Ventana Poética

¿Simple fantasí­a o pura realidad?

Iniciamos esta nueva sección de poesí­a con tres retazos de un conocido poeta desconocido. Juan Carlos Torres es profesor del Conservatorio de Madrid, presidente de los Ateneos XXI y un comunista militante que rasga la realidad con fantasí­a de materialidad asombrosa. Un primer paso en lo que ha de ser una ventana a la poesí­a de nuevos y viejos creadores, de grandes figuras y poetas sin voz. Un espacio desde el que recorreremos la historia de la poesí­a y su valor universal, su papel a contracorriente como espejo del alma de los pueblos.

Asomarse a la oesía de Juan Carlos Torres es como contemplar una noche de luna nueva. Oscura, surge de las más recónditas pulsiones del ser humano para estallar en un vómito contra la opresión, no solo exterior, sino contra los dolorosos barrotes internos. Y, sin embargo, lo hace con un verso limpio, desnudo, casi minimalista. Sensaciones imposibles, visiones extraordinarias, ensoñaciones vividas… ¿Simple fantasía o pura realidad? Este es el enigma que nos presenta el poeta a través de sutiles paradojas. I Pasillos largos. De principio a fin fluorescentes asfixiando aire. De principio a fin camas esperando autopsia. De principio a fin huellas gesticulando He recorrido cuarenta pasillos no he encontrado la habitación. Y advierto que no hay cuarenta pasillos ¡han sido cuarenta veces! un solo pasillo recorrido vez tras vez. Ya no busco la habitación una habitación es un pasillo comprimido. Salgo de este gran tubo de ensayo infectado de puertas vacías lleno de nadie. II La voz me agujereaba cada mañana y hasta la mañana siguiente me tambaleaba por dentro y agarraba cualquier botella para no desplomarme Nunca era suficiente carne para la voz-ansia. Las cifras se desencajaron mi cara se volvió de fieltro me subieron al décimo piso última puerta al fondo. La voz-taladro me esperaba y a cinco centímetros de mi espalda partió el aire con su juicio inexorable: estresquizofreniansiedadepresioneurosis qué prefiere. Me di la vuelta y le tiré por la ventana. Cayó despacio no hubo impacto ni reventó. Dónde escondía el bufido este espantapájaros. III La inquietud se hizo obsesión: conocer el origen del temblor. No podía abrazar escribir decir adiós. Afirmaban genes tara fórceps. Y yo leí leí busqué. Pero la razón quedó desnuda porque yo fui descubierto. Nunca di patadas a mirones sorprendidos que clavaban compasión en mis espaldas. Nunca chillé a las caras bien peinadas que agarraban mis manos convulsas. ¡Brotad manos! temblad siempre agitadme las ideas en este espacio espesado. Nací con miedo a tocar. Tocar era quebrar quebrar era perder perder quizá morir. La realidad era tan pura que bastaba mirar oír oler. Miedo era emoción emoción era milagro vida intacta: respirar un rostro escuchar la roca contemplar un aire. Sentir las cosas sin rozarlas. Por qué ocultaba mis benditas manos si temblaban de gozo.

Deja una respuesta