La amnistía para los implicados en el procés es ya una realidad. Aunque todavía deberá pasar el filtro del Tribunal Constitucional, y previsiblemente de la justicia europea, la ley que la hace posible ha sido aprobada en el Congreso.
¿Qué posición tomar desde la izquierda ante esta amnistía? Es necesario contestar de forma clara a esta pregunta, evitando confusiones que nos hagan tragar con ruedas de molino.
La amnistía está vinculada a las negociaciones para la formación del gobierno de coalición, tras unas generales donde una mayoría social ha “vetado” un ejecutivo con presencia de la ultraderecha. Amplios sectores de la izquierda que no comparten cuestiones esenciales de la amnistía, la aceptan para impedir un gobierno de PP y Vox.
Es lícito no estar de acuerdo con la amnistía, pero no es verdad que “ponga en peligro la democracia” ni que “de carta blanca a los independentistas”.
Por el contrario, si hoy es posible aprobar una amnistía es porque las élites del procés han sido derrotadas, y han aceptado tácitamente, incluyendo a Puigdemont, que no es posible “volver al 1-O”.
Pero eso no significa que, aunque debilitados, no sigan siendo peligrosos. Especialmente la llamada “caverna de Waterloo” ha sido y es un activo político tóxico y muy reaccionario.
Nos negamos a que se utilice la amnistía para blanquear a las élites del procés o proporcionales oxígeno político. No vamos a olvidar la gravedad de sus ataques: intentaron imponer de forma antidemocrática la fragmentación a una mayoría de catalanes que la rechaza, dividiendo y enfrentando al pueblo.
Verdades y fake news sobre la amnistía
¿Qué efectos prácticos tiene la aprobación de la amnistía… y que es lo que no va a provocar?
La amnistía es una medida de gracia. Se perdonan los delitos relacionados con el procés. Decaerán las condenas de los que han sido juzgados, y sobre el resto ya no podrá actuar la justicia. Pero no se otorga impunidad en el futuro. Si las élites del procés volvieran a intentar una independencia unilateral serían condenadas.
Hace pocas semanas Junts sorprendió votando en contra de la ley de amnistía. Exigía reformas para garantizar protección a Puigdemont ante las distintas causas abiertas contra él. Se han introducido cambios en ese sentido, como una definición más estricta de terrorismo o la exclusión de la malversación si no existe enriquecimiento personal.
Pero la ley de amnistía fija claramente la Constitución como un límite que no se puede traspasar. Al aceptar beneficiarse de ella, Junts y Puigdemont están acatándolo en los hechos.
El PP reclamó que la Comisión de Venecia, un órgano consultivo de la UE, se pronunciara sobre la amnistía. Busca que un organismo internacional avalara que la amnistía “ponía en riesgo la democracia”. Su dictamen ha sido exactamente el contrario. Aunque plantea críticas, como que se tramite por vía de urgencia, y recomienda alcanzar un mayor grado de consenso, deja claro que la amnistía es un procedimiento democrático, vigente en todos los países de la UE, y que en ningún modo quiebra la división de poderes.
La amnistía está vinculada al gobierno de coalición. Se abrió paso a su tramitación para poder formar una mayoría de gobierno. Y su aprobación es condición para la continuidad del actual ejecutivo.
Por ello es el ariete utilizado por aquellos sectores que buscan acabar o debilitar al gobierno de coalición. En el ámbito político y también en el judicial. Altas instancias judiciales se pronunciaron contra la amnistía cuando su texto ni siquiera se conocía. Y ahora han reactivado casos, como el que intenta acusar a parte de las élites del procés por terrorismo, con las acciones violentas de Tsunami Democrátic, o alta traición, por los vínculos con la Rusia de Putin. Delitos que no serían amnistiables.
