Batiscafo

Santos y Uribe no son el Doctor Jekyll y Mí­ster Hyde.

La interesante inquietud que han tratado de resolver muchos analistas del comortamiento humano, incluso desde antes de que Robert Louis Stevenson hubiese escrito la extraordinaria obra literaria corresponde al eterno dilema de si es posible separar los aspectos perversos de los virtuosos en una misma persona. En la obra del formidable escritor inglés, el Doctor Jekyll, un apacible y bondadoso científico lo intentó por medio de una pócima, que al ser ingerida lo transformaba en un pervertido y misterioso personaje, a que bautizó Edward Hyde.En el caso de la obra de Stevenson, había lucha entre las dos personalidades, pero tenían un asunto que no permitía que se desligaran, o que uno prevaleciera sobre el otro: eran la misma persona, y solamente podían vivir o morir juntos.A raíz de los cambios cosméticos surtidos en la Casa de Nariño con el advenimiento del gobierno de Juan Manuel Santos, a este último lo han tratado de convertir en un dechado de virtudes, poco menos que un Doctor Jekyll, mientras que a su mentor y predecesor, Álvaro Uribe, lo representan, eso sí hay que reconocerlo, con toda razón, como el Míster Hyde que es.Qué tanto de cierto hay en ello, es lo que la vida se ha ido encargando de desvelar. Las propuestas legislativas de Santos, con algún maquillaje bien publicitado, tienen toda la perfidia del más puro uribismo.Para muestra un solo botón: la propuesta de reforma constitucional que eleva a derecho fundamental la llamada “sostenibilidad fiscal”. Ésta solo pudo haber sido concebida en una mente enfermizamente adepta al capital financiero, al tiempo que siniestramente contraria al interés de los sectores populares. Reducir el déficit fiscal, mediante norma constitucional, y dándole categoría de derecho fundamental colectivo, tiene como fin último apuntalar el valor de los bonos de deuda pública, cuyos principales tenedores son los monopolios financieros.Y para ello no importa si en el lance se llevan de calle la posibilidad de que los colombianos reclamen los derechos fundamentales a la salud y a la vida mediante las acciones de tutela. Seguramente así sucederá pues todo parece indicar que lograrán su aprobación después de los ocho debates reglamentarios, con la palanca de la repartija burocrática de la “unidad nacional”, en la que los más entusiastas, de manera paradójica, son aquellos que no le hubieran aprobado nada parecido a Uribe, pero están dispuestos a mucho más con Santos.Quienes en el futuro tengan necesidad de recurrir a la tutela para recabar el cumplimiento de los derechos mencionados y de otros catalogados como fundamentales en la Constitución, tendrán que superar el escollo de un derecho “fundamental de todos los colombianos” que será la sostenibilidad fiscal. Es decir, tendrán derechos en la medida que haya dinero en las arcas del gobierno. El crimen perfecto: negación de los derechos del pueblo en favor del capital financiero, con el aplauso y complicidad de toda la coalición de gobierno, e invocando una figura convertida por arte de magia en “derecho” y de ñapa “fundamental”.Queda además claro que la adopción de la norma responde a una exigencia del Banco Mundial, que bajo el gobierno del Míster Hyde – Uribe, no hubiesen legitimado los magistrados de la Corte Constitucional, que habían insistido en la prevalencia de los derechos a la salud de los ciudadanos sobre la salud de las finanzas gubernamentales.Por esa razón, disociar de manera virtual a Uribe de Santos, además de servir de taparrabos a los antiuribistas que se oponían a Uribe pero no al contenido de sus políticas, y de esta forma justificar de manera tramposa su aquelarre burocrático denominado “unidad nacional”, se convierte también en un engaño a la opinión a la que se le quieren vender mercancías con sello de Henry Jekyll, pero de la hechura de Edward Hyde.

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