SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Socialismo dividido

El acercamiento de los diputados socialistas catalanes a las tesis y maniobras de CiU y ERC -partidos nacionalistas independentistas- le está creando un problema político de insospechadas consecuencias al PSOE. Al partido en general y a su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, en particular. Ante semejante panorama, algunos dirigentes veteranos recuerdan con añoranza que ya hubo una Federación Catalana del PSOE alejada del ofuscamiento nacionalista. Un partido cuyas señas de identidad estaban marcadas por el compromiso con los más desfavorecidos, las clases trabajadoras víctimas de la desigualdad (cuando no la explotación), impuesta por la burguesía fabril que se había enriquecido gracias a los planes de desarrollo del último período de la dictadura franquista. Burguesía que, políticamente, flirteaba con el incipiente movimiento nacionalista predicado por un joven médico llamado Jordi Pujol, cuyo padre era banquero.

En Cataluña, durante la clandestinidad, la punta de lanza de la lucha contra la dictadura corrió a cargo de los comunistas del PSUC, pero, aunque con menor presencia e incidencia, también hubo quienes siguieron fieles a la UGT y al PSOE. Dirigentes que como Josep María Triginer o Mecedes Aroz por el camino en el que fue aligerándose hasta la evaporación la componente marxista de su ideario vieron como la voz cantante de la socialdemocracia en Cataluña sonaba con más fuerza en boca de gentes pertenecientes a la burguesía de habla catalana. Los Verde Aldea, Pallach, Raventós, Obiols o Maragall que acabaron interiorizando el mensaje de sus antagonistas: los nacionalistas. Sobre el papel, adversarios de clase. En los albores de la Transición, el PSC llegó a tener grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados, pero en eso llegó Felipe González y la fuerza de su liderazgo (y el oficio de Martín Toval, un malagueño recriado en Cataluña), rebajaron el «hecho diferencial» del grupo a un nivel compatible con una idea medular: el Partido Socialista era uno y tenía el mismo discurso en cualquier punto de España.

Es sabido que hay políticos cuya personalidad y carisma consiguen resolver o aplazar problemas. Otros, precisamente por sus carencias de liderazgo, actúan involuntariamente como catalizadores que activan procesos latentes o mal resueltos. Pere Navarro, secretario general del PSC, planteando la abdicación del Rey o emplazando a sus diputados a apoyar a CiU y a ERC en el llamado «derecho a decidir», ha puesto en evidencia la debilidad del liderazgo de Pérez Rubalcaba. Todo esto también está siendo una prueba de fuego para Carme Chacón. ¿Carme o Carmen? Ése ha sido su dilema. Y, ya se sabe que quien en momentos de encrucijada decide, labra su destino. Destino que, en este caso, evidencia la división del socialismo español. Un problema muy serio y no solo para los votantes o simpatizante socialistas.

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