Selección de prensa internacional

Revoluciones victoriosas

La prensa iberoamericana ha empezado esta semana a analizar en profundidad el alcance de la contundente victoria de Correa en Ecuador. Si hace unos dí­as señalábamos cómo su triunfo fortalecí­a el ala más radical y consecuente de la izquierda antihegemonista de Iberoamérica, nuevos análisis aparecidos estos dí­as en Argentina y México añaden argumentos a esta tesis.

En Argentina, el ortal electrónico más visitado del continente, Argenpress, suma el triunfo de Correa a la reciente ratificación de Evo Morales en Bolivia y al triunfo del sí a la reelección de Chaves en Venezuela para señalar que son “tres victorias muy significativas pues se trata de los procesos más radicales, es decir, que van a la raíz de los problemas”. Sus triunfos electorales ratifican su legitimidad, por si cabía alguna duda, y certifican el fracaso de una oposición que ha recurrido desde las intentonas de golpes de Estado, hasta “la intervención de los arrogantes diplomáticos del mundo rico o las ONG´s de oscuros antecedentes y clarísimos vínculos con el imperialismo, que exigen plena libertad para su piratería, siempre bien dotadas de fondos millonarios”. Argenpress llama la atención sobre un hecho al que otorga una importancia particular. “La derrota sin paliativos del poder de los medios de comunicación, instrumento poderosísimo y monopolio de las elites del capital”. Lo que, dice, demuestra y pone en valor el trabajo de contacto directo con la población, un medio a través del cual la izquierda ha conseguido compensar su enorme desventaja en este campo, que en el caso de Iberoamérica es abrumadora, con un trabajo “puerta a puerta”, integrándose a través de sindicatos, asociaciones vecinales y organizaciones de masas con la mayoría de la población. Una práctica que retoma el “viejo estilo de trabajo político del contacto directo con los problemas de las clases trabajadoras”, consiguiendo así “romper la manipulación mediática y neutralizar una de las armas más poderosas” de las oligarquías y el imperialismo norteamericano. Por su parte, en México, La Jornada valora también cómo el triunfo de Correa se une a los de Bolivia y Argentina en una misma y triple dirección: la del cambio social, el rescate de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos y la unidad e integración regional. Los tres procesos revolucionarios coinciden también en surgir de grandes movilizaciones de masas, que actuando “dentro, o en los márgenes, de la legalidad liberal oligárquica, lograron hacerse gobierno y desde allí iniciar radicales procesos constituyentes”. Este camino, abierto por Chaves en Venezuela, es lo que les ha permitido a los tres países redactar y sancionar democráticamente, con una gran participación popular, “nuevas y avanzadas constituciones con postulados auténticamente revolucionarios, que constituyen la base de una nueva legalidad antioligárquica, antiimperialista y anticapitalista”. Destaca por último el diario mexicano, cómo los tres procesos revolucionarios han adquirido una sorprendente capacidad para recuperar el poder político, así como “su eficacia en la demolición de las viejas estructuras, instituciones e ideas en que se parapeta la contrarrevolución, a la vez que derrotan sus feroces campañas mediáticas y desmantelan sus planes subversivos”. Argentina. Argenpress VICTORIAS Tres victorias contundentes marcan rumbos nuevos al proceso político en el continente americano: el si a la reelección en Venezuela, la ratificación de Morales y el reciente triunfo de Rafael Correa en Ecuador. Son tres victorias muy significativas pues se trata de los procesos más radicales (es decir, que van a la raíz de los problemas), con márgenes que no permiten abrigar dudas sobre su legitimidad y dan un respaldo popular suficiente para caracterizarlos como expresiones de auténtica democracia. Por supuesto, la derecha nacional y foránea hace todo lo posible por introducir dudas, sin sustentar en nada sólido sus ataques. Los calificativos de “dictador”, “populista”, “irresponsable” o –más grave aún- “amigo del narcotráfico o la guerrilla” con los cuales se ataca a Morales, Correa o Chávez carecen por completo de fundamento, son simple propaganda negra y reciben su mejor mentís en las urnas. Que los repitan los grandes medios de comunicación no les otorgan credibilidad alguna; más bien al contrario. Se acrecienta entonces la legitimidad de estas revoluciones, si es que cabía duda alguna al respecto. La oposición ha desplegado plenamente el conocido manual del golpe de estado pero ha fracasado estruendosamente. Inútiles han sido los asesores extranjeros enviados en apoyo de las elites locales, inútil la intervención de los arrogantes diplomáticos del mundo rico o las ONG´s de oscuros antecedentes y clarísimos vínculos con el imperialismo, que exigen plena libertad para su piratería, siempre bien dotadas de fondos millonarios. El resultado de estos tres eventos electorales no solo valida lo hecho hasta ahora sino que impone la tarea de profundizar esos procesos y demuestra los límites del poder de las burguesías criollas y sus aliados extranjeros. De particular importancia resulta la derrota sin