Música

Scott H. Biram le robó la cartera al diablo.

Un tejano loco con barba de toda una vida se aferra a un micro que parece tener más de tres décadas de historia. Una perenne gorra verde se aferra a la testa de este leñador del infierno fronterizo, carne de barra de bar de carretera, siempre de mala muerte. Del estuche de su guitarra cuelgan varias fotos en las que se le puede ver portando una escopeta y abrazado a los amigotes de toda la vida, satisfechos por haber dado caza a una buena pieza. Una mueca en la que embizca los ojos y amenaza al público, suelta un para de ásperas brabuconadas y comienza a golpear un bombo que tiene en su pie derecho: los alaridos son de los condenados que bailan en las puertas del infierno. Es Scott H. Biram.

Acaba de lanzar su tercer disco, “Something’s wrong / Lost Forever”, y el día que el diablo acudió al cruce de caminos ara cerrar el trato, Scott lo asaltó y le robó la cartera. Así suena su música. La llaman country punk, pero la impostura no dura demasiado tiempo. Fiel hasta mimetizar cualquier foto de los años 20, en la que un grupo de mineros norteamericanos posan luciendo el polvo, las barbas y los agujeros de las botas, Scott H. Biram es el mejor representante actual del country con mala leche, la borrachera perpetua, la resaca segura, la bronca por un codazo… y una pequeña casa en el lago. Le gusta considerarse un hombre-orquesta porque eso es lo que sigue siendo y así empezó. Con su Gibson del 59 y un bombo marcando con rabia, Scott siempre graba con viejos micros, desgañitando la armónica y rasgando una voz que, solo de vez en cuando, se pliega a las texturas más suaves de las baladas countries. A principios de este año estuvo de gira por Europa, pero en los próximos meses no piensa salir de EEUU y, siempre que los compromisos se lo permitan, de Tejas. Canadá es un destino demasiado ajeno y lejano. Por eso su música no deja indiferente. Country en esencia, se define con riffs que parecen escupitajos de tabaco de mascar o carreras al volante de un enorme camión. Música de carretera y un hammond que se cuela cuando Scott parece que se ha roto la voz. Sufrió un grave accidente… dos. Primero le atropelló un camión y después resbaló partiéndose la pierna en la que más clavos le habían puesto. Más ingredientes para odiar al diablo. Con el Delta Blues como arma, la capella de corte irlandés, y el folck eléctrico como armas, Scott ha de perseguirlo hasta los mismos confines del infierno. Nadie puede escaparse, si lo escucha. El sábado pasado actuó en el House of Rock de Corpus Christi, en Texas; las fotografías suenan, hay que verlas – www.scottbiram.com – Editado con Bloodshot Records.

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