20 años de misiones militares españoles en el extranjero

Sangre derramada… ¿al servicio de quién?

Con el asesinato del cabo Cristo Cabello, cuya vida fue segada por la explosión de una mina colocada por los talibanes, son ya 88 los soldados españoles que han encontrado la muerte en Afganistán. Un tributo de sangre que está provocando, incluso en EEUU, una oposición cada vez mayor a la intervención militar en el paí­s asiático.

Todos los velos que encubrían el auténtico carácter de la guerra de Afganistán se están descorriendo or la fuerza de los hechos.Ya no es posible defender, como se empeña en hacer Zapatero, que esta es una “misión de paz” avalada por la legalidad internacional. Nadie puede negar que en Afganistán se está dirimiendo una guerra cada vez más cruenta, y la población afgana sólo puede percibir a las tropas extranjeras como un ejército de ocupación empeñado en defender sus derechos de conquista aún a costa de perpetrar periódicas matanzas de civiles.Ya no es posible afirmar que las tropas extranjeras sólo se encuentran en Afganistán para “implantar la democracia” frente al fundamentalismo talibán.El bochornoso espectáculo del fraude masivo ejecutado en las recientes elecciones -amparado por las tropas norteamericanas- para asegurar la victoria de Karzai, el hombre de Washington en el país, es suficientemente revelador.¿Entonces para qué estamos allí? ¿Para qué están muriendo nuestros soldados? ¿Al servicio de quién?Por una vez, Zapatero ha hablado claro al afirmar que los objetivos y los plazos de la misión militar en Afganistán los fija únicamente la OTAn y EEUU.Ellos disponen, y nosotros ponemos la sangre.Aunque se empeñen en diferenciar Irak de Afganistán, la única razón de la operación militar en país centroasiático es la de ensanchar los dominios del imperio, garantizando el dominio norteamericano en uno de los puntos estratégicos de Asia Central, un decisivo teatro de operaciones colindante con dos de las principales amenazas al orden estadounidense, China y Rusia.Aunque la guerra se disfrace bajo el Nobel de la Paz concedido a Obama, guerra es.Pero Zapatero parece dispuesto a concederle a Obama lo que antes parecía inadmisible concederle a Bush.El gobierno español no sólo ha accedido a incrementar el número de tropas españolas en Afganistán -hasta 1.500 efectivos- comprometiendo su presencia nada menos que por un periodo de cinco años.También ha ofrecido 200 soldados más para la misión del Líbano, a sumar a los 1.100 que ya tenemos desplegados en la base Miguel de Cervantes de Marjayún.La misión militar en el Líbano cumple el papel de apagafuegos del brutal incendio provocado por Washington cuando, en un empeño por limitar la influencia de Irán en la zona, permitió la invasión israelí del país, sorprendentemente repelida por Hezbola.Resulta sarcástico que el día de la fiesta nacional se rinda homenaje, en el paseo militar, a las misiones militares del ejército español en el extranjero, que cumplen ahora veinte años.Porque la inmensa mayoría de esas misiones internacionales nada tienen que ver con los intereses nacionales, y sí con la participación en aventuras imperiales.No contento con esto, Zapatero ha ofrecido a Obama la prórroga del convenio bilateral, que permitirá la continuidad de las bases norteamericanas de Rota y Morón, auténtica afrenta nacional e ignominioso símbolo de la sumisión al imperio.Los lazos de dependencia -con la que Zapatero, una vez llegado Obama a la presidencia, parece estar encantado- nos obligan a cargar con el trabajo sucio del imperio, cifrado en la muerte de soldados españoles.El imperio luego, como pago a los “servicios prestados”, intenta por todos los medios descargar la factura de la crisis sobre las provincias dependientes.El retorno de todos los soldados españoles en Afganistán empieza a ser ya una exigencia unánime. Y el establecimiento de una política exterior propia, no sometida a las exigencias norteamericanas -o de los principales países de la UE- es algo más que una necesidad nacional.

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