Francia, uno de los países fundadores de la Unión Europea , podría estar encabezando un «peligroso viraje», según el diario Le Monde. La tendencia al proteccionismo, al «nacionalismo económico», a cerrar los mercados y sobreproteger en tiempos de crisis a la industria nacional es una tendencia latente. Pero Sarkozy ha destapado la caja de los truenos al anunciar un plan de rescate para la industria del automóvil, uno de los pilares de la economía gala. El requisito para que las industrias reciban las ayudas del Eliseo es que no cierren ni una sola planta en suelo francés; o dicho de otra manera: que si han de destruir capital sobrante y cerrar fábricas, que lo hagan con las factorías diseminadas por la Unión Europea.
La industria del automóvil francesa –y la de todo el mundo- tendrá que cerrar una buena arte de sus fábricas. Sus capacidades productivas –de acuerdo a las necesidades de revalorización del capital- están muy por encima de la demanda. En Europa –dice Le Monde- sobran 20 fábricas de automóviles, que dan trabajo a 120.000 trabajadores (casi 800.000 si contamos la industria auxiliar). La medida de Sarkozy –vincular los 6.000 millones de euros de ayudas a que Renault o Citröen no cierren en Francia- ha puesto en pié de guerra a algunos países que tienen en su suelo factorías de estas compañías, como la República Checa, Eslovaquia y Rumanía. El presidente checo Topolanek, que ostenta la presidencia de turno de la UE, acusó ayer al francés de vulnerar las sacrosantas reglas del mercado interno:"Tenemos que darnos cuenta de que cada Estado miembro tiene diferentes enfoques para resolver este asunto. Unos piden más proteccionismo y otros un estricto cumplimiento de las reglas. Yo estoy entre los últimos". No ha sido el único. La poderosa Federación de la Industria Alemana (BDI) se mostró “alarmada al extremo por el plan de ayudas públicas que acaba de ser adoptado, y por las condiciones ofrecidas a la industria automovilística francesa (…) Una política de subvenciones en provecho de los constructores nacionales conduce a distorsionar la competencia que no debemos autorizar en Europa”, y anunció que respaldará todas las acciones del gobierno alemán en contra de las medidas de Sarkozy o de Suecia, también en esa dirección.Las burguesías monopolistas europeas no sólo protestan por el cierre de fábricas de multinacionales extranjeras en propio suelo, lo cual mataría a la industria auxiliar y añadiría decenas de miles de nombres a las listas del paro. En la memoria están los aranceles Smott-Hawley de 1930 que condujeron al colapso del comercio mundial. El anuncio reciente por parte de las autoridades de EEUU de la recomendación de “comprar americano” puso los pelos de punta a los monopolios europeos y fue retirada por Obama. Tampoco las grandes empresas norteamericanas pueden permitirse que se declare una guerra comercial y se les cierre el mercado europeo.La realidad del capitalismo monopolista es que tanto la producción como la distribución de mercancías se hace a escala mundial. El proteccionismo –imprescindible en las primeras etapas para fortalecer el nacimiento del capitalismo- es anatema para los monopolios de las principales potencias. Pero he aquí que esta tendencia se manifiesta como inevitable según la crisis se ahonda y se agrava. La competencia cada vez más despiadada entre las burguesías monopolistas, y la tendencia “al repliegue nacional, de cada uno para sí mismo” esta llevando a que en el seno de la UE –que hace unos años parecía caminar de la mano del proyecto bávaro de la “Europa de los Pueblos” y de la Constitución Europea por la vía férrea de la unificación obligatoria bajo la égida franco-alemana- a fuertes tendencias centrífugas y disgregadoras.Pero claro, aquellos eran otros tiempos, donde se trataba de repartir los beneficios de la explotación. Ahora hay que distribuir las pérdidas. Y para que las tenga el otro y no uno mismo hay que hacerlo por las malas.