Pruebas de resistencia a la banca

¿Sin novedad, señora baronesa?

En una mezcla de complacencia y autoengaño, el BCE ha decretado, pese a todas las evidencias en sentido contrario, la buena salud del sistema bancario europeo. Un ejercicio que, más que a la verdad, recuerda a aquella canción que a principios de los años 40 popularizó el grupo Los Xey: «¡No hay novedad, señora Baronesa! No hay novedad.

Solo pasó que anoche le robaron las perlas de su gran collar. Y que también un terremoto a la techumbre hizo volar. Por lo demás, aquí no pasa nada ¡No hay novedad, señora Baronesa! No hay novedad. Solo pasó que un rayo cayó anoche y el palacio hizo un solar. Y que después lo que quedaba se lo ha llevado el huracán. Por lo demás, esto es un paraíso. No hay novedad, señora Baronesa, no hay novedad”.

Sin embargo, al mismo tiempo, la formidable base de datos que ha recopilado el BCE para hacer las pruebas es, a juicio de los expertos, un elemento de primer orden para ver que todo no va bien, señora Baronesa, en la gran banca europea.

¿Qué condiciones puso el BCE, en sustancia, para que los bancos pasaran con nota las pruebas? Que fueran capaces de mantener un colchón de capital, de fondos propios, superior al 8% del total de activos calificados de riesgo en el escenario económico llamado “central”, es decir, el más previsible de acuerdo con los datos macroeconómicos proporcionados por la Comisión Europea para la economía de la zona euro en los próximos años. Y que este colchón fuera superior al 5% de los activos de riesgo en el escenario “adverso”, que prevé una contracción prolongada, una inflación débil y el mantenimiento de unas tasas elevadas de paro.

Pero, y esta es la pregunta del millón, ¿quién y cómo decide cuáles son los activos “sanos” y cuáles los activos de “riesgo” de cada banco?

Porque de esta decisión depende, en última instancia, la salud o no del banco, su solvencia ante situaciones de estrés.

Pues bien, de acuerdo a los criterios establecidos en Basilea II, son los mismos bancos los que aseguran que tienen buena salud. Ellos son los encargados de evaluar de su total de activos cuáles son de riesgo y cuáles no.

Sin embargo, de acuerdo a los datos facilitados por los propios bancos al BCE, ¿qué ocurriría si la crisis tiene un brusco rebrote en Europa, una tercera recesión o una caída en la deflación con la que llevamos coqueteando desde hace meses?

Pues, sencillamente, que 76 de los 130 bancos evaluados entrarían en quiebra a poco que los activos totales –y no sólo los calificados como de riesgo por los propios bancos– registrados en sus balances (acciones, títulos de deuda, inmuebles…) empezaran a perder valor o la demora en sus créditos creciera sensiblemente. Y no estamos hablando de bancos menores. Entre ellos estarían desde el gigante alemán Deutsche Bank hasta los franceses BNP Paribas, Credít Agricole o Société Generale, pasando, por supuesto, por los grandes bancos españoles.

«El BCE ha decretado, pese a todas las evidencias en sentido contrario, la buena salud del sistema bancario europe»

Todos ellos, en caso de enfrentarse a una situación en la que, por ejemplo, el valor de sus activos totales cayeran un 5%, sencillamente no dispondrían de fondos propios, de capital necesario para responder por esas pérdidas y caerían en la insolvencia. Es decir, 76 de los mayores bancos de la zona euro están en riesgo de caer en la bancarrota en una situación de grave empeoramiento de la situación económica. Y con Alemania, Francia e Italia –las tres mayores economías de la eurozona– actualmente estancadas o en recesión, no estamos hablando de una perspectiva imposible.

Lo que los datos ofrecidos por el sistema bancario europeo para las pruebas de estrés –al margen de la optimista valoración del BCE– ponen de manifiesto es que ninguno de los llamados bancos sistémicos son inmunes, al contrario, son francamente vulnerables, a una nueva crisis bancaria.

Y este es, de fondo, la razón que explica cómo a pesar de su aparente buena salud, ninguno de ellos ha puesto en marcha el mecanismo del crédito, a pesar de las ingentes inyecciones de liquidez proporcionadas por el BCE en los últimos 4 años.

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