que no podía otorgarle a China el estatus de “economía de mercado”, porque apenas si cumplía con uno de los cinco requisitos exigidos para tal denominación. Sostuvo que las leyes de la oferta y demanda no funcionaban libremente y que el estado tenía demasiada injerencia en los procesos económicos. La propiedad pública En la industria, la producción de las empresas “colectivas” equivale al 38% del total. Una parte está controlada por los gobiernos municipales y provinciales, gene ralmente pequeñas y medianas. Otra parte son administradas o supervisadas, directamente o por medios indirectos, por las autoridades centrales. Dentro de ellas unas 200 empresas prioritarias están bajo la tutela directa de una Comisión Especial. En promedio, en ellas laboran unos 67.000 trabajadores. También en el área mixta hay empresas en que el capital estatal tiene la mayoría, dejando la minoría a capitales privados chinos o extranjeros, incluidos las filiales de transnacionales. La propiedad estatal abarca unas 122.000 empresas, un número minoritario dentro del total de emprendimientos, no obstante por su producción en gran escala, número de trabajadores, elevado monto de capitales, tecnología avanzada, lugar estratégico en la economía y masa de utilidades resultante de sus operaciones, ocupan una posición determinante en la economía. En un ranking de las 500 corporaciones mayores, el 85% eran estatales, sólo el 15%, privadas. Del total de las 500 top en 2005, las diez mayores, todas estatales, acumularon el 47% del total de las ganancias de las 500. En los ranking internacionales compañías estatales chinas en áreas como el petróleo, aluminio, electrónica, bancos y otras están ya figurando entre las de mayor tamaño. En el sector financiero, -bancos, seguros, bolsas, fondos de inversión- el control gubernamental es determinante. Aunque se proyecta autorizar inversión extranjera en ellos, será en carácter minoritario, respecto de la administración. Los bancos y las filiales bancarias extranjeras autorizadas para determinadas funciones, cumplen rigurosamente las “insinuaciones” de las autoridades económicas, sobre lo que deben hacer en determinados momentos, como durante la presente crisis económica. Las compañías de transporte ferroviarias, aéreas, marítimas son de propiedad pública, igualmente las comunicaciones y los servicios como agua, electricidad, etc. El Ejército cuenta también con un importante número de grandes fábricas de armamentos, algunos de tecnología avanzada como la aeroespacial y la atómica. Andrew Batson en un artículo sobre el tema (El Mercurio, Economía y Negocios, 11 Mayo 2009) calificó a la economía china de “híbrida”, donde, aseguró, los negocios altamente rentables siguen estando reservados para las firmas estatales, limitando la expansión de la iniciativa privada. Una política macroeconómica efectiva Diversos otros instrumentos legales permiten al gobierno chino orientar e intervenir en los procesos económicos. Desde luego, los Planes quinquenales se mantuvieron en estos tres últimos decenios. Aunque su carácter no es imperativo, ni detalla metas cuantitativas de producción, constituye “la carta de navegación” del estado. El actual, XI Plan 2006-2010, tiene entre sus objetivos, reducir las desigualdades en la distribuc ión personal y territorial de los ingresos, asistir a los campesinos pobres, migrantes y desocupados, mejorar los servicios sociales, enfatizar la orientación hacia la demanda interna más que en los mercados externos, la reducción del consumo de recursos naturales, el cuidado de las fuentes energéticas y el agua y la reducción de la contaminación. Se plantea la disminución de un 20% del uso de energía primaria por unidad del PIB. El sistema tributario ha adquirido mayor importancia a lo largo del tiempo. La carga tributaria fluctúa alrededor del 23% del PIB. Desde 1994 existen 8 categorías de gravámenes que incluyen compraventas, entre ellos el IVA, con una tasa de 13%; un impuesto al ingreso empresarial, -sea de empresas públicas o privadas- al uso de recursos naturales; a las personas con tasas progresivas; a los bienes raíces, al transporte, a la agricultura y a las importaciones, entre otros. Gracias a sus holguras, el gobierno posee un Fondo Soberano por valor de 200.000 millones de dólares, que se ubica entre los seis mayores del mundo. El Banco Central, dependiente del gobierno, realiza una activa política monetaria y financiera. Controla y orienta a los bancos y regula el tipo de cambio evitando la sobrevaluación del yuan o su devaluación, particularmente en relación al dólar. Las autoridades norteamericanas presionan permanentemente por drástica revalorización del yuan. El Banco Central, gracias a la política gubernamental de regulación del comercio exterior y de los movimientos de capital, no ha