Frente a la pandemia mundial por el Covid-19, el gobierno británico de Boris Johnson ha decidido no tomar medidas drásticas que puedan impactar en la economía inglesa, y dejar que la curva de los contagios siga su curso. Su plan consiste en que un gran porcentaje de los británicos adquiera la enfermedad de forma natural, «quedando inmunizada para una potencial segunda oleada de la epidemia en el otoño o invierno próximos». Una estrategia extremadamente temeraria y que podría suponer cientos de miles de víctimas mortales para Gran Bretaña.
Tomar las drásticas medidas necesarias para detener al Covid-19 en Reino Unido -que aún está a tiempo de contener la enfermedad, con cerca de 1.400 infectados y una treintena de fallecidos- implica costes que Londres no quiere asumir. Solución, un laissez faire sanitario, deja que la población se contagie y que se autoinmunice.
“Nuestro objetivo es reducir el pico de la epidemia, aplanar la curva, no eliminarla por completo”, insiste el asesor científico jefe de Boris Johnson, Patrick Vallance. “La inmensa mayoría de los contagiados sufrirá trastornos leves, y de ese modo conseguiremos construir cierta inmunidad de grupo para que más y más gente sea resistente a la enfermedad y reduzcamos el número de contagios”, explicaba a la BBC.
Todo reducido a una gelida decisión de costes y beneficios. Al de un cálculo de interés escueto, de dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Por un lado los costes económicos, por otro lado los sociales, sanitarios y humanos.
Nadie lo ha dejado más claro que el profesor Roy Anderson, del Imperial College de Londres. «La primera regla epidemiológica es que cuanto más pronta sea la intervención, tanto mejor. Del otro lado de la balanza se halla el impacto económico. Los gobiernos no pueden al mismo tiempo minimizar la tasa de mortalidad y el golpe a la economía, han de elegir”.
El gobierno británico de Boris Johnson no ha dudado en elegir su lado del fiel. «Muchos vamos a perder en las próximas semanas y meses a nuestros seres queridos”. No es nada personal, solo son negocios.
Reino Unido evitará tomar la vía china para detener la epidemia, un modelo que se ha revelado exitoso, que ha aplaudido la OMS y los epidemiólogos de todo el mundo, y que están comenzando a aplicar -aunque con una demora que saldrá cara- los gobiernos de Italia o España. El político que ha hecho gala del Brexit ha decidido dar un nuevo salto al vacío y demostrar que Gran Bretaña, también en esto, es independiente y tampoco sigue las modas del continente.
Hasta 8 millones de hospitalizados y medio millón de víctimas
Una estrategia que significa poner en peligro extremo (y tal vez sacrificar) a los elementos más vulnerables de la sociedad, los mayores y quienes tienen enfermedades crónicas, y que ha recibido durísimas críticas de la oposición, de la comunidad científica británica y de un sector de la prensa.
Sobre todo después de que el diario ‘The Guardian’ ha filtrado un documento oficial secreto del organismo responsable de la sanidad pública en Inglaterra, la Public Health England (PHE). En él se señala que la estrategia trazada por el gobierno de Johnson puede conducir a un desastre sanitario, con un alto coste de vidas humanas que supere el medio millón de víctimas.
De acuerdo con el informe del PHE, «hasta el 80% de la población se espera que resulte infectada con Covid-19 en los próximos 12 meses y hasta el 15% (7.9 millones de personas) necesiten hospitalización». ‘The Guardian’ cita a un responsable de la sanidad pública (NHS) que está involucrado en los preparativos de la expansión del virus, el cual calcula que, con ese 80% de la población infectada, morirían el 1% de los británicos: 531.000 personas en todo Reino Unido.
La contestación oficial a esta alarma no ha podido ser más criminalmente flemática. Chris Whitty, director médico del gobierno, rebajaba el porcentaje de futuros fallecidos a un 0,6%… “solo” 318.600 ciudadanos, una cifra que sigue siendo comparable a la de un conflicto bélico.
