La visita de Barack Obama a Cuba ha sido presentada por los grandes medios como una gira triunfal y ‘evangelizadora’, donde el presidente norteamericano «ha llevado la antorcha de la libertad y los derechos humanos a la isla». Más allá del tono cordial y diplomático, ¿qué lectura hay que hacer del giro que supone la visita de Obama a Cuba?. ¿Es fruto de una audaz política exterior o la certificación del fracaso de un cerco de 56 años contra la isla? ¿Se propone abrir Washington promover la democracia y la libertad en Cuba? ¿Es el inicio de una nueva política «no intervencionista» para la isla y América Latina?.
¿Guantánamo defendiendo los derechos humanos?Tras el deshielo de las relaciones -iniciada a finales de 2014 por el encuentro en la Cumbre de las Américas entre Obama y Raúl Castro- y el anuncio en julio del giro de 180º de la política de la Casa Blanca hacia Cuba -anunciada en una escueta nota de prensa: «EEUU termina con un enfoque obsoleto a Cuba seguido durante décadas porque falló en avanzar nuestros intereses nacionales»- la visita del presidente norteamericano ha estado llena de espectación, tanto en la isla como en EEUU. “Los cubanos se encomiendan a San Obama”; “Obama defiende la democracia ante la plana mayor del régimen cubano”; “Un presidente estadounidense formulando, en el corazón de La Habana, una defensa razonada de la democracia liberal”. Tales han sido algunos de los titulares que los principales medios de comunicación occidentales -desde los norteamericanos a los españoles- le han dedicado a la visita de Obama a la isla. «El dirigente de la principal fuente de opresión y guerra del planeta defendiendo la democracia y la libertad ¿eso es lo que quieren que pensemos?»
El dirigente de la principal fuente de opresión y guerra del planeta defendiendo la democracia y la libertad ¿eso es lo que quieren que pensemos?. ¿Es que en el único trozo de la isla que controla EEUU -la base naval de Guantánamo- es un ejemplo de respeto a los derechos humanos? ¿o quedará en los libros de historia como un pozo negro de torturas, violaciones y vejaciones contra los prisioneros del Imperio, como un “limbo legal de la Declaración de Ginebra” que ni siquiera el inquilino de la Casa Blanca ha sido capaz de desmantelar en 8 años de mandato, a pesar de que fué una de sus promesas estrellas cuando el ‘Yes We Can’?. ¿Es que los países de América Latina bajo la éjida de Washington son un ejemplo de democracia, libertades y derechos humanos? ¿Cual de ellos lo es más? ¿La Colombia de Uribe, el México del PRI o el Chile de Pinochet?.
El tono cordial, amable y simpático de Obama en la Habana no debe servir para que olvidemos los 56 años de agresiones, intentos de invasión, terrorismo, sabotajes, cerco económico, financiero y comercial que ha sufrido duramente el pueblo cubano, con sufrimiento físico y miles de muertos. Una guerra de desgaste que ga generado unas pérdidas de 117 mil millones de dólares a la economía cubana a lo largo de seis décadas. Ni una palabra de esto ha salido de la boca del presidente norteamericano, ni tampoco una fecha para el fin del bloqueo, que sigue existiendo. Ni cómo va a reponer el daño inflingido.
Claro está que el régimen cubano también es responsable de oprimir a su propio pueblo. Una cosa es la vigilancia contra la intervención norteamericana y sus agentes, y otra distinta es reprimir las críticas y opiniones disidentes -normales, inevitables y provechosas- que surgen entre las masas. Pero es el pueblo cubano -y nadie más- el que debe ajustarle cuentas a esto. Desde nuestro más firme apoyo a la soberanía y la independencia nacional de Cuba y nuestro más profundo deseo de que tracen con éxito su propio camino revolucionario, cerramos filas con cualquier forma de injerencia hegemonista sobre la isla. Sea en forma abierta, con mercenarios en Bahía de Cochinos o bloqueos criminales… o ‘sutil, sonriente y amable’ como la del flamante ‘Premio Nobel de la Paz’.
¿Gira triunfal del emperador o certificación del fracaso del bloqueo?Al igual que en el levantamiento de las sanciones contra Irán, el giro de 180º de la política estadounidense hacia la isla no es un signo de fortaleza, sino de debilidad. No es un éxito, sino la certificación de un fracaso. «Todos los esfuerzos para aislar a Cuba, a pesar de las buenas intenciones, han tenido el efecto contrario», dijo el mismo Obama en julio. La potencia más poderosa del mundo se ha visto obligado a abandonar su cerco y aislamiento contra una nación caribeña que le ha aguantado el pulso durante casi seis décadas.Dos factores han sido decisivos en la derrota de la política de bloqueo y en el giro diametral que se ha visto obligado a tomar Obama. Primero, la lucha antiimperialista de los pueblos latinoamericanos -en primer lugar la del pueblo cubano, pero tras él, la del frente antihegemonista en todo el Continente hispano- que han creado una correlación de fuerzas adversa para Washington en lo que antaño fue su patio trasero. Segundo, el acusado declive de la superpotencia, acelerado tras los fracasos de la linea Bush y luego de la propia línea Obama. Dos líneas muy distintas en la cabeza del Imperio, pero que se han mostrado igualmente incapaces de frenar la decadencia estadounidense.
¿El inicio de una “política no intervencionista” en Cuba?Que Washington haya tenido que abandonar el aislamiento y el cero contra Cuba no significa en absoluto que haya renunciado a intervenir en la isla ni a intentar derribar su régimen. “El punto de vista de EEUU”, dice el periodista de investigación norteamericano Peter Kornbluh, coautor del libro ‘Diplomacia encubierta con Cuba’, “es el siguiente: crearemos puentes culturales, económicos, políticos entre ambas sociedades. Y por estos puentes cruzará la enorme influencia del sistema estadounidense”.No es sólo Cuba. El hegemonismo está readaptando su ‘modus operandi’ en toda America Latina. Fruto de su declive, de su necesidad cada vez más imperiosa de desviar sus recursos al área de Asia-Pacífico para enfrentarse a la emergencia china, y de una correlación de fuerzas adversa en Latinoamérica, EEUU necesita recurrir a erosionar a los gobiernos hostiles o independientes a su dominio mediante la estrategia de los ‘golpes blandos’: la utilización conjunta de los medios de comunicación, organizaciones ‘de masas’ y aparatos institucionales. Todo ello presentado como movimientos populares y democráticos de oposición. Washington necesita crear las condiciones -todavía muy débiles- para poder erosionar y derribar al régimen castrista. Aprovechando el deshielo de las relaciones para utilizar los medios de comunicación (internet, redes sociales, etc…) y a la oposición cubana para dotarse de una base de masas para poder incidir. Otra cosa muy distinta es que lo consiga.