XVII Edición de la Bienal Flamenca de Sevilla

Septiembre Flamenco

«Dos cosas le elevan a uno del suelo en levitación: la llanura castellana y el cante flamenco» Igor Stravinsky

Manuela Carrasco, Carmen Linares, Sara Baras entre otras tantas figuras y artistas actuaran en la Bienal Flamenca de Sevilla referente mundial del flamenco. Tradición y modernidad se dan la mano en esta edición que se abrirá con el espectáculo “Raíces de ébano” con la bailaora trianera Manuela Carrasco inspirada en las heroínas griegas Antígona, Ariadna o Medea que se enfrentaron a poderosos reyes. Rodeada de un elenco de excepción Manuela Carrasco derrochará arte en el Real Alcázar con la colaboración especial de Pansequito, El Pele, Juanito Villar y Enrique “El Extremeño”. Su zapateao sale del centro de la tierra y representa todo el desamparo, la rabia, el coraje, la valentía y el orgullo de muchas mujeres. Su baile es la rebeldía de todas aquellas mujeres que lo único que tenían era la tierra como inspiración, como protección y como amor ha dicho la directora Pepa Gamboa sobre la bailaora.

Más de 70 espectáculos programados con los jardines del Real Alcázar o La Cartuja como escenarios emblemáticos. El Teatro de la Maestranza acogerá a los grandes ballets como la compañía de María Pagés y su espectáculo Utopía o el ballet flamenco de Sara Baras con La Pepa con motivo del bicentenario de la Constitución de 1812. Carmen Linares canta a Miguel Hernández en Oasis Abierto con Tomasito como artista invitado y Eva Yerbabuena estrena Entre el labio y el beso sobre la figura de Agustín Lara.

La bienal apuesta por la cantera. Junto a las grandes figuras el festival incluye en su programación nuevos artistas como Jesús Carmona, Sara Calero o Jesús Méndez que triunfan en los festivales. La Bienal que se celebrará entre los próximos días 3 y 30 de septiembre, homenajeará a Camarón en un espectáculo dirigido por Javier Limón.

Fiebre flamenca

El arte jondo es la manifestación artística que mejor representa el sincretismo de nuestra cultura. Camarón y Paco de Lucía, cante y guitarra renovados supusieron la internalización de un arte que en sus orígenes fue andaluz pero que hoy es patrimonio de toda la humanidad, y que desde Nueva York a Japón tiene innumerables admiradores en todo el mundo. El flamenco es el emblema de un pueblo antiguo y sabio en lo musical como pocos creador de un idioma universal fruto del mestizaje y de la pasión. Los gitanos escondidos en las cuevas del Sacromonte encontraron en Andalucía el lugar perfecto para desarrollar su música, pues esta región disfrutaba de un impresionante auge cultural, artístico y científico, debido a casi ochocientos años de mezcla de la cultura árabe, judía y cristiana. El duende, la expresión más misteriosa y suprema del arte flamenco ha inspirado a los grandes compositores de la música clásica y moderna. “Dos cosas le elevan a uno del suelo en levitación: la llanura castellana y el cante flamenco” decía Igor Stravinsky «El duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar»

Teoría y Juego del duende

Por Federico García Lorca

En toda Andalucía, roca de Jaén y caracola de Cádiz, la gente habla constantemente del duende y lo descubre en cuanto sale con instinto eficaz. Manuel Torres, el hombre de mayor cultura en la sangre que he conocido, dijo, escuchando al propio Falla su Nocturno del Generalife, esta espléndida frase: «Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende». Y no hay verdad más grande.

Estos sonidos negros son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte. Sonidos negros dijo el hombre popular de España y coincidió con Goethe, que hace la definición del duende al hablar de Paganini, diciendo: «Poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica».

Así, pues, el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: «El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies». Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto.

(…)

Para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se sabe que quema la sangre como un tópico de vidrios, que agota, que rechaza toda la dulce geometría aprendida, que rompe los estilos, que hace que Goya, maestro en los grises, en los platas y en los rosas de la mejor pintura inglesa, pinte con las rodillas y los puños con horribles negros de betún. (…)

Todas las artes son capaces de duende, pero donde encuentra más campo, como es natural, es en la música, en la danza y en la poesía hablada, ya que estas necesitan un cuerpo vivo que interprete, porque son formas que nacen y mueren de modo perpetuo y alzan sus contornos sobre un presente exacto.

En España (como en los pueblos de Oriente, donde la danza es expresión religiosa) tiene el duende un campo sin límites sobre los cuerpos de las bailarinas de Cádiz, elogiadas por Marcial, sobre los pechos de los que cantan, elogiados por Juvenal, y en toda la liturgia de los toros, auténtico drama religioso donde, de la misma manera que en la misa, se adore y se sacrifica a un Dios.

Parece como si todo el duende del mundo clásico se agolpara en esta fiesta perfecta, exponente de la cultura y de la gran sensibilidad de un pueblo que descubre en el hombre sus mejores iras, sus mejores bilis y su mejor llanto. Ni en el baile español ni en los toros se divierte nadie; el duende se encarga de hacer sufrir por medio del drama, sobre formas vivas, y prepara las escaleras para una evasión de la realidad que circunda.

El duende opera sobre el cuerpo de la bailarina como el aire sobre la arena. Convierte con mágico poder una muchacha en paralítica de la luna, o llena de rubores adolescentes a un viejo roto que pide limosna por las tiendas de vino, da con una cabellera olor de puerto nocturno, y en todo momento opera sobre los brazos con expresiones que son madres de la danza de todos los tiempos.

Cada arte tiene, como es natural, un duende de modo y forma distinta, pero todos unen raíces en un punto de donde manan los sonidos negros de Manuel Torres, materia última y fondo común incontrolable y estremecido de leño, son, tela y vocablo.

Sonidos negros detrás de los cuales están ya en tierna intimidad los volcanes, las hormigas, los céfiros y la gran noche apretándose la cintura con la Vía láctea.

Deja una respuesta