Richard Horton, director de la prestigiosa revista científica The Lancet, ha urgido a Johnson a adoptar urgentemente el tipo de medidas de aislamiento implementadas en China, Corea, Italia o España, y lo ha acusado de estar jugando a la ruleta rusa con la salud y la vida de la gente. «Lo que está pasando en Italia es muy real, y nuestro Gobierno no nos está preparando para esa realidad. Necesitamos medidas firmes e inmediatas de aislamiento social y órdenes de cierre. Y preparar cuanto antes a nuestro servicio público de salud”.
Forzar, degradar… y desmantelar el NHS
La estrategia de Boris Johnson no solo puede costar la vida y la salud a millones de británicos, sino que puede producir una saturación fatal en un NHS (Sistema Nacional de Salud pública, por sus siglas en inglés), que lleva años recibiendo todo tipo de recortes y ajustes presupuestarios, algo que ha mpeorado sensiblemente su calidad o que ha alargado las listas de espera.
Degradar hasta el extremo la sanidad pública británica -una institución altamente valorada por la ciudadanía, en especial por las clases trabajadoras y por los votantes progresistas- es una premisa imprescindible para convencer a la opinión pública de la necesidad de desmantelarla, venderla o externalizarla «a trozos» a los capitales privados.
Los rumores de que esto es lo que pretende el gobierno de Boris Johnson no son nuevos. En la reciente campaña electoral británica, el líder de la oposición laborista hizo público un documento confidencial de 451 páginas donde se planteaba que, una vez consumado el Brexit, el Gobierno conservador plantea poner en venta el Sistema Nacional de Salud pública, poniéndoselo en bandeja a los grandes capitales de EEUU.
El documento revelaba las intenciones de Theresa May, para llegar con la Casa Blanca a un acuerdo de libre comercio (TLC) entre EEUU y Reino Unido. Un TLC en el que los negociadores de la Casa Blanca ya demandaban «acceso total» a todos los sectores de la economía de las islas, incluyendo la sanidad pública.
Los planes sobre cómo gestionar la crisis del coronavirus en Reino Unido no pueden entenderse al margen de estas maniobras entre Downing Street y el Despacho Oval para degradar, desmantelar y privatizar la sanidad pública británica en beneficio de los grandes capitales norteamericanos.
anarkoÑ dice:
Pues mira que en Cataluña, con SEAT dejando fuera de la empresa a miles de trabajadores de un plumazo, mientras Torra le pasa la pelota a Sánchez, que detenta ahora el mando. La administración central puede impedir la ofensiva contra los trabajadores: ¿o ya conocían estas consecuencias «no» previstas? Y para Pablito, lo fundamental es «no recortar en lo público»: es decir, que el Tinglado no ahorrará costes en sí mismo ni en desproteger de todo apoyo a todas las empresas que no pueden afrontar el detenimiento de actividad y al mismo tiempo seguir empleando a sus trabajadores. Menos fundaciones ideológicas izquierdosas y, con el ahorro de burocracia-paraestado, crear una reserva presupuestaria para las empresas con problemas. Pero estos arquitectos de la matriz elefantiásica «pública» no están para new deals ni para planes: están para hacerlo todo colapsar y, con el ahorro, redireccionar la inversión pública hacia su propio mundo matrix identitario ahora en el Poder. Despertad los españolitos.
Eduardo Madroñal dice:
Estando de acuerdo con mi homónimo, el problema es que la clase dominante genera sociopatas para que les representen políticamente y engañen a sectores populares. Cambiar eso es parte importante de la larga lucha revolucionaria, porque la ideología de la clase dominante es la ideología dominante en la sociedad. Hacen falta dos patas, construir un fuerte partido revolucionario y un masivo frente amplio. En el siglo XX y ahora en el siglo XXI.
Eduardo dice:
Esta es la trememta rewponsabilidad de. los electores al votar. Colocar en la Presidencia autenticos psicopatas analfabetos
Comenzamos. en. el. siglo xx y seguimos igual en el xxl.