Lo que no aceptamos
Las “ruedas de molino” que algunos nos quieren obligar a tragar junto a la amnistía están explicitadas en un editorial del principal periódico español, “El País”. En él se plantea que la amnistía busca “consolidar la normalidad política en Cataluña”, y que su propósito es “poder echar al olvido la peor crisis institucional que ha sufrido la España democrática”. Remachando que “para eso sirve, para olvidar”.
De ninguna manera vamos a olvidar lo que las élites del procés hicieron.
No olvidaremos que el 1-O fue una estafa antidemocrática. No solo por su flagrante ilegalidad, sino porque intentó imponer la secesión a una mayoría de catalanes que la rechazaban. Utilizando la participación en el referéndum, de solo el 38% del censo, como un “mandato” que se debía imponer al resto, el 62%.
No se va a borrar de nuestra conciencia que las élites del procés, especialmente Junts y Puigdemont, son una casta reaccionaria. Frente a quienes pretenden que los incluyamos en una “mayoría progresista” o incluso, como afirma Jaume Asens, alto dirigente de Sumar, le otorgan a Puigdemont un falso carácter “de izquierdas”.
Son quienes han impuesto en Cataluña los mayores recortes en la sanidad y la educación públicas. Tienen en su ADN la marca de la corrupción del 3%. Puigdemont defiende la misma política económica que Ayuso. Y en muchos aspectos Junts mantiene ante la inmigración la misma posición xenófoba que Vox.
Vamos a tener muy presente que esas élites del procés no solo intentaron atacar la integridad territorial, algo que es delito en todos los países de la UE. Sobre todo perseguían dividir y enfrentar al pueblo, a los catalanes entre sí y a estos con el resto del pueblo español. Una división que beneficia a quienes pretenden imponernos más recortes.
Y por supuesto no vamos a olvidar su carácter vendepatrias, tan antiespañol como anticatalán. Para abrir paso a la independencia no dudaron en recurrir a “padrinos internacionales”. Entablando tóxicas relaciones con la Rusia de Putin. Y llamando a la puerta de EEUU, ofreciendo a Cataluña como una base de la OTAN.
Estas son las élites del procés. Este es su verdadero rostro.
Una cosa es aprobar una amnistía para “desinflamar” o “normalizar” la situación en Cataluña. Como hicieron con éxito los indultos. Y otra olvidar lo que hicieron los Puigdemont y cia para blanquear su imagen. Rebajando nuestras defensas.
Los derrotados
Las élites del procés han sido derrotadas. Han perdido, y hemos ganado los que defendemos la unidad. Si no es desde aquí no es posible defender la amnistía.
Es falso el clima de opinión de que “ha ganado Puigdemont” o que “Junts determina la política española”.
Al aceptar la amnistía Puigdemont y Junts han “pasado por el aro”, acatando que ya no pueden volver a 2017.
El Puigdemont de hoy es otro muy diferente al que hace no tanto se negaba a cualquier colaboración con el gobierno español, y llamaba traidores a ERC por adoptar la misma posición “pragmática” que hoy ha pasado a defender el líder de Junts.
Las élites del procés han sido derrotadas, y hemos ganado los que defendemos la unidad
Es sintomático que los sectores más radicalizados del independentismo, representados por la ANC, los que siguen defendiendo “aprobar una independencia unilateral”, sean los que hoy califican a Puigdemont de traidor.
La derrota de las élites del procés, especialmente de Junts y Puigdemont, es obra en primer lugar de la movilización popular, del rechazo activo en la sociedad catalana a la fragmentación.
Es significativo que, según el Centre d´Estudis d´Opinió, el CIS catalán, solo un 10% de los catalanes defienda hoy una independencia unilateral. Y los partidos que defendieron el procés vienen de unas generales donde perdieron un tercio de los votos, cayendo a un mínimo histórico de respaldo social.
Estamos en mejores condiciones para defender la unidad, y por el contrario los que impulsan la fragmentación, las élites del procés, están en su peor momento.
Por eso es tan importante que no puedan ganar con el relato de la amnistía lo que han perdido en los hechos.