Siria: más de 100 muertos en un ataque con armas químicas.

Al menos cien personas han muerto y unas 400 han sido atendidas con síntomas de asfixia tras un supuesto ataque químico perpetrado cerca de la localidad siria de Jan Sheijun, situada en la región de Idlib y controlada por las fuerzas rebeldes. EEUU y la UE acusa al régimen de Al Assad, que niega tajantemente la autoría y la posesión de armas químicas.

El más brutal ataque con armas químicas desde 2013. Según las ONGs humanitarias de la zona, se registraron más de 40 ataques desde las 6.30 de la mañana, y que entre los objetivos alcanzados figura un hospital. El panorama después del ataque, con heridos asfixiados y muchos con espuma saliendo de sus bocas, indican que ha sido un ataque con gas. En declaraciones telefónicas a la agencia Efe, el director del opositor Centro de Información de Idleb, Obeida Fadel, afirmó que los aparatos eran aviones de tipo Sukhoi 22 y bombardearon barrios residenciales de Jan Shijún con proyectiles que contenían gas sarín. “Poco después del ataque, comenzó a expandirse un olor a gas por la ciudad”.

La oposición, junto a EEUU y la UE acusan al gobierno de Damasco, que niega la mayor. «Ni los aviones sirios ni los rusos han empleado nunca armas químicas en su lucha contra el terrorismo», dice una fuente militar del régimen de Al Assad.

La masacre del suburbio de Guta, en la provincia de Damasco, perpetrada con armas químicas el 21 de agosto de 2013, segó la vida de 1.400 personas y dejó 3.000 heridos, siendo el peor ataque químico en 25 años. Su autoría es fuente de una intensa controversia. EEUU acusó al régimen de Al Assad, que a su vez denunció que eran los rebeldes armados por Washington los que habían efectuado la matanza, para incitar a la intervención de la OTAN para derribar al gobierno. La crisis entonces se saldó con un acuerdo entre Rusia y EEUU en el que Damasco tuvo que entregar y destruir sus reservas de armas químicas. ¿Las entregaron todas?

Por otra parte, las consecuencias políticas de este abyecto crimen obligan a pensar en todas las posibilidades. Hace unos días, varios miembros del gabinete de Trump han dado indicios de un posible cambio de postura frente a la defendida por el Gobierno de Obama sobre cómo afrontar el conflicto sirio. Frente a derribar el régimen de Al Assad, Rex Tillerson, dijo que su futuro lo deben decidir los sirios. El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer admitió que sería “absurdo” que EEUU insistiera en la salida de El Assad dada la “realidad política” de ese país.

Pero las dimensiones de este ataque con armas químicas pueden hacer que esa orientación dé un giro de 180º. Tras la masacre, Spicer ha dicho que el ataque e “no puede ser ignorado por el mundo civilizado” y que es consecuencia de la “debilidad” e “indecisión” mostradas por la política de Obama para Oriente Medio. Es posible que los sectores más belicistas y agresivos del hegemonismo vayan a utilizar la reaparición de las armas químicas en la guerra de Siria para lanzar una nueva ofensiva, que reequilibre para los intereses norteamericanos el menguante papel que Washington juega en Oriente Medio frente al avance de la influencia rusa o iraní.

Pero sea como sea, en este juego de ajedrez sangriento y enmascarado, de grandes potencias en Siria y Oriente Medio, las víctimas y los rehenes son los millones de sirios que sufren las más indecentes atrocidades y que ven como la barbarie no se acaba nunca.