No es grande la acera de la que les voy a hablar. Cuatro locales en apenas 29 pasos, puertas y un trajín de personas voluntarias que van y vienen. El día es largo y con muchas cajas. Las dos primeras persianas arriba, sin mucho ruido. Aún no son las 8 de la mañana. El taller mecánico, de cierre por jubilación a abierto por solidaridad. El largo pasillo que une el restaurante La Cantina con el local de los comunistas de UCE se asoma también a esa acera de 29 pasos.
Las primeras cajas con material y carros de supermercado, orillados a los árboles de la calle. A la espera, junto a los palés y carteles de “qué necesitamos hoy”. En varios colores, como los envíos marcados que llenan una pequeña pizarra. Ayer 15 puntos con ayuda distribuida en localidades afectadas por la DANA. Mañana serán 25 envíos. Van 4 semanas: cada día más manos, nuevas manos, mejoran el trabajo. Crecen las ojeras, la complicidad y las ganas. Sólo verás sonrisas. Nadie llega aquí por equivocación. Pisas la calle Literato Azorín, estás en el Centro de Voluntarios La Cantina.
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¿Qué hace falta hoy?
En dos horas, la terraza de bar más transitada y rodeada del barrio ya ha visto desfilar vecinas y grupos de voluntarios sin parar. ¿Qué necesitas? Todos se mueven con algo en la mano. ¿A qué pueblo vais hoy a limpiar, qué más podemos cargar para los afectados? Las furgonetas y coches cargan y descargan. A las 10 abre el Ubik, sus ventanales escoltados por pilas de cajas dejan ver la librería. En sus mesas, se mezclará el café y los descansos con reuniones de voluntarios. De Valencia, de toda España de varios países, como el famoso trío de socorristas italianos llegado desde Verona. Todo junto, en las coordenadas de 29 pasos.
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En el taller de Jesús y Amparo se recoge y embala: comida, productos de limpieza e higiene, herramientas. Todo se clasifica. Al detalle, se aseguran uno a uno los tapones de la lejía y se cambia de turno sin dejar de mover cajas. Material de todo tipo. Lo trae el barrio. Fotografían el cartel de necesidades y vuelven con algo. Compran y donan abuelas, familias con niños, mucha juventud, estudiantes extranjeros, turistas de todo el mundo y vecinos de toda la vida. A goteo, de la mañana a la tarde. Todo entra para salir, para llegar a las zonas afectadas. Como si el barrio funcionase con un combustible secreto. Todos conocen la consigna: la gente es lo primero.
Los voluntarios de La Cantina y el barrio de Ruzafa se vuelcan en apoyo a la Horta Sur afectada por la Dana.
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Puentes al otro lado del río
Toda Valencia tiene alguien al otro lado del río. Ruzafa es uno de los barrios más próximos a la zona cero y al famoso “puente de la solidaridad”. Por el Centro de Voluntarios La Cantina han pasado más de 2.000 personas distintas en la primera quincena. Es un barrio popular, de gente trabajadora que se ha volcado en ayudar desde el día uno a toda la Horta Sur. A limpiar, recoger material, cocinar y enviar todo lo disponible. Todo lo demás son opiniones. Cada tarde, a las 20hs, hay reunión abierta con propuestas y resumen diario que se comparte en un chat con más de 700 voluntarios en activo.
Día número 27. Centros de fisioterapia y veterinarias, bares e inmobiliarias, estudios, escuelas de danza, las fallas, restaurantes en pleno. Han cedido espacios, tiempo y esfuerzo. Una red de apoyo tejida con una única norma: “no aceptamos ni un euro”. Es el último domingo de noviembre y hay un Horno-panadería junto al centro de voluntarios. Allí puedes pagar una barra para enviar al día siguiente a la zona cero. En su estreno llegaron 165 barras. Dicen que no sólo de pan vive el hombre. Y es verdad. Hay que amasar la solidaridad con brío, con las manos, hombro con hombro, con fuerza, con cansancio, contra el olvido.
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Fogones contra el lodo
Hay que ir. Ese empeño explica que desde la primera semana lleguen, día tras día tras día, hasta dos mil raciones de comida caliente y bocadillos a las localidades más afectadas. Cuando era casi imposible circular o caminar en los pueblos, en el primer paisaje de guerra y jornadas de limpieza. Con carreteras cortadas o anegadas de barro y maquinaria, entre riadas de voluntarios. Que la gente afectada y los voluntarios coman caliente. Cada día, coche a coche, pueblo a pueblo, entre rotondas y muchos atascos. Tres en cada coche. Nadie va sólo. Volante y al menos un copiloto. Hay que parar, bajarse y hablar. Uniformes de todos los colores en la entrada al pueblo, rostros de puro nervio y esfuerzo. Gritos: sigan no paren, no se puede entrar. ¡Llevamos comida caliente! Carteles en los cristales del coche identificando la “Ayuda humanitaria”. Las raciones entre el maletero y los asientos. Y la comida llega, un día y otro. En una ocasión cargada en brazos, con más voluntarios porque de la rotonda no pasas. Otro de los mediodías con la policía abriéndote camino, y entonces es la anécdota más celebrada del día.
