Una vez pasada la explosión de júbilo popular tras la conquista del campeonato mundial de fútbol por la selección española, el inminente debate sobre el estado de la nación va a escenificar aparentemente el ritmo, las etapas y la correlación de fuerzas en que se va a desarrollar durante los próximos meses el plan de rebajas salariales y recortes sociales impuestos por el FMI (es decir, Washington) y el Deutsche Bank (o sea, Berlín) contra el 90% de la sociedad española.
Todos brujos Haciendo un símil futbolístico, odríamos decir que si España ganó a Holanda por un gol a cero, la oligarquía y el imperialismo han conseguido marcar ya un gol (el decretazo de Zapatero contra pensionistas y funcionarios), han lanzado dos balones al poste (la reforma laboral y la reestructuración de las Cajas de Ahorro) y se disponen a lanzar un penalti: el alargamiento de la edad de jubilación, el aumento de los años de cotización para calcular su cuantía y un trasvase masivo de dinero desde los salarios de los trabajadores hacia los fondos privados de pensiones en manos de la gran banca mundial. Y sin embargo, el partido no está, ni mucho menos, perdido. Nadie debe confundirse, el debate sobre el estado de la nación en el que los medios de comunicación van a tratar de concentrar nuestra atención en los próximos días difícilmente va a aportar nada relevante, más allá de las habituales trifulcas entre PSOE, PP y CiU por ver cual de ellos se ofrece como mejor y más eficaz gestor de los planes de ajuste contra el pueblo diseñados por la oligarquía y el imperialismo. Por decirlo de una forma gráfica: todos ellos son brujos. Y de una reunión de brujos quizás pueda salir algo provechoso para el demonio, pero desde luego nada bueno para el 90% de la población. Chispazos de energía Y sin embargo, en las filas del pueblo, pese a la engañosa apariencia de estar todavía descolocados en el terreno de juego y verse desbordados continuamente por las ofensivas y ataques de nuestros enemigos, empiezan a despuntar destellos, chispazos de energía que apuntan claramente en otra dirección. Si la pasada semana era la huelga de los trabajadores del metro de Madrid la que ponía de manifiesto el enorme caudal de energía y de lucha que existe entre el pueblo, esta semana otros dos acontecimientos, aparentemente pequeños, menores, pero en realidad dotados de una gran significación y un potencial formidable, han hecho su aparición en escena. El primero de ellos es que la persistencia ya de cuatro semanas en las concentraciones ciudadanas promovidas y apoyadas por nuestro partido en diferentes ciudades de toda España, ha empezado a horadar el espeso muro de cerco informativo con el que se pretende hacer invisible cualquier manifestación que se atreva a cuestionar que sí existe otra salida a la crisis distinta a atacar al 90% de la población, recortando sus salarios y rentas. Que en diversas ciudades de España, algunos de los medios de comunicación locales de mayor difusión e influencia se hayan hecho eco de las concentraciones, poniendo además el acento en su carácter independiente y ciudadano (“es fundamental que sea la gente la que tome la iniciativa” decía en su crónica el Faro de Vigo, el diario de mayor tirada de Pontevedra), es sólo una muestra de las enormes potencialidades que encierra esta línea y este método de lucha independiente, unitario y popular si sabemos aprovecharlas y dirigirlas adecuadamente. En un sólo día, decenas de miles de personas han conocido la existencia de unas concentraciones que, como dicen los medios en sus crónicas, son “unitarias, ciudadanas y silenciosas; sin la firma de ningún partido ni sindicato y con un único lema que cuelgan en forma de pancarta de su pecho: Yo … (trabajador, autónomo, parado ….) digo Sí a la Huelga General.” Lo que ya ha ocurrido esta semana en Vigo, Alcoy o Cocentaina puede ocurrir también la próxima en Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao, de nosotros depende. Y las decenas de miles de lectores que han conocido su existencia, y por tanto pueden unirse a ellas, pueden transformarse, de un solo golpe, en millones. Difundir y extender entre la opinión pública a través de los medios locales de todo tipo (diarios, radio, televisión,…) la iniciativa ciudadana de respuesta popular a la crisis, la existencia de un movimiento de unidad popular contra la crisis es un poderosos medio capaz de catalizar una expansión fulminante en un breve lapso de tiempo. Atreverse a dirigirnos ampliamente (y a movilizar audazmente) a la población es, como dijimos hace unas semanas, una de las claves del momento. Un Manifiesto para la acción Pero en segundo lugar, que este mismo movimiento ciudadano de unión popular que inició las concentraciones se haya dotado de un manifiesto público, crea unas condiciones inmejorables para dar un salto cualitativo en su organización y extensión. Un manifiesto que, tras denunciar la obscena acentuación de las desigualdades sociales que provocan las medidas del gobierno y exponer el programa mínimo de puntos de “redistribución, ahorro e inversión que permitan una salida a la crisis de acuerdo con los intereses de la mayoría”, llama a convertir el 29-S en una jornada de lucha “que exprese nuestro rechazo mayoritario mediante una movilización ciudadana que sea un éxito democrático por su seguimiento masivo, tranquilo y pacífico, por su carácter unitario”. Un manifiesto que sitúa unos blancos, un programa, una alternativa y unos métodos de lucha dirigidos abiertamente –a diferencia de la línea y el programa de los sindicatos mayoritarios– a unir al 90% de la población está destinado, inevitablemente a tener una enorme aceptación popular. Quien no quiera verlo, o está preso de una aguda miopía política o defiende otros intereses. Recoger decenas, centenares de miles de firmas de apoyo al manifiesto (uno de cuyos objetivos es ser publicado a toda página en algunos de los principales medios de comunicación nacionales y regionales) es un medio extraordinariamente ágil, sencillo y eficaz para hacer extender hasta los últimos rincones del país el movimiento de unidad popular contra la crisis. Por la claridad y la rotundidad de su planteamiento, por la sencillez y justeza de sus reivindicaciones, por lo democrático y lo unitario de su alternativa, el manifiesto puede convertirse de forma vertiginosa en una herramienta en manos de miles y miles de personas, que no sólo lo apoyen con su firma, sino que lo tomen en sus manos, lo hagan suyo y lo difundan activamente entre su gente, en sus barrios y pueblos, en sus centros de trabajo y estudio. Ese es –además del llamamiento general a la nación que supondrá su publicación en prensa– su objetivo más cualitativo: convertirse en un instrumento en manos de miles de personas que ahora mismo desconocemos, y que desconocen la existencia de una alternativa popular de este tipo, pero que fácil y rápidamente pueden unirse a la lucha por difundir, extender y consolidar el movimiento de unidad popular contra la crisis. Mientras ellos preparan estos días su debate sobre el estado de la nación, nosotros debemos, por nuestra parte, preparar nuestras filas para avanzar más, con mayor velocidad, amplitud y profundidad en la tarea de levantar un movimiento de respuesta popular capaz de frenar sus ataques y levantar otra alternativa. La difusión y extensión de las concentraciones a través de los medios locales y la consolidación y la ampliación del movimiento de unidad popular contra la crisis a través del manifiesto son dos herramientas poderosas, pero sólo dos de las múltiples iniciativas que podemos y debemos desplegar para ello. El partido no está en absoluto decidido. Ellos han tomado la iniciativa y nos llevan la delantera en el marcador. Pero el factor decisivo juega a favor nuestro: podemos unir al 90% contra sus ataques. De organizar nuestras propias filas y desplegar una oleada de iniciativas, entusiasmo y energía depende todo.