La candidatura "De Verdad contra la crisis" y las otras propuestas de la izquierda

¿Salir de la crisis sin echar cuentas?

Decí­a Mao Tse Tung que el idealismo y la metafí­sica son las cosas más fáciles del mundo, porque permiten a la gente que disparate a gusto, sin basarse en la realidad objetiva ni someterse a la prueba de ésta. Algo así­ ocurre con algunos de los programas que, en nombre de la izquierda, se presentan en estas elecciones europeas como alternativa para salir de la crisis.

Se da or supuesto que un programa como el que nuestro partido presenta a las elecciones europeas, basado en 10 medidas contra la crisis y para acabar con el paro mediante la redistribución de rentas y salarios, ahorro e inversión y 5 medidas políticas para ampliar la democracia y asegurar las condiciones de vida y trabajo de la mayoría, es el que se corresponde con una política y un pensamiento de izquierdas. Sin embargo, basta con compararlo con los programas de fuerzas que se presentan a sí mismas como representantes de la izquierda “tradicional” (Izquierda Unida) o de la “nueva” izquierda (Izquierda Anticapitalista) para comprobar que la realidad es bien distinta. ¿Cual es la sustancia de lo que ofrecen en sus programas y alternativas ambas fuerzas? ¿Qué tipo de pensamiento de izquierdas es el que representan? Aunque en gran medida, y a pesar de sus aparentes discrepancias radicales, unos y otros, Izquierda Unida e Izquierda Anticapitalista, comparten más pensamiento del que creen, dado lo distinto de sus planteamientos trataremos a ambos de una manera diferenciada, centrándonos en esta primera entrega en el programa del nuevo partido, la Izquierda Anticapitalista, que aspira a conectar con los nuevos movimientos sociales desarrollados tras la caída del Muro de Berlín y el auge de la globalización. Dejando para próximos días un análisis más detallado del programa y la alternativa de Izquierda Unida.Crisis y números Lo primero que llama la atención de su programa –y en esto ambas organizaciones vuelven a coincidir– es la ausencia absoluta de números, la falta total de cuentas en unos programas que, esa es al menos su intención, están dirigidos a levantar una alternativa a la crisis, acabar con el paro y mejorar las condiciones de vida y trabajo de la mayoría. ¿Cómo es esto posible? O, mejor dicho, ¿es posible esto? Es decir, ¿se puede aspirar a tener un programa y una alternativa creíbles sin echar cuentas, sin estudiar objetivamente de dónde pueden y deben salir los recursos materiales necesarios para hacer frente a la crisis desde los intereses de la mayoría? Sí, aunque a cualquier persona medianamente sensata le parezca imposible, sí se puede. Desde un determinado tipo de pensamiento que ha dominado durante muchas décadas en la izquierda mundial y todavía hoy sigue coleando entre los restos del naufragio. Un pensamiento cuya máxima expresión fue la Unión Soviética desde mediados de los años 50. Un Estado socialista transformado en una superpotencia que buscó durante décadas la hegemonía mundial, reforzando y ampliando permanentemente sus estructuras y su poder político y militar mientras su base económica se iba debilitando y era cada vez más depauperada. En su programa de dominio mundial, la burguesía burocrática soviética tampoco “echó cuentas” de lo que necesitaba para cumplirlo. Y acabó final –y felizmente– desintegrada en el cúmulo de contradicciones antagónicas desatadas por lo ambicioso de su programa y la falta de recursos necesarios para llevarlo a cabo. Salvando las distancias, algo similar es lo que ocurre hoy en gran parte del pensamiento dominante en la izquierda. Sus propuestas, programas y alternativas suelen ser, por lo general, muy ambiciosos, extremadamente ambiciosos. Tanto que llegan a proponer, como en el caso de Izquierda Anticapitalista, la “socialización de la riqueza y de los bienes comunes” como alternativa ante la crisis. Pero, ¿cómo se come eso? Y, sobre todo, ¿cuánto cuesta? ¿Cómo piensan hacerlo ustedes? ¿De dónde sacarán los recursos necesarios para ello? ¿A través de qué transformaciones y a qué coste?Herencias del capitalismo burocrático Porque, en definitiva, todo el problema que diferencia a un programa de izquierdas es una primera línea de demarcación básica, sin la cual todo lo demás está confundido y extraviado. ¿De qué estamos hablando? ¿De una política de creación de riqueza, única base desde la que es posible proceder a su redistribución? ¿O de una política heredera de los presupuestos del capitalismo burocrático de la URSS de reparto de la miseria? Y esta línea de demarcación básica aparece ante cualquier punto que nos planteemos. Por ejemplo, ante la cuestión del paro. ¿Cómo hay que enfrentarse a él? ¿Creando puestos de trabajo improductivos y subvencionados? Esto, como dice la sabiduría popular, no es más que pan para hoy y hambre para mañana. Es decir, consumir hoy los recursos de mañana. Y mañana, como ocurrió en la URSS en la década de los 80, repartir la miseria porque los recursos que habían se han consumido en actividades improductivas y no se han generado nuevas fuentes de creación de riqueza. Exactamente igual que ocurre, por poner otro ejemplo, con la tan manoseada consigna del reparto del empleo y la jornada de 35 horas, manteniendo el mismo salario. Uno de los puntos “estrella” del programa de Izquierda Anticapitalista. ¿Pero alguien cree de verdad que la inmensa mayoría de pequeñas y medianas empresas, que forman el 90% del tejido productivo del país, pueden aplicar una medida de ese tipo sin verse abocadas inmediatamente a la quiebra y el cierre, dejando a millones de trabajadores en el paro? ¿Se han tomado la molestia de echar cuentas de lo que puede llegar a significar, para el país y para los trabajadores esta medida? Detrás de una medida aparentemente destinada a satisfacer las necesidades de los trabajadores, lo que se encierra en realidad es, en sus consecuencias, un ataque frontal a sus intereses. Podríamos seguir poniendo ejemplos sobre esto, pero para muestra basta con estos dos. Que encierran un único y mismo problema: quién diga que tiene una alternativa para salir de la crisis sin echar una sola cuenta, sin presentar un sólo número, o miente o no sabe de lo que está hablando.

Deja una respuesta