Begoña M. Rueda

Servicio de lavandería

Con siete libros y siete premios, la joven poeta jienense Begoña M. Rueda recibe el Premio de Poesía Hiperión por su obra “Servicio de lavandería”

Begoña Moreno Rueda, conocida como Begoña M. Rueda (Jaén, 1992), es poetisa… y lavandera en el Hospital Punta de Europa (Algeciras). Su poemario ‘Servicio de lavandería’, que plasma sus vivencias durante la pandemia, ha recibido uno de los más prestigiosos galardones que se otorgan en nuestro país a los autores de menos de 35 años

¿Cómo has recibido este último premio?

Es verdad que de mis siete libros, los siete están premiados, pero no es esa la meta, sino escribir, que es una necesidad, como comer. Eso es lo que yo siento respecto a la literatura. Es un premio muy codiciado por cualquier poeta menor de 35 años, y que me lo hayan dado es un reconocimiento muy importante y me da muchos ánimos para seguir.

¿Cómo decides adentrarte en un mundo tan complicado?

La Navidad de 2016, una buena amiga vio las bases del concurso Antonio Colinas, de Ediciones de La Isla de Siltolá, para jóvenes, sin dotación económica, pero podía servirme de trampolín. Acababa de terminar mi primer poemario y resultó ganador. A partir de ahí fue un continuar presentándome a premios. Hay quien utiliza otros métodos, como enviar el original a editoriales, le funciona y le publican. No ha sido mi caso. Simplemente opto por esta vía, pero podría haber optado por otra.

Llevas muchos años escribiendo, ¿cómo llegas a publicar o componer una obra ‘publicable’?

Cualquier escritor que se precie tiene más en el cajón que publicado, y ese es mi caso. La labor de escribir consiste en describir, pulir mucho, constantemente y con un trabajo diario. La verdad es que hay días que necesito dedicarlos a leer, que es el alimento principal del poeta. Pero es un trabajo continuo, hacer y deshacer, como Penélope en la mitología.

‘La poesía sirve para comprender mejor el mundo’

¿Es la poesía un ámbito especialmente difícil en el que encontrar formación?

Es que no creo que la poesía, y lo creo de la literatura, se aprenda en una escuela. Es diferente de otros artes. A la hora de aprender a escribir, se aprende de afuera para adentro. Es como que aprendes leyendo a otros poetas y escuchando, porque la oralidad tiene un peso importante, la sonoridad, el ritmo…

En todas las ciudades siempre hay un grupo de gente que le gusta escribir y la gente se retroalimenta.

¿Tus primeras experiencias fueron en el Ciclo poético de La caja de Lot, en el Bar Tijuana de Jaén?

Sí. Dejó de existir con la pandemia y no sé si volverá. Tenía una periodicidad mensual. Todos los meses en el bar Tijuana reuníamos a poetas de cualquier parte de España. Ni cobrábamos, ni se podía pagar. Era por amor a la poesía. Yo era muy joven, los veía, los escuchaba y aprendía mucho. Cuando publiqué algo, me empezaron a invitar, pero la mayoría de las veces fui a escuchar.

¿Qué hace que la poesía sea una herramienta tan transformadora y transgresora?

Vivimos en unos tiempos en los que no gusta reflexionar. Cuesta coger un libro en vez de Netflix, y te dicen que les gusta un libro de poemas, pero es uno de esos personajes que salen como setas, que llaman poesía a estados de Facebook puestos en verso. Vivimos en la sociedad del fast food y la fast poetry. Si algo se rompe, lo tiro en vez de arreglarlo. Y eso pasa con el espíritu, con las emociones. La poesía nos ayuda a comprender mejor el mundo. Yo lo concibo así.

‘Hay gente que piensa que se escribe mejor por ser joven’

¿Hay elementos diferenciadores en los poetas jóvenes de entrecrisis?

