Saturno devorando al cine

La nuevas plataformas de cine en la red están cambiando el sector agresivamente. Los productores reclaman ayuda para proteger la industria.

La Federación de Asociación de Productores Audiovisuales de España (FAPAE) ha hecho sonar la alarma contra las plataformas de cine on line. En un comunicado, su presidente Ramón Colom, ha llamado a la formación de un órgano que regule sus prácticas.

Colom denuncia, en concreto, a Netflix, que actúa secuestrando las cintas para que no puedan estrenarse. Paralelamente hemos conocido que el Festival de Cannes no aceptará, a partir de la próxima edición, ninguna película que no venga con el compromiso de estrenarse en los cines franceses, en alusión directa a la práctica de Netflix de llevar una película a un festival que luego no va a proporcionar beneficios al país ni a su industria.

El propio Colom habla de los vanos intentos por su parte de comprar una cinta adquirida por Netflix, que no ha sido estrenada en ningún cine, ni parece que lo vaya a ser. A esta situación se le añade la opacidad en los datos. De esta manera no se puede saber si se ven las películas, ni cuánta gente las ve, ni en qué países.

El presidente de la FAPE convocó recientemente una rueda de prensa para presentar los datos del último Anuario del Cine español, en la que aprovechó para advertir e que son todos los vendedores europeos los que se quejan de los procedimientos de Netflix.

Los productores españoles insisten desde hace tiempo en que se obligue de alguna manera a estas plataformas que emiten en España a invertir un porcentaje de sus ingresos generados en cine, series y televisión, como pasa con las televisiones.

Según se defiende desde FAPAE, no se puede esperar que el sector se autorregule, algo que, por los resultados hasta ahora, no puede esperarse en ningún sector monopolizado. Por eso, Colom reclama la formación de un órgano en el que “se reúnan las partes mirándonos cara a cara”.

El presidente de los productores asegura que “en 2020 no habrá cine en los centros de las ciudades, ya no en los pueblos, donde ya no hay bancos. Ese es mi miedo, que no haya cines en los centros de las ciudades, así que no reniego de las plataformas porque me temo que están llamadas a ser el lugar para ver cine».

Siempre las «majors» norteamericanas

De esta manera se pone de manifiesto la pugna entre dos modelos de negocio totalmente diferente. Algo que hemos podido ver en otros sectores, como el editorial o el musical. De nuevo la misma historia se repite, el mismo guión pero con diferentes protagonistas.

Al final, sin duda, los perjudicados van a ser los profesionales y el arte mismo, determinado por los criterios estéticos que las grandes plataformas valoran que deben incluir sus producciones para que sean éxitos. Tras este enfrentamiento aparece un nuevo proceso de monopolización, en este caso de la producción y distribución del cine. Proceso que además está, en España, determinado por una segunda contradicción, el cuello de botella, la asfixia que las «majors» norteamericanas someten al cine español.«La iniciativa privada es impensable por asfixia»

Es algo normal que nuevos sectores más dinámicos de la industria actúen con agresividad monopolista y audacia. Hablamos, lógicamente, de la norteamericana, pese al acelerón de países como China, Brasil, Sudáfrica, Nigeria o India, en la competencia con Hollywood. Pero igual de normal es, por desgracia, que países como Francia respondan con una política de Estado para proteger su industria y a los sectores productivos del sector, y que sin embargo, España se prepare para lanzar a los caballos a uno de los principales motores de la cultura.

En España, solo una empresa como Peugeot Citroën España recibe más subvenciones que todo el cine español. Las ayudas que recibe la construcción en nuestro país equivalen a 100 años de ayudas al cine español. Países como Reino Unido, Francia o Alemania multiplican por mucho las ayudas que se dan en España. Teniendo en cuenta además que las subvenciones no suponen ni el 4% de la producción audiovisual.

Dos caminos

Ante una ofensiva como la actual, en la que las nuevas plataformas avanzan devorando al los tradicionales modelos de negocio como Saturno a sus hijos, solo hay dos herramientas con las que el cine puede defenderse. Una es un proyecto que convierta a nuestro cine en una potente industria con capacidad para competir con las grandes majors norteamericanas aprovechando las potencialidades que nos proporciona un mercado de 500 millones de hispanohablantes. Y la otra es la protección del Estado contra los abusos monopolistas. El órgano regulador que pide el presidente de FAPAE, Ramón Colom, puede ser un buen comienzo. «No se puede esperar que el sector se autorregule»

A todo esto habría que añadir el aspecto de la independencia. Al igual que pasa en el mundo de la música, aunque los costes del proceso son incomparables, hay todo un mundo en la red que se abre para los productores y cineastas independientes. En estas páginas hemos visto muchos ejemplos, como el del atrevido Iker Azkoitia. Pero al final, si hablamos de los grandes números, de la competencia a escala nacional y de una política de Estado, es necesaria una política de defensa de la soberanía nacional frente a las imposiciones de los grandes buques insignias del capital norteamericano, y un sistema legislativo antimonopolista que permita, al menos, un grado de competencia con margen para que florezca una rica gama de iniciativas privadas que, hoy en día, son impensables por auténtica asfixia.

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