paliativos del poder de los medios de comunicación, instrumento poderosísimo y monopolio de las elites del capital. Demostrando el valor del contacto con la población, la izquierda compensa su enorme desventaja en este campo con un trabajo directo, puerta a puerta, fundiéndose con la población en sindicatos, asociaciones, vecindarios y veredas. Retornando al viejo estilo de trabajo político del contacto directo con los problemas de las clases trabajadoras se consigue romper la manipulación mediática y neutralizar una de las armas más poderosas. Ni siquiera el púlpito –el instrumento más tradicional de la alienación masiva-, desde el que la Iglesia Católica ha amenazado con un verdadero Apocalipsis si el voto ciudadano se decanta por la izquierda ha conseguido torcer el designio popular. Toda una lección para los partidos y organizaciones progresistas que tantas veces menosprecian el llamado “trabajo de masas” y lo apuestan todo a la supuesta imbatibilidad de los medios de comunicación o reducen su trabajo a la simple actividad parlamentaria. La nueva administración estadounidense enfrenta sin duda nuevo y viejos desafíos, indecisa frente a estas victorias del nacionalismo revolucionario en el continente. Sus estrategas tendrán que decidirse entre un ejercicio de sensatez eliminando o al menos moderando la hostilidad hacia la izquierda latinoamericana o por el contrario profundizando los planes de “erradicar” estos focos de “desestabilización” en el área. En efecto, pueden hacer buenas las declaraciones solemnes de la reciente Cumbre de las Américas y comenzar unas relaciones de respeto y mutuo beneficio o al menos desistir temporalmente de los planes de derrocamiento de los gobiernos que considera “hostiles a Washington”. Pero lo más probable es que sin llegar tan lejos, adopten una política de “palo y zanahoria” que es precisamente lo que hacen en este momento con Cuba. De un lado prometer aliviar el bloqueo a la isla; de otro hacer exigencias inaceptables si es que el país desea conservar el ejercicio de su soberanía. En realidad, Cuba no tendría que hacer nada en absoluto para que Estados Unidos abandone su política agresiva. Corresponde exclusivamente a Washington corregir una conducta diplomática inaceptable y condenada de forma reiterada por la Asamblea General de Naciones Unidas, año tras año y ya casi por dos décadas. Pero por ahora, y al menos formalmente, las expresiones más groseras de intervención no parecen estar a la orden del día. Sin embargo, el margen de acción de Obama es muy limitado pues el motivo por el cual Cuba “es un problema” es el mismo con los demás países: Estados Unidos no puede soportar el mal ejemplo de revoluciones en un área que siempre ha considerado suya. Ayer, porque competía con la Unión Soviética; hoy, porque nuevos actores mundiales aparecen desalojando a las empresas occidentales hasta hace poco amas indiscutibles en la región. En efecto, China y de nuevo Rusia, además de India y otras potencias emergentes como Irán hacen presencia en la zona y eso significa tener que compartir mercados y materias primas y en el peor de los casos tener que actuar de forma muy agresiva intentando colocar en el lugar de los actuales gobernantes populares a los mismos tiranos tropicales o presidentes títeres que tradicionalmente gobiernan según los dictados de Washington. Además, las recientes victoria de la izquierda afianzan a los llamados “radicales” mientras los “moderados” no parecen pasar por sus mejores momentos. En Chile es posible la pérdida del gobierno a manos de la ultraderecha pinochetista (ahora convenientemente civilizada). Tampoco presenta la misma pujanza de sus comienzos el gobierno de Tabaré Vázquez en Uruguay, tan amigo de la moderación, tan temeroso de tocar los intereses de los terratenientes o de molestar al FMI y las multinacionales. Brasil por su parte, muy lejos de la radicalidad, se convierte en foco de preocupación para Washington por otros motivos: cada día es más evidente su papel como potencia media que también compite por mercados y materias primas si bien sus sectores claves están muy comprometidos con el gran capital internacional. De todas maneras también hay en Brasil intereses nacionales de peso que desequilibran aún más la construcción ideal de los arquitectos del sueño imperialista de una “América para los americanos” (del norte, se entiende). En Argentina tampoco auguran nada bueno las muchas dudas del peronismo progresista y sus debilidades frente a la gran burguesía agraria que somete cada día al gobierno a chantajes y presiones desestabilizadoras. En síntesis, que la población favorece a quien se decide por los cambios y arriesga con valentía mientras abandona a quienes se arrugan frente al desafío. Washington debería aplicar aquí la misma filosofía del Plan Baker para las guerras en Asia, o sea, reconocer su derrota parcial y aprestarse a negociaciones sensatas confiando en un futuro más prometedor para sus intereses. No solo ha fracasado el acoso infame contra Cuba; también ha sido un fiasco el cerco y aniquilamiento contra los procesos reformistas. Pero aún así, la dinámica infernal de los intereses del gran capital puede terminar imponiendo las peores alternativas, es decir la guerra y la intervención. Una opción ésta que es la misma para las elites locales, inmersas en la confusión que traen consigo las derrotas contundentes y abocadas a cambiar de lenguaje y tácticas en espera de mejores oportunidades o persistir en la línea dura de la confrontación, del sabotaje y la guerra psicológica, subvirtiendo el orden democrático. Unos y otros, criollos e imperialistas, presas de una dinámica que escapa a su control podrían estar cometiendo el error del mal jugador que según el refrán oriental entre más pierde más juega y entre más juega más pierde, y así hasta perderlo todo. ARGENPRESS. 