Nueva derrota electoral de Zapatero

Segundo aviso

Hace apenas tres meses fue Galicia. Ahora han sido las elecciones europeas. Es el segundo aviso consecutivo que los electores mandan a Zapatero. El crédito polí­tico de un consumado experto en el arte de la simulación se agota. Los reveses electorales consecutivos del 1 de marzo y el 7 de junio así­ parecen confirmarlo. No es que el PP de Rajoy avance espectacularmente hacia el gobierno -como lo hizo el de Aznar en los 90-, sino que el PSOE de Zapatero se hunde lenta pero inexorablemente ante el desistimiento de sus votantes.

Más de 700.000 votos erdidos en relación a las anteriores europeas y más de un 5% en porcentaje de voto con respecto a las generales de hace poco más de un año. Podrán buscarse todos los argumentos y excusas que se quiera para justificarlo, pero no se puede negar la hemorragia electoral que representan. El gobierno dice que los resultados no han hecho más que verificar el principio de que las europeas son una ocasión para castigar al partido del Gobierno. Se trata, en todo caso, de un principio muy relativo, puesto que los datos indican que en Francia, Alemania o Italia ha ocurrido exactamente lo contrario. Quien ha salido vapuleada ha sido la oposición. Sin más ideas ni programa que tratar de asustar nuevamente al electorado con la imagen de un PP de derecha extrema, esta vez la jugada no le ha salido a Zapatero. En dos de sus principales bastiones electorales, Cataluña y Andalucía, la abstención ha ganado por goleada. En las otras dos comunidades más revelantes demográfica y económicamente, Madrid y Valencia, el PP amplía todavía más su ya estratosférica ventaja. Los efectos de la crisis y la nefasta gestión que desde los intereses de la mayoría está haciendo el gobierno de ella continúan pasándole una gravosa factura a Zapatero. Ni toda la propaganda del mundo sobre el Plan E ni el recurso propagandístico al “cambio de modelo de productivo” que Zapatero ha empezado a manejar en el último mes, pueden ocultar a los ojos de sus propios votantes que mientras la banca se lleva 240.000 millones de euros de dinero público que el gobierno tiene a bien concederle, entre el pueblo trabajador el paro avanza desbocado hacia los 5 millones mientras las organizaciones sociales se ven desbordadas ante el aumento de las familias necesitadas de ayuda para poder atender a cuestiones tan básicas como el comer o dormir bajo techo. Si hace 3 meses Galicia fue el primer aviso de la factura que los votantes empezaban a pasarle, los resultados de ayer domingo son un segundo aviso que indica que esta tendencia se acelera a medida que las consecuencias sociales de la crisis económica se agudizan. Y ya se sabe que el tercer aviso es el último. Zapatero tiene tiempo antes de la próxima cita electoral de carácter nacional –las municipales y autonómicas de 2011–, pero dependiendo de la evolución de la crisis económica aún está por verse si llega entero a ella. El PP de Rajoy, por su parte, sale reforzado del 7-J. La victoria clara, aunque no contundente, va a permitir seguramente a Rajoy deshacerse momentáneamente de la oposición interna y del acoso externo de los casos de corrupción. No está nada claro que estas dos victorias consecutivas le hayan puesto en el disparadero para alcanzar La Moncloa, pero sí al menos le proporcionan tiempo y capacidad de maniobra para consolidar su eternamente cuestionado liderazgo y diseñar una estrategia de alianzas –no sólo con otras fuerzas políticas, sino también sociales y de clase– con la que lanzarse a la conquista del gobierno sin tener que esperar necesariamente al lejano 2012. UPyD, el partido de Rosa Díez, pese a que algunos medios le achaquen haber fracasado en su objetivo de convertirse en la tercera fuerza política nacional y pese a las evidentes lagunas de un programa del que había desaparecido cualquier referencia a la crisis económica, emerge nuevamente como una de las grandes fuerzas triunfadoras. Haber aumentado en un 50% sus votos con respecto a las pasadas elecciones generales –a pesar de un incremento de la abstención superior en un 30%– pone de manifiesto no sólo su consolidación política, sino su capacidad de arrastre sobre importantes sectores del electorado desencantados (o hartos, para ser más precisos) de los dos grandes partidos. Si en las generales del pasado año, el grueso de sus votantes parecieron venir de las filas del PP, en esta ocasión todo apunta a que lo han hecho del PSOE. Además, haberse convertido en la tercera fuerza política en 37 capitales de provincia indica con claridad que su crecimiento es generalizado. Izquierda Unida, con la nueva línea de Cayo Lara y el PCE al frente, detiene la caída libre en que se hallaba inmersa. Pese a haber perdido 60.000 votantes –casi un 10% de electores– respecto a las anteriores europeas, políticamente el mantenimiento de los dos eurodiputados es un contrapunto al descalabro parlamentario en que se había convertido cada cita electoral con Llamazares al frente de la coalición. Sin embargo, su incapacidad para atraer nuevos votantes, especialmente de los desafectos del PSOE, en medio de una crisis de una gravedad sin precedentes señala unos límites preocupantes. Finalmente, las fuerzas nacionalistas que han hecho siempre de la Europa de los Pueblos el espejo y modelo en que inspirarse, mantienen los mismos resultados que hace 5 años. El trasvase del BNG de una coalición nacionalista –la de Convergencia y el PNV– a otra –la encabezada por ERC– no parece haber tenido prácticamente ningún efecto. Si en general las fuerzas nacionalistas se han visto afectadas por el fuerte viento popular por la unidad de España que barrió el país en las dos últimas citas electorales, en el caso del BNG sus efectos parecen haber sido el de haberlo desarbolado y hacerlo navegar a la deriva.

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