sufrido las oleadas especulativas propias del libre mercado. El manejo del comercio exterior y de la balanza de pagos le ha permitido mantener un elevado superávit en cuenta corriente, entre 7 y 10% del PIB entre 2005 y 2009. Sus reservas en 2007 alcanzaban a 1 billón de dólares, una parte de las cuales se mantiene en bonos del Tesoro de EEUU, llegando a ser su segundo más grande acreedor. La República Popular China, considerada en EEUU sea, como enemigo potencial, o rival económico, paradojalmente, se ha convertido en sostén financiero de Washington y respaldo clave del dólar. Una prueba exitosa del sistema económico chino fue la llamada crisis asiática. Mantuvo sus altos ritmos de crecimiento con estabilidad monetaria. El yuan no fue afectado como en otros países asiáticos. La actual crisis mundial ha revelado que China está enfrentándola con un éxito que ha sorprendido a los expertos. Muchos economistas pensaban que el país se vería afectado, dada su alta exposición al mercado mundial, cuyas exportaciones son el destino del 40% del PIB. Sin embargo, el gobierno rápidamente aplicó fuertes medidas, asumiendo un elevado déficit fiscal. Entre esas medidas están, gastos y subvenciones de carácter social, inversiones fiscales en infraestructura y ofertas crediticias de los bancos, los cuales se mantienen sólidos porque no cayeron en negocios especulativos como en Occidente. Estas medidas impulsaron el mercado interno y contrarrestaron la reducción de las exportaciones. Se estima que el crecimiento continuará al 8% en 2009 mientras el mundo capitalista estará hundido en la peor recesión en medio siglo. El rol dirigente del Partido Comunista Sin duda que el Partido Comunista mantiene un rol determinante en los rumbos de la gran nación asiática. Aunque se apoya en algunas agrupaciones aliadas de modesta fuerza política y en una gran cantidad de personalidades y expertos no militantes, sus 75 millones de miembros a lo largo y ancho del país ejercen, en mayor o menor grado, con más o menos eficacia, con virtudes y defectos, la responsabilidad principal en los órganos de poder, desde la Asamblea Popular Nacional, el poder ejecutivo central, las fuerzas armadas y policiales, los gobiernos provinciales y locales y los medios de comunicación, hasta las organizaciones masivas, como sindicatos, femeninas, culturales, juveniles y comités vecinales. El PCCH supo superar los desastres causados por sus errores de extrema izquierda. Pero, a fines de los ochenta, tendencias derechistas, con signos de neoliberalismo, y demandas para una democracia capitalista, se hicieron presente. Es lo que llevó a la crisis del socialismo real en Europa Oriental y la URSS, lo que condujo a la restauración de un capitalismo salvaje y corrupto: un retroceso que los trabajadores y los pueblos de esos países han sufrido en casi todos los terrenos. Por el contrario, el PCCH y su dirección mayoritariamente con Deng Xiaoping a la cabeza, supo mantenerse firme y a la vez flexible. El Ejército Popular de Liberación, donde el Partido ejerce una esmerada hegemonía, más el campesinado, mayoritario en la población y gran parte de la clase obrera, apoyaron este rumbo; no se sumaron a un movimiento estudiantil e intelectual con críticas justas, pero con demandas anarquizantes o procapitalistas. El costo en vidas humanas en Tianammen fue alto, doloroso y lamentable. Pero el país conservó sus estructuras políticas y siguió adelante. Cambios importantes se han efectuado en la organización interna del PCCH, lo que se proyectan al aparato del estado. Hay procesos graduales de democratización y de descentralización, como elecciones con presentación de candidatos en mayor número que el de cargos, control de la situación económica personal y familiar de los dirigentes, la prohibición de la permanencia vitalicia en los cargos, entre otras. Esto ha contribuido a un debate más libre y profundo sobre toda la vida del país, aunque bajo ciertas limitaciones. Han surgido tendencias neomaoístas, de nueva izquierda, feminismo, neoliberalismo, etc, como también un esfuerzo de marxismo creador. En 2002 se eligió la tercera generación de dirigentes después de Deng Xiaping. El Presidente Hu Jintao, reelegido en 2006, emprendió una nueva orientación centrada en rectificaciones y ajustes del rumbo principal de la “reforma y apertura”. Fue producto de un más abierto, aunque regulada discusión en publicaciones de prensa, académicas, en foros de TV e internet, así como al interior del PCCH, respecto de las contradicciones y conflictos que ha traído “la reforma y la apertura”: Las desigualdades económicas y sociales, los efectos negativos de la industrialización y la urbanización sobre el entorno y el medio ambiente, las serias falencias y costos familiares en los servicios sanitarios y educacionales, abusos