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Los dirigentes que fundaron el régimen de Vichy justificaron su colaboración con los nazis en nombre de salvar a Francia de su «estado de decadencia». El diputado por Cuenca del PP en el Congreso, José María Beneyto, acaba de ponerse a su misma altura al afirmar que «si al final hay una intervención, tampoco es el apocalipsis. Habrá que vivir con ello».
¿Qué no es el apocalipsis? Tal vez, pero porque es directamente el infierno.
Y si no que le pregunte el señor Beneyto al parado griego que saltó al vacío hace sólo unos días, cogido de la mano de su madre con alzheimer, por no disponer de recursos para tratar su enfermedad o ingresarla en una residencia. O a los presos de las cárceles de Atenas, para los que vecinos y familiares han tenido que organizar cocinas populares para llevarles comida porque, abandonados por el Estado siguiendo las directrices de la troika, están literalmente desfalleciendo de hambre. «¿Qué no es el apocalipsis? Tal vez, pero porque es directamente el infierno.»
En nombre de que España “no tiene liquidez”, el señor Beneyto justifica la intervención y está dispuesto a todo, desde entregar la soberanía nacional y el gobierno del país a potencias extranjeras hasta, como él mismo ha dicho, “cruzar una serie de líneas rojas del Estado del bienestar y de la estructura constitucional”.
También los colaboracionistas de Vichy cruzaron todas las líneas rojas imaginables. Como ellos, el señor Beneyto tendrá que responder, tarde o temprano, ante el pueblo español. Y los afiliados y votantes de PP, en su inmensa mayoría patriotas y no vendepatrias como el señor Beneyto, deberían ser los primeros en pedirle cuentas.