Cientos de miles de trabajadores están saliendo a la calle en la semana de manifestaciones convocadas para rechazar la reforma de las pensiones que propone el gobierno de Zapatero. A la primera oleada del 23-F (más de 200.000 manifestantes en Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid, Asturias y La Rioja) hay que sumar las manifestaciones en el resto de España.
Si la manifestación en Madrid del asado 12 de diciembre supuso la irrupción de la clase obrera en la escena política, después de siete años de ausencia, las manifestaciones que han arrancado este 23-F no sólo confirman esa tendencia, sino que ponen sobre la mesa política del país el enorme potencial de fuerza que encierra la clase obrera, junto a los sectores más conscientes del pueblo trabajador, cuando se moviliza. La clase obrera vuelve a ser este 23-F la columna vertebral de las manifestaciones convocadas por CCOO y UGT, poniendo de manifiesto:Primero, que Sí se puede salir de la crisis sin que tengamos que pagarla el país y los trabajadores, creando riqueza y empleo; porque sí hay una alternativa basada en la redistribución de la riqueza, poner los recursos de bancos y cajas al servicio de la economía nacional y el ahorro del Estado poniendo coto al despilfarro de las administraciones y los privilegios de las castas políticas.Segundo, que hay fuerza en el movimiento obrero que se manifiesta a la menor oportunidad. Y tercero que “hace daño” al proyecto de ajuste duro que nos quieren imponer. ¿Por qué si no ha salido el jefe de la banca, Botín, a reclamar firmeza para aplicar la reforma de las pensiones y la rebaja de los salarios? Por eso hoy, como ocurrió el 12-D, los grandes medios, portavoces de los diferentes sectores de la oligarquía, aparecen dispuestos a hacer todo lo posible para desactivar ese potencial con todo tipo de descalificaciones y minimizando las movilizaciones. Desde el “Pinchazo sindical” de El Mundo al “Aviso de guante blanco al gobierno” del diario El País, pasando por diarios como Público que cambiaron su primera referencia a las manifestaciones con “cientos de miles de manifestantes” en sus páginas de Internet para acabar hablando de “débil protesta” en sus ediciones definitivas. Una auténtica demostración de “militarización” de los medios para responder a un mismo objetivo: tratar por todos los medios de impedir que se desarrolle el potencial que encierra el movimiento obrero y esconder el auténtico significado de las movilizaciones.Saben que la irrupción de la clase obrera en la escena política contribuye decisivamente a crear nuevas condiciones, más favorables para un cambio de la situación ya que es la única capaz de articular al conjunto de las demás clases y sectores sociales en una respuesta contra la crisis, y en particular contra el draconiano plan de ajuste de la banca y los monopolios que ejecuta el gobierno. El 12-D se puso la primera piedra de un camino hacia el cambio en la correlación de fuerzas. El 23-F (y hasta el 6M) ha puesto la segunda. Y eso es lo que los grandes medios de comunicación tratan de ocultar volviendo a centrar la atención en el tema de la asistencia. Echan mano de las cifras más bajas ofrecidas por los portavoces policiales para empequeñecer las manifestaciones en sus titulares. ¿Pero por qué no resaltan que en ciudades como Oviedo (40.000), Valencia (30.000) o Alicante (15.000) las manifestaciones están a buena altura en relación a otras convocatorias? ¿Por qué no inciden en la convocatoria vergonzante de las organizaciones sindicales, la elección del día o los horarios, como el de Barcelona a las 6 de la tarde de un martes cuando muchísimos trabajadores están todavía trabajando o de vuelta de los polígonos? No es casualidad que en las dos grandes ciudades, Madrid (60.000) y Barcelona (50.000), donde más peso tiene la burocracia sindical se haya dado el menor nivel de respuesta. Mientras allí donde la burocracia sindical es menor el nivel de respuesta aumente: Oviedo, Valencia o Alicante.Pero no nos engañemos y, sobre todo, que no nos engañen. La propia asistencia corrobora los aspectos fundamentales de la fase en la que nos estamos moviendo por encima, y más allá, de las propias cúpulas sindicales convocantes. El papel central de la clase obrera y sectores más avanzados y combativos del pueblo trabajador. La expresión del runrún de indignación y combatividad acumulada en el seno del movimiento obrero. El calado cada vez mayor en estos sectores avanzados de las consignas que colocan al gobierno y la gran banca como los responsables de la crisis y de los planes para descargar sobre la clase obrera y el conjunto del pueblo trabajador los costes de la degradación de España a la “tercera división” europea que exigen las grandes potencias, Alemania y Francia sobre todo. Y sobre todo se equivocan quienes piensen que la movilización no puede pasar de aquí: esto no es más que el principio. Los propios dirigentes sindicales han tenido que advertir del peligro de extensión de las movilizaciones si no hay una retirada del “pensionazo”. Por eso es fundamental que los sectores más activos del movimiento obrero tomemos cada vez más conciencia de que sí podemos cambiar la correlación de fuerzas y la situación. Está en nuestras manos el conseguirlo siempre que mantengamos la firmeza del camino abierto el 12-D y el 23-F y desarrollemos un persistente trabajo de agrupación y organización dentro y fuera de los sindicatos.