Salud

Sin Médicos de Familia

Como suele pasar últimamente y año tras año, los aspirantes que han obtenido mejores notas para acceder a la formación especializada han elegido disciplinas de prestigio: cardiologí­a, pediatrí­a, dermatologí­a… pero no familiar y comunitaria. A estas alturas existe un déficit en el primer nivel asistencial preocupante. Uno de los factores fundamentales son las condiciones de trabajo, pero no deja de llamar la atención que la columna vertebral de nuestro sistema sanitario esté «vací­a de vocaciones».

Según Barbara Starfield, catedrática de Políticas Sanitarias de la Universidad Johns Hokins de Baltimore (Estados Unidos) el número de especialistas de dicho escalón sanitario debería suponer la mitad del total de médicos, cifra que la Organización Mundial de la Salud (OMS) eleva ligeramente, situándola en el 60%. España está lejos, muy lejos de esa relación. Según Verónica Casado, presidenta de la Comisión Nacional de Medicina Familiar y Comunitaria, el 37,2% de los médicos que ejercen en nuestro país lo hacen en este ámbito – María Sánchez-Monge para El Mundo – Lo que se percibe, y por cierto, la realidad, es que los profesionales están mal pagados, son sometidos a mucha presión, con poco tiempo y muchos pacientes, cargados de guardias, y con mayor porcentaje de bajas por depresión, pues estando expuestos en mayor medida a la relación directa con la gente, viven los problemas y su impotencia para solucionarlos. Alguna de las soluciones apunta a la mejora de la “imagen” de la especialidad, señalando la solución con la inclusión de una asignatura sobre medicina de familia en la carrera. Pero la primera traba es la propia orientación del servicio sanitario, que empieza en su formación académica. No se concibe la sanidad como un ente global de prevención y asistencia, sino como una suma de especialidades que atienden las patologías en el campo que le corresponde a cada una. La prevención implica el contacto a pie de calle con los pacientes, conocer sus costumbres, su historial, su ambiente familiar e, incluso, manera de ser. No se trata solo de evaluar y establecer planes de prevención globales, sino de tratar las particularidades y “conectar” con ciudadanos que acuden a depositar su confianza en un tema tan sensible y sentido como es la salud, propia o de tu gente. Por otra parte está el prestigio social, indudablemente ligado a las condiciones laborales, pero no exclusivamente. También los medios, la infraestructura y la organización sanitaria juegan un papel fundamental: salvo para cuestiones rutinarias o de importancia menor, el médico de familia se presenta como el paso imprescindible para acceder a los medicamentos necesarios para tal o cual tratamiento, o para ser derivado al especialista que, se sabe, dispone de los medios precisos para proporcionar la atención requerida. Cuando lo que ocurre, la realidad, es que el primer escalón del sistema sanitario es el más vital de todos, el que tiene una perspectiva de conjunto y un contacto personal diario con la gente; una posición privilegiada para evaluar y un auténtico termómetro de diagnóstico.Un documento reciente de la semFYC valora que existen hasta 23 actividades que no son propias de un médico de familia en la consulta diaria y que los profesionales deben resolver: justificantes de asistencia o ausencia laboral por motivos de salud, la emisión de recetas prescritas en el ámbito privado, las peticiones de transporte sanitario y los informes para la declaración de minusvalías o para poder acudir a un balneario. – María Sánchez-Monge para El Mundo – A parte de las posibilidades en la medicina privada que esta especialidad no proporciona, desde la propia carrera se condena al médico de familia. Solo 15 de las 35 facultades de Medicina españolas consideran la medicina familiar una asignatura troncal. Pero como decíamos, no puede ser de otra manera si no se cambia la orientación general: No solo curar, sino evitar que se caiga enfermo, mejorando la calidad de vida

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