Sobre los recortes en Educación

Según nuestros regidores, la crisis hace ineludible recortar el dinero dedicado a la educación, lo cual suone subir hasta veinte horas la carga lectiva de los profesores. Las reacciones ante esta medida han servido de pretexto para verter un chorro de descalificaciones sobre los profesores. Que gentes iletradas crean que veinte horas de docencia no son nada, puede entenderse. Que las descalificaciones vengan de autoridades académicas que deberían saber en qué consiste el oficio de enseñar, ya es más grave. Por si alguien no lo sabe, lo explicaré igual que se lo expliqué a un amigo que trabaja en un banco. Imagínate, le dije, que has de atender a un cliente que necesita un crédito. Lo pasas a tu despacho, y le explicas los trámites que tiene que hacer y los papeles que ha de cubrir. Pues imagínate ahora que tienes que explicar todo esto a treinta personas a la vez, que están hablando entre sí, y ninguno de los cuales tiene la menor intención de pedir un crédito. Después recibes a otros treinta clientes, ninguno quiere pedir un crédito, pero así y todo, tienes que conseguir que aprendan cómo se solicita. Y luego otros treinta, y luego otros treinta. Mi amigo, como no es tonto del todo, comprendió. Dar una hora de clase a un grupo de chavales que han de aprender algo cuya utilidad solo entenderán cuando ya lo hayan aprendido desgasta más que tres horas de trabajo en una oficina atendiendo a los clientes de uno en uno: a efectos energéticos, veinte horas de clase pueden equivaler a sesenta de oficina. Súmese a las horas de docencia las de guardia, la preparación de clases, corrección de exámenes, reuniones de seminario, claustros y tutorías. Y súmese también el tiempo dedicado a estudiar que, aunque sea algo poco valorado (libros y artículos nada computan a efectos de cobrar sexenios), en mi modesta opinión forma parte indisoluble del oficio de enseñar.Salvado (espero) el prestigio de mis colegas, aclararé mi postura sobre los recortes mismos: Una educación de más calidad y más barata hubiera hecho innecesarios los recortes. Se han gastado cantidades ingentes de dinero en cursillos la mayoría de los cuales no sirven para nada, en expertos y orientadores las más de las veces inútiles, en clases de apoyo que hubieran sido innecesarias si se educara más a los niños el hábito de trabajo, si no se hubiera pasado a estudiantes de un curso a otro con muchas asignaturas pendientes, y si hubiera más disciplina en las clases que no son de apoyo. Muchas veces un profesor no puede atender al que tiene dificultades porque dilapida todas sus energías en mantener a raya a tres o cuatro gamberros que boicotean la clase. Si esos gamberros estuvieran controlados, el profesor podría prestar ayuda a esos chicos mientras trabajan quienes menos la necesitan.Por otra parte, creo que a partir de los doce años un estudiante no debería tener más de cuatro horas de clase al día, veinte a la semana. Si se le exige después que estudie tres o cuatro en casa, ya sería más que suficiente, y además tendría más tiempo para dedicar a sus amigos y a sus aficiones. Al haber menos horas de clase, con los mismos profesores se podrían hacer desdobles y dar clases de apoyo (cuando sí sean necesarias) sin aumentar su carga lectiva. Ahora bien, esto supondría que los padres controlen más a sus hijos y les obliguen a dedicar el debido tiempo al estudio y las tareas escolares. Supondría superar el concepto de “instituto guardería”. ¿Estaríamos dispuestos a ello?

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