Corea del Norte advierte a la ONU de que responderá a cualquier sanción

«Si hay sanciones habrá represalias»

«Si el Consejo de Seguridad toma alguna decisión al respecto, la consideraremos una invasión de nuestra soberaní­a y tendrá consecuencias firmes», ha dicho el embajador norcoreano Pak Tok Hun a la salida de una reunión de la Asamblea General. El diplomático de Pyongyang reiteró la versión de su gobierno: «todo el mundo conoce la diferencia que hay entre un misil y un satélite», y ha recordado que todos los paí­ses «tienen el derecho de aprovechar el espacio exterior de manera pací­fica», como hacen muchas naciones desarrolladas, y que impedí­rselo a su paí­s no es justo.

El cruce de acusaciones, lejos de remitir, aumenta desués de que Corea del Norte decidiera lanzar un cohete el domingo, que cruzó el cielo japonés de este a oeste. EEUU, Japón y Corea del Sur acusan al régimen de Kim Jong-il de haber hecho la tercera prueba de un misil balístico intercontinental, el Taepodong-2, capaz de llegar a las costas de Alaska o Hawai. Tal hecho, dicen, constituye una violación directa de la resolución 1.718 del Consejo de Seguridad, adoptada en octubre de 2006, en la que se prohíbe a Corea del Norte realizar cualquier tipo de actividad relacionada con su programa de misiles balísticos. Pyongyang lo niega tajantemente y afirma haber lanzado un satélite de comunicaciones de uso pacífico, alegando que no ha roto ninguna prohibición y que está en su derecho de utilizar el espacio. La batalla propagandística también se extiende al éxito o al fracaso del lanzamiento. El gobierno norcoreano ha celebrado como un gran éxito nacional la puesta en órbita del satélite, pero las agencias militares de EEUU y Rusia lo desmienten tajantemente, diciendo que el Taepodong habría fracasado en su tercera prueba y habría caído en algún punto del Pacífico. Para la opinión pública mundial no hay de momento manera de saber quién miente.Pero el éxito o no del lanzamiento, o si su carácter civil o militar ha pasado ya a un segundo plano. Lo que importa a la diplomacia norteamericana es el claro carácter de provocación –dirigida principalmente no a Seúl o a Tokio, sino a Washington- del proyectil. El stablishment es casi unánime en clamar por sancionar a Pyongyang.Pero no lo es el Consejo de Seguridad de la ONU, que cerró el pasado domingo una reunión de emergencia sin lograr tomar ninguna decisión sobre qué respuesta darle al régimen norcoreano. Los cinco miembros permanentes del máximo órgano de la ONU (China, Rusia, EE UU, Francia y Reino Unido) y Japón han pospuesto hasta el miércoles una segunda ronda de contactos para intentar acordar una reacción conjunta a las acciones norcoreanas. A la posición tajante de EEUU, Japón y los europeos se opone la de China y Rusia, que alegan que una condena a Pyongyang podría dañar gravemente las negociaciones a Seis Bandas de las que forma parte Corea del Norte, que tienen como objetivo que ésta limite y de marcha atrás en su programa nuclear. El gobierno norcoreano de momento se siente fortalecido, y lanza este nuevo envite. “Si ustedes me sancionan, tomaré represalias”. La Casa Blanca ya sabe que le están testando, y la diplomacia inteligente de la Secretaria de Estado se enfrenta a un nuevo examen: cómo lograr que el régimen norcoreano no gane el pulso sin elevar la tensión en una zona donde chocan las áreas de influencia de las dos potencias más importantes del mundo: EEUU y China.

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