El Observatorio

«Slumdog Millionaire»: un bombón envuelto en papel de estraza

«Me gustarí­a que el filme fuera visto como una carta de amor a sus habitantes», ha dicho el director británico Danny Boyle (el aclamado director de pelí­culas como «Trainspotting») antes y después de que su pelí­cula «de bajo presupuesto», «Slumdog Millonaire», se hiciera el domingo pasado con una cosecha impresionante de estatuillas de Hollywood, una cosecha reservado sólo para un puñado de pelí­culas «elegidas» en la historia del cine. Los «habitantes» a los que se refiere Boyle son, claro, los habitantes de esa metrópoli infinita que la mayorí­a aún conocemos por el nombre de Bombay, aunque oficialmente se llama ahora Mumbai, capital económica de la «nueva» India emergente y sacudida hace sólo unas semanas por un estremecedor ataque terrorista.

En realidad caben ocas dudas sobre la trastienda de una película que es descaradamente una fábula clásica sobre el tránsito desde la miseria y el abandono hasta la conquista de la riqueza y el verdadero amor. Pero aunque la sustancia de la fábula es un poco manida, engatusadora y maniquea, sin embargo hay que reconocer que el “envoltorio” narrativo del filme no carece de interés y de mérito, de unas dosis de suspense inteligentemente dosificadas y de una emotividad sabiamente contenida por el realismo con el que Boyle trata de sumergirse en la cruda realidad de una caótica y bulliciosa ciudad de 16 millones de habitantes, de los que más de la mitad habitan en un mísero mar de chabolas.De modo que el director intenta (y a ratos consigue) bordear el “pastelón” que anida en el corazón del relato con el método tradicional de la narrativa de cuentos occidental: es decir, abordando la mísera realidad con imágenes y situaciones crudas y no eludiendo ni la violencia ni la crueldad. No nos olvidemos de que a Pulgarcito sus padres lo abandonan en el bosque porque eran pobres y no tenían para darle de comer: si eso no es dureza y crueldad…La película cuenta las peripecias de Jamal, un chico crecido en los barrios más míseros de la gigantesca y bulliciosa metrópoli que, por un conjunto de azares sorprendentes, acaba triunfando en el concurso de televisión “¿Quién quiere ser millonario?” y embolsándose la escalofriante cifra de veinte millones de rupias, dinero suficiente para convertirse “en un rajá”.La extraordinaria e increíble pericia de Jamal a la hora de responder las preguntas hace sospechar a los organizadores del programa y a la policía de que se trata de un fraude. Y es en el duro interrogatorio policial al que lo someten cuando, a través de una sucesión de flash back, vamos conociendo y desgranando, simultáneamente, la dura y trepidante existencia de Jamal hasta llegar al programa, y la evolución paralela de la India y de Bombay, en plena eclosión económica.Rodada íntegramente con actores de la “factoría” de Bollywood (la industria cinematográfica india, que compite y supera al propio Hollywood en cantidad de producciones, aunque raramente consigue traspasar el mercado asiático), “Slumdog Millonaire” no deja de ser una producción eficaz, tamizada por una inevitable visión occidental, por dilemas manidos (¿qué es más importante, el dinero o el amor?) y una compasiva mirada de esperanza. Un bombón envuelto en papel de estraza, que es lo mejor que Hollywood ha encontrado para descargar una lluvia insólita de estatuillas, tras la que seguramente anida también el poco cinematográfico propósito –del que ya hablábamos ayer– de lanzar un “guiño” a la India, un país al que Obama necesita como aliado “desesperadamente”.

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