Oscars 2012

¿Sin palabras?

La gran triunfadora de los Oscars, «The Artist», es una pelí­cula muda y una nostálgica revisión de un mundo que agoniza «el del cine sin palabras- ante el í­mpetu de cambios inevitables. ¿Arriesgada propuesta? ¿O metáfora de que Hollywood se ha quedado «sin palabras» ante la realidad, y expresa su temor ante un momento de cambio global?

¿”Cualquier tiempo pasado fue mejor”… para quién?

Una película muda y en blanco y negro triunfa en los Oscars.

Aparentemente, se trata de una propuesta radical, que ante el empuje de un cine excesivamente tecnologizado y que solo busca la rentabilidad inmediata, apuesta por recuperar las esencias del arte de contar historias a través de la imagen.

En realidad, el asunto es mucho más prosaico. En la ceremonia de los Oscars, no se sabía si felicitar a Michel Hazanavicius, el hasta ahora desconocido director de “The Artist”, o a Harvey Weinstein, el todopoderoso fundador de Miramax.

No es que los miembros de la academia norteamericana se “hayan conmovido” ante una película muda, sino que uno de los más poderosos estudios lanzó una agresiva campaña para que “The Artist” se convirtiera en la gran favorita de los Oscars.

La lista de premiados de los Oscars de este año es una radiografía, mucho más fiel de lo que puede parecer a simple vista, de la posición de la superpotencia norteamericana ante el rumbo que está tomando el mundo.

Las dos grandes triunfadoras, “The Artist” y “La invención de Hugo”, son dos miradas nostálgicas y retrospectivas hacia el pasado. Y que se centran en el mismo cine, bien en la invención del séptimo arte, bien en el tránsito del mudo al sonoro.

Mirar hacia dentro y no hacia fuera. Mirar al pasado y no al presente.

Porque hoy – y “allí fuera”, es decir en el panorama global- las cosas quizá están cambiando a un ritmo demasiado rápido para EEUU. Y Hollywood no tiene todavía respuesta ante los cambios.

Scorsese fue uno de los cineastas que en los años setenta ofreció una salida al cine norteamericano. Y lo hizo mirando a la realidad de frente. Tras el cataclismo sísmico de la derrota en Vietnam, un grupo de cineastas –desde Scorsese a Coppola- buscaron nuevas historias hurgando en las heridas abiertas en la sociedad norteamericana.

Ahora, Scorsese nos ofrece una “evasión” de la realidad, una mirada nostálgica hacia el pasado, un autohomenaje al cine que le permite esquivar las contradicciones del presente.

Por eso “La invención de Hugo” no acaba de funcionar. Es perfecta desde el punto de vista formal, despliega, utilizando sabiamente las tres dimensiones, una aplastante imaginación visual.

Pero Scorsese, como todos los grandes cineastas, no está hecho para refugiarse en el pasado, sino para mirar de frente al presente.

Y eso es precisamente lo que Hollywood parece negarse a hacer. El mundo está cambiando, y demasiado deprisa para ellos.

La crisis de Wall Street, la irresistible emergencia de países que escapan al dominio norteamericano, la nueva distribución del poder mundial en la que Washington ha dejado de tener las cartas marcadas…«Lo que no se permite en Hollywood es que las “denuncias” se salten los límites»

Son demasiados cambios, y demasiado rápidos. Y Washington no parece tener una respuesta convincente ante ellos. No la tiene a nivel político, y tampoco parece tenerla en el ámbito de la cultura de masas, que Hollywood ha explotado durante décadas.

Si una película muda triunfa, quizá es porque Hollywood se ha quedado “sin palabras” ante los cambios. Si se mira tanto hacia el pasado, a lo mejor es que se quiere evitar mirar a un presente que asusta.

Los Oscars no dan una puntada sin hilo. Sería ingenuo pensar que una plataforma mediática de este calibre sólo está pensada como fenómeno cultural. Las películas premiadas siempre son un altavoz del mensaje que EEUU quiere lanzar al mundo, o una foto fija de los movimientos en el corazón del imperio.

Y quizá lo más importante de este año es que el imperio no tiene todavía una respuesta convincente ante lo que está pasando el mundo.

Pero a nosotros los cambios no nos dan miedo. Si Washington teme que las profundas transformaciones que se anuncian minen su autoridad imperial, los pueblos del mundo los vemos como una oportunidad.

Nosotros si tenemos muchas cosas que decir. Lo importante es que sepamos aprovechar la oportunidad.Los límites de la denuncia

Todo tiene sus límites. Eso es lo que todo poder tiene muy claro. También el cine norteamericano.Hay que dejar espacio para la “denuncia”, pero procurando que no cruce los límites permitidos.

Se puede premiar a un corto como “Salvando caras”, de la realizadora paquistaní Sharmeen Obaid-Chinoy, una denuncia de las agresiones machistas contra las mujeres cuyas caras son desfiguradas con ácido por maridos criminales.

Es además conveniente, pues ofrece una imagen, convenientemente publicitada, de las barbaridades criminales cometidas en Afganistán, Paquistán u otros países árabes, a los que Washington ha pretendido “civilizar” a golpe de guerras.

Pero no es conveniente premiar a películas como “Una vida mejor”, una denuncia sobre la hiperexplotación de los once millones de mexicanos que residen de manera ilegal en EEUU.

El cuchillo no puede cortar tanto

También es absolutamente conveniente que los premios se los lleve la edulcorada biografía de Margaret Thacher, que elude convenientemente los aspectos más controvertidos de una figura demasiado vinculada a Washington.

Y no la ácida y punzante visión de Hoover, el fundador del FBI, ofrecida con mano maestra por Clint Eastwood.

No se puede apuntar tan cerca del corazón del imperio. Eso es excesivo, incluso para el “cine de denuncia”.

Los límites están marcados también para las grandes estrellas.

Si eres George Clooney puedes hacer “cine de denuncia”. Porque vas a señalar hacia las “imperfecciones” de un sistema que podemos mejorar. Y porque apoyas a Obama frente a Bush y, al fin y al cabo, todo queda en casa.

Pero si eres Sean Penn, y te atreves a confraternizar con Chávez, Evo Morales o Fidel Castro, a denunciar el imperialismo norteamericano, y no sólo los “excesos de Bush” o a respaldar a Argentina frente a Londres, exigiendo la devolución de las Malvinas… Entonces ya no eres un “valiente director de denuncia”, sino que quedas rebajado a la categoría de “bocazas” de Hollywood.

Siempre ha habido clases. Siempre ha habido límites. También para las “denuncias”.

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