El Observatorio

Revolutionary Road o por la calle de la amargura

Es lógico que ahora que se vislumbra, no como mera hipótesis sino como probabilidad cercana, la «decadencia» de Estados Unidos, ese verdadero termómetro de la situación americana que ha sido y sigue siendo Hollywood se afane en indagar la génesis y las causas -no meramente actuales y visibles, sino también las más profundas y ocultas- de esa crisis y de ese declive. Es lo que, a su manera, consciente o inconscientemente, va a buscar «Revolutionary Road», a la que bien podrí­a llamarse también, en román paladino, «por la calle de la amargura», por el verdadero calvario que narra: la historia de cómo comienza a disolverse como un azucarillo la «gran familia americana».

Puede arecer un tópico, o incluso una visión “conservadora”, a rastras de las formulaciones más pedestres de la derecha religiosa y del ala más reaccionaria del partido republicano, pero lo que en boca de éstos es un mero latiguillo formal, banal y electoral (no hay prácticamente líder republicano que no acabe su carrera política por un escándalo de adulterio), en la visión de algunos de los mejores escritores y cineastas de EEUU “suena” de otra manera.Estamos en los años 50. EEUU ha salido de la gravísima crisis provocada por el “crack del 29” y la “Gran Depresión” merced a su victoria en una devastadora guerra mundial y se encuentra en la cima de su poderío. Económica, política y militarmente es el Imperio más poderoso que ha existido en la historia. Su capacidad de producción es tal que por primera vez es posible que millones y millones de personas, y no sólo unos pocos, tengan acceso a prácticamente todos los bienes: casa, coche, electromésticos, vacaciones…: es la nueva “sociedad de consumo”. Sectores sociales que no habían conocido –en sus familias– otra realidad que “trabajar duro” para salir adelante, pueden plantearse otras opciones. Pero la base material de toda esa “prosperidad” es un sistema de pesadilla: inmensas corporaciones en las que cada empleado en un simple tornillo más de una maquinaria gigantesca y anónima. Y las ilusiones de “otra vida” son meras fantasías que suelen chocar contra muros irrebasables, dando pie a resentimientos, amarguras y saltos al vacío.Es 1955 y Frank y April Wheeler forman aparentemente un típico matrimonio de clase media americana. Él es un prototipo del hombre corriente, trabaja en la misma corporación en que trabajó su padre y aunque lo que hace no le gusta ni satisface se resigna a él porque tiene que cumplir con su deber: mantener a su familia. April, en cambio, tiene otras aspiraciones: fracasó en su intento de ser actriz, pero no se resigna a vivir una vida de madre y ama de casa.Cuando la familia –ya con dos niños– se traslada a Revolutionary Road, un suburbio de Conneticut, y parece estar a punto de cumplir el “sueño americano” (la casita independiente con jardín, etc., etc.), lo que se desencadena, por el contrario, es un resquebrajamiento completo del vínculo matrimonial, envuelto ya en un círculo vicioso de discusiones, riñas amargas, recriminaciones, infidelidades y una mutua sensación de vidas vacías, sin sentido y sin salida.Cuando todo está a punto de venirse abajo, April idea una “solución” para salir de aquel atolladero que los está embruteciendo y aniquilando: dejarlo todo y huir a París. Salir de aquella cárcel que los aprisiona y echar a volar. Convence a un dubitativo Frank (en cuya cabeza quedó grabado, desde la guerra, el mito de París) de que esa es la única salida posible, no sólo para salvar su matrimonio, sino lo que es más importante, para darles sentido de nuevo a sus vidas y para que cada uno (sobre todo él, Frank) llegue a saber “de verdad” qué quiere hacer realmente con su vida. Aunque en realidad lo que late en el fondo de esa “fantasía” es otra cosa: April necesita huir como sea de una vida que está en las antípodas de la que ella soñó, y de aquella que cree que le corresponde vivir, como la persona “especial” que cree ser. En el fondo, desprecia a Frank y tampoco aprecia demasiado a sus hijos, que la han condenado a vivir esa vida frustrante. Pero a la vez carece del talento y de la capacidad para ser otra cosa, de dotarse de otra vida. Víctima de una realidad que la angustia y la oprime, cuando todo el proyecto de “fuga” se va al traste, reacciona intentando destruir todo lo que tiene a su alrededor y aniquilándose a sí misma.Basada en una novela explosiva del escritor norteamericano Richard Yates (publicada en 1961) y en un gran guión de Charles Leavitt, la película está desprovista de gran parte del mordiente original debido a la perspectiva que le introduce el “oportunista” Sam Mendes, a quien los imperativos de la “corrección política” le llevan casi a tirar por la borda una narración que encierra verdadera dinamita.

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