Todo llega para salir a las zonas afectadas. Todo el barrio conoce la consigna: la gente es lo primero.
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Cocina de retaguardia
La comida no cae del cielo. A primera vista, esa pegatina de color en la frente parece un guiño espiritual. Pero no, las tropas de cocina organizan por colores sus secciones: punto azul o verde para profesionales de cocina y experiencia en hostelería, el amarillo para manipuladores de alimentos… Se han juntado en varios locales de restauración de Ruzafa y no paran. Un ritmo frenético de labores y encargos que se distinguen de un vistazo para optimizar el espacio de trabajo.
Muchos apuran sus horas libres antes de abrir el negocio, o son voluntarios de cocina, otros han cerrado para dar un empujón a la ayuda y aguantan semanas enteras. Sin todas esas manos sería imposible. Del fondo del pasillo a la calle, se mueven los carros y van saliendo a voces. ¡Los bocadillos de La Torre, la raciones de Paiporta! Así hacia 11 localidades. De la cuchara de palo en cocina, hasta las manos que cargan su pala contra el barro.
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Cómo vaya yo y lo encuentre…
Nunca, nadie ha visto un pasillo así. A lo largo del “pasillo de enfermería” con una anchura de menos de dos metros se extiende, clasificado de forma clara y minuciosa el material más necesario para el trabajo y protección de voluntarios. Desde la puerta hay azadas, palas, rastrillos, todo tipo de escobas, palos y herramientas para limpiar. Guantes y mascarillas de toda condición. Botas clasificadas por talla, calzado y trajes de trabajo, gafas protectoras, EPIS, linternas y pilas, botiquines familiares, mesas de etiquetado, control de acceso y zona de medicamentos… El mando en plaza de las voluntarias Lola, Paca y Carmen, junto a muchas más.
Es la milla de oro del voluntariado, el pasillo que ha servido a cientos de voluntarios para equiparse antes de ir al barro y del que se han surtido muchas familias afectadas. Ordenado con esmero para librar el paso permanente hacia la zona de comida y cocina, la salida de raciones o material, el almacén improvisado de limpiadoras de agua a presión y bombas de achique en préstamo, o para seguir actualizando el inventario de material. Un pasillo plagado de orden, la arteria principal junto a la acera de los 29 pasos. Mil veces transitado y mil veces más ordenado para ayudar en 14 pueblos distintos.
Faltos de medios, sobrados de fuerza y solidaridad.
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La flota estelar
Difícil de explicar, cómo consigue un grupo de voluntarios enviar casi 500 furgonetas desde su barrio. A rebosar de material o comida, hasta 27 localidades durante 3 semanas continuadas. Añadan los 5 trailers de ayuda recibidos, descargarlos y distribuir el contenido. Llenando y vaciando locales, pasillos, talleres… A base de kilómetros, listados de carga y un sinfín de brazos con cajas, llamadas, mensajes y ubicaciones de descarga. Faltos de medios, sobrados de solidaridad y atrevimiento. Con 50 furgonetas a turnos y 21 coches.
El fin de semana llega el pico de envíos conseguidos. Hace una semana fueron 31 viajes de furgoneta el sábado y 12 más la mañana del domingo. Tan fácil de explicar como admirable: al volante van “currelas” que pasan la semana trabajando al volante, autónomos o por cuenta ajena, y el fin de semana echan el resto como voluntarios. Como siempre, se entrega en puntos de distribución contactados previamente. En ellos, el vecindario afectado organiza la distribución directa. A pie de calle y desde el primer día.
El sábado de la cuarta semana, se concentran por la mañana la mayoría de vehículos: desde Ruzafa al polígono de Bétera, una nave repleta de palés con mucha comida y más material. La primera furgoneta llega a las 10:30 a cargar. Las última salen antes de las dos del mediodía, han acabado su turno repartiendo prensa y llevan despiertos desde las 3 de la mañana. En un total de 17 viajes, varias van y vienen, descargan y vuelven a repetir. Como un reloj de precisión. Varias siguen a la tarde. Como siempre, la gente lo mejor.
«No quiero / que mis muertos descansen en paz / tienen la obligación / de estar presentes», Stella Díaz Varín.
Una del Barrio dice:
Me parece de maravilla, porque así hacéis algo y os entretenéis, y de paso al moverse no tenéis frío ….
Un abrazo !
Leonor María Yepes García dice:
Multiplicar los panes y los peces. Cadenas humanas de una treintena de metros que cargan y descargan.
Los voluntarios de La Cantina en Rezafa espejo y ejemplo en la respuesta a la devastadora DANA.