Es cierto que yo leo sobre todo a poetas mayores que yo. Gente contemporánea hay muy buena, pero no veo diferencias sustanciales con la generación anterior. Estamos cercanos por el tiempo, y la crisis ha marcado a todo el mundo.

Por otra parte, la poesía mejora con los años. Veo muy bien que se potencie la poesía joven, y que se le dé oportunidades a los que son poetas, no a productos de editoriales que se venden como trastos del Corte Inglés. Pero la poesía es como el vino, mejora con el tiempo. Espero escribir mejor con 80 años que ahora, y hay gente que piensa que se escribe mejor por ser joven.

¿Cuáles son las dificultades para vivir de la poesía?

Puedes ser el mejor del mundo y que no te conozca nadie, ni te paguen ni un duro. El premio que me acaban de dar no tiene dotación económica, por ejemplo, algo que no importa porque mi premio es que me lea la gente. Las dotaciones te dan para aguantar dos meses. Eso o eres best seller, o un ‘poeta-seta’. No soy influencer, ni instagramer, ni soy una poeta de masas. Quiero ser de verdad, auténtica. Estoy en los inicios de mis inicios y espero, algún día, poder alcanzar la meta.

‘Cuando envías las sábanas a planta te preguntas si la gente se curará’

No se puede vivir de la poesía porque, como te digo, de las ventas nunca he percibido nada, pero tampoco estoy amargada con esto, ni que yo estuviera pidiendo una nómina. Si tengo que morir trabajando en la lavandería, no pasa nada, que yo estoy muy a gusto…

¿Qué te enamoró de la poesía?

El primer libro que me leí fue un ejemplar de Bécquer del que no comprendí nada, con 7 años. Con 14 años me leí a Juan Ramón Jiménez y me apasionó de verdad. Mi padre le decía a la maestra que cuándo nos iban a enseñar a leer, porque a mí se me caía la baba con los libros. De eso me acuerdo.

¿Qué crees que ha resultado tan impactante de ‘Servicio de lavandería’?

En 2019 empecé a trabajar en Algeciras, en el Hospital Punta Europa. Me gusta escribir de lo que vivo, aunque no siempre, como la “Canción del Bardo” que está ambientado en un imaginario medieval. En la prepandemia quería visibilizar un trabajo muy obrero y feminizado, además de las sensaciones que siento cuando toco la ropa en el trabajo, lo que me transmite, lo que me pregunto cuando empaquetamos las sábanas, cuando las envías a las plantas, si la gente se curará y saldrá adelante…

‘He querido reflejar el dolor y la esperanza de la mejor manera que he sabido’

En la segunda parte ya estábamos en el 2020 y había que reflejar el coronavirus. Consideré que era histórico y que tenía una carga poética sin precedentes. Mi intención ha sido reflejar el dolor y la esperanza de la mejor manera que he sabido.

¿De qué manera te ha influido la pandemia a la hora de escribir?

Todas mis obras están con la misma sensibilidad, pero esta, al ser más realista, diría que está escrita con mayor compromiso con el contexto histórico que estamos viviendo.

¿Tienes un plan?

Mi plan es estar sana y viva, con la que está cayendo, y tener el privilegio de permitirme el lujo de sentarme a hacer lo que me gusta. Todos los premios son bienvenidos, pero no me preocupan las criticas. Soy poeta y disfruto con mis poemas y que le gusten a la gente, que les transmita algo, que les ayude a enfocar su vida o verla de forma más reflexiva. Y esa es mi meta. ¿Que vienen más cosas?, ¡ojalá!, si por mi fuera que me den el Princesa de Asturias (se ríe), pero no me pico con este o aquel poeta, no entro en esos juegos… escribo con rutina y constancia. Lo que está para uno, está y lo que no, no. ¿Para qué vamos a calentarnos la cabeza?

¿Qué obra recomiendas para enamorarse de la poesía?

‘Trabajos verticales’, de Isabel Tejada Balsas. Todas sus obras son igual de buenas. Hay que leerse todo lo que tiene.

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