29-4-2009 México. La Jornada TRES ESCENARIOS DEL CAMBIO SOCIAL SUDAMERICANO Ángel Guerra Cabrera La aplastante victoria de Rafael Correa y de las fuerzas populares de su país en las elecciones generales del domingo pasado proporciona un enorme estímulo al ascenso y consolidación de los procesos revolucionarios constituyentes en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Estos pueblos de vigorosas raíces indígenas o africanas, liberados por la espada de Bolívar, cuyo legado veneran, son hoy, en la América austral, las tres principales fuentes inspiradoras del cambio social, el rescate de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos y la unidad e integración regional. Venezuela, Bolivia y Ecuador realizan una valiosísima contribución teórica y práctica a la transformación radical de las repúblicas oligárquicas enseñoreadas en el siglo XIX en América Latina, criticadas a fondo por José Martí, quien advirtiera tempranamente su incidencia en la división de los pueblos de nuestra América y como facilitadoras del expansionismo del naciente imperialismo estadunidense. No es casual que Chávez, Evo y Correa se cuenten entre las voces más lúcidas y dignas que, junto a la del veterano revolucionario Daniel Ortega, se alzaran en Puerto España en irrestricta solidaridad con Cuba, en contra del capitalismo y en defensa de la soberanía de América Latina y el Caribe. En trance de profundos cambios desde abajo por la rica diversidad cultural y popular de sus sociedades, estos tres procesos revolucionarios han surgido de grandes movilizaciones de masas, legales o extralegales, que operando dentro, o en los márgenes, de la legalidad liberal oligárquica, lograron hacerse gobierno y desde allí iniciar radicales procesos constituyentes. Esto les permitió elaborar y aprobar, con gran participación popular, nuevas y avanzadas constituciones con postulados auténticamente revolucionarios, que constituyen la base de una nueva legalidad antioligárquica, antimperialista, anticapitalista y de orientación socialista, que les franquea el paso hacia sus objetivos liberadores. En Venezuela (caracazo), Bolivia (guerras del agua y del gas) y Ecuador (derrocamiento insurreccional de presidentes neoliberales) se gestó el parlamentarismo de calle en la misma lucha por desalojar a la oligarquía del gobierno y se ha continuado desarrollando desde aquél, que, llegado el caso, logra el cambio en la correlación en favor de las fuerzas populares. Estas fuerzas actúan eficazmente a la vez dentro del marco legal liberal en retroceso y el revolucionario en ascenso. Maniobran, con tacto e inteligencia, combinando un genuino respeto por las formas democráticas con creativas e ingeniosas formas de lucha, como la reciente huelga de hambre de Evo, que, unida al desbordante apoyo popular, dobló hace días el brazo a la oligarquía. Entre sus aportes fundamentales está la redefinición y reconstitución, ajustada a la realidad latinoamericana, del nuevo sujeto histórico de los cambios sociales en nuestro continente y la creciente construcción de poder popular desde las bases, complemento indispensable del primero. Las generalizaciones corren el riesgo de pasar por alto las particularidades de los procesos. En Bolivia y Ecuador, donde los pueblos indígenas son mayoritarios, ellos han llevado casi siempre el mayor peso de las trasformaciones, antes desde la oposición y luego desde el gobierno, aunque no excluyan la acción destacada de otras fuerzas populares, como el caso de los forajidos en Ecuador. En Venezuela, donde los indígenas son chavistas militantes pero minoritarios, aquel papel les ha correspondido principalmente a otros sectores excluidos o explotados: desempleados, trabajadores, negros y mestizos, militares, amas de casa. Fue allí donde se sentó en 1999 el precedente del pueblo como único poder constituyente. El quebradero de cabeza mayor de estos procesos para las oligarquías y el imperialismo es su sorprendente capacidad para recuperar, mediante audaces proyectos constituyentes con gran apoyo popular, el poder político, económico, cultural y militar que les fuera enajenado por las clases explotadoras nativas y foráneas; su eficacia en la demolición de las viejas estructuras, instituciones e ideas en que se parapeta la contrarrevolución, a la vez que derrotan sus feroces campañas mediáticas y desmantelan sus planes subversivos. (Aldabonazo desde Cuba: Raúl responde a Washington que al agredido y bloqueado no le toca hacer ningún gesto.) LA JORNADA. 30-4-2009

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