de poder e injusticias, inseguridad y desprotección social, la corrupción en niveles directivos, las debilidades de las organizaciones sociales llamadas a defender los derechos, la pérdida de valores espirituales y la tendencia al individualismo y al afán de lucro. En los primeros años del nuevo siglo, el descontento de campesinos y aldeanos por la expropiación arbitraria de tierras, en algunas ciudades por el desempleo sin protección y la carestía de servicios públicos, se hizo sentir con numerosas protestas masivas y enfrentamientos con la policía. La dirección encabezada por Hu Jintao, Secretario General del PCH y Presidente de la República y Wu Jiaobao, Primer Ministro, tanto en su primer período 2002-2006 como en lo transcurrido de su segundo y último mandato, 2006-2011, realiza una política de rectificación y de reequilibrio. En el XI Plan, la agricultura pasó a ser una prioridad. Se persigue crear “un nuevo agro socialista”. En 2007 se estableció un sistema que garantiza un mínimo nivel de vida para 20 millones de residentes rurales de mayor pobreza. Se mejora la situación de los campesinos, rebajando los impuestos de manera que el 80% de ellos queda eximido del pago; se aumentan las inversiones en infraestructura agraria; se establece una red de servicios sanitarios rurales casi enteramente financiado por el estado, que cubrirá a toda la población en el 2010; en las escuelas, el gobierno central se hace cargo de los salarios de los profesores rurales los que se igualan al mismo nivel de los urbanos y las matrículas se hacen gratuitas hasta los quince años de edad. Para mejorar la justicia social, en 2003 se inició una campaña coordinada entre gobierno, partido y centrales sindicales para poner fin a los abusos contra los obreros de empresas privadas y multinacionales. En primer término se trata de organizar nuevos sindicatos en las empresas donde no existen. El número de afiliados aumentó desde 130 millones en 2003 a 170 millones en 2007.(16) Una Comisión parlamentaria denuncia que más del 90% de las empresas multinacionales no permitía la existencia de sindicatos. Resultó emblemático el que Wal Mart la transnacional que emplea 30.000 trabajadores en China fuera obligada a aceptar su sindicalización. En Enero 2008 fue promulgada una nueva ley laboral – “una de las de más largo alcance en el mundo”, según The Economist,- que amplía y garantiza los derechos de los trabajadores. Otra de las prioridades actuales es la lucha contra la corrupción, la cual se ha intensificado en los últimos años. Según el corresponsal de La Vanguardia, Rafael Poch en 2006 los tribunales condenaron a 83.000 funcionarios por haber aceptado sobornos, entre ellos el presidente de la provincia de Guizhou y un vicepresidente de la Corte Suprema . Un cierto número de los primeros multimillonarios, algunos listados por Forbes, se encuentran en la cárcel por enriquecimiento ilícito. Entre los dirigentes políticos el caso más sonado en el último tiempo fue el del ex alcalde de Shanghai y miembro del Buró Político, Chen Liangyu, expulsado del PCCH en 2006, enjuiciado y encarcelado por numerosos delitos como contratos ilícitos, tráfico de influencias y sobornos, todo lo cual repercutió en cambios en el desarrollo de Shanghai, criticado por el derroche, y el consumismo exacerbado. A modo de conclusión “China se ha convertido objetivamente en la más prometedora esperanza y el mejor ejemplo para todos los países del Tercer Mundo” dijo Fidel Castro durante la visita del Presidente Hu Jintao a Cuba en 2004. Al otorgársele la condecoración José Martí por la “inquebrantable determinación de lucha por el socialismo” del PCCH y del gobierno chino, el texto destacó el apoyo mutuo y la colaboración estrecha entre los dos países. El texto recalcó también que la experiencia china había demostrado que cada país debía adaptar su estrategia y objetivos revolucionarios, a las particularidades de cada nación. Aún es temprano para juzgar “quien vencerá a quien” como decía Lenin al fundamentar su marcha de largo plazo al socialismo, con el apoyo de un sector capitalista. El PCCH admite que sólo se encuentra en “la fase primaria del socialismo”. Lo que significa un largo camino por delante. Pero el viraje del último tiempo en dirección, no en aras del mero crecimiento, sino hacia la “sociedad armoniosa”, “la centralidad del ser humano”, “el desarrollo sostenible” y “la prosperidad común”, es aprobado ampliamente por el pueblo chino. En efecto, la encuesta mundial entre 24 naciones de la agencia PEW realizada en 2008 reveló que los chinos expresaron el nivel más alto de apoyo por la dirección en que estaban encaminados: el 86%. Además, dos de cada tres respondieron que el gobierno estaba haciendo una buena labor en los asuntos que a ellos les importaban. APORREA. 3-10-2009