Verano de incendios

Si no se barre, se acumula pólvora

En 2008, uno de los mejores años que se recuerdan, ardieron en España 41 mil hectáreas frente a las 86 mil del año anterior. Ahora, tras siete meses de 2009, se han superado ya las 41.500 hectáreas. Destaca Catalunya, donde se han quemado 12 veces más superficie que en todo el año pasado, 7.500 frente a 600 hectáreas respectivamente. En Navarra han ardido cerca de 1.300 hectáreas en la provincia, la mayor superficie arrasada desde 1989.

De los últimos incendios forestales que se han roducido en Castelló, Tarragona y Teruel, el más grave, sin duda, ha sido el de Horta de Sant Joan (Tarragona), que afectó 1.140 hectáreas y ha dejado atrás cinco bomberos muertos. En la provincia de Teruel han ardido 10.000 hectáreas y ha muerto un bombero. Precisamente en Horta de Sant Joan, aunque no solamente ahí, los vecinos han criticado que no se les dejase participar en la extinción. En otro incendio de l’Alcalatén, los pastores y masovers se quejaron públicamente del nulo caso que se les hizo cuando trataron de realizar alguna observación sobre la extinción o las características del monte. Desde hace años, en la Comunitat Valenciana y también en Catalunya las autoridades evitan la participación de voluntarios en la extinción del fuego porque, dicen, no aportan objetividad y criterios profesionales. Ni en Onda, ni en Segorbe, ni en la Vall de Gallinera, ni en Horta de Sant Joan los voluntarios contra el fuego han jugado papel alguno. Pero sin duda, no se debe generalizar. En Cantavieja (Teruel) o Fortanete sonaron los altavoces municipales y decenas de vecinos voluntarios arrimaron el hombro con los bomberos día y noche. Alejar a gente de la prevención y extinción de los incendios, dejarlo en manos de empresas y exclusivamente de los cuerpos de élite comunitarios, no parece una buena política. La cuestión de las causas de los incendios retorna, como cada año, una vez más, para encontrar las mismas explicaciones. En 2008, torno a la mitad fueron intencionados, mientras que el 24% se debió a una negligencia. Que existan diferentes focos no significa siempre intencionalidad sino que el viento arrastra brasas que prenden en otros lugares. El cambio en la Ley de Montes, que impide la recalificación de los terrenos arrasados, ha hecho perder peso a los intereses urbanísticos tras el origen de los fuegos. El año pasado de hecho se apreció un sospechoso paralelismo entre el descenso de la actividad constructora y el descenso de los incendios. Un efecto parecido podría jugar la mayor importación de madera sobre los incendios provocados en zonas como Galicia, donde el 73% de los fuegos son en monte abierto, garantizando a la industria maderera el suministro de madera quemada, materia prima barata para la fabricación de aglomerados y pasta de papel. Se sabe que el 98% de los incendios son por razones ajenas a la meteorología o las condiciones naturales, llámese quema agrícola descontrolada o para uso del pastoreo, los descuidos o negligencias, la acción criminal de pirómanos y la revalorización urbanística. El abandono del medio rural y forestal es auténtica pólvora que multiplica la gravedad de los incendios. La falta de cuidado, el abandono de bosques, del pastoreo y los campos de cultivo por su falta de rentabilidad (ha visto reducida la inversión un 46% en 3 años) y la repoblación con especies altamente combustibles como es el pino o el eucalipto, lo que hace de las zonas rurales auténtica pólvora para cualquier pequeño incendio.

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