Resultado histórico para la izquierda colombiana

Iván Duque, candidato de la derecha uribista y pronorteamericana, ha ganado la segunda vuelta de las elecciones colombianas con un 54% de los votos. Sin embargo, su opositor Gustavo Petro, ha conseguido un resultado histórico para la izquierda colombiana. No solo ha conseguido llegar al balotaje de la segunda vuelta sino que ha cosechado ocho millones de votos, el 41,8%.

Finalmente las urnas han dado la llave del Palacio de Nariño a Iván Duque, con más de 10 millones de votos, el 54%. Se trata del candidato de los círculos más reaccionarios, duros y proyanquis de la derecha colombiana. Duque es el delfín de Álvaro Uribe, el que fuera presidente entre 2002 y 2010, caracterizado por su vinculación carnal no solo con los paramilitares de extrema derecha, sino sobre todo con los halcones de la línea Bush. De la mano de Uribe, los aparatos del Estado colombiano se entregaron a fondo a la estrategia de Washington para América Latina. Todo parece apuntar a que Duque desarrollará similares lazos con la administración Trump.

Han sido unas elecciones con un elevado porcentaje de participación (53%) para lo que viene siendo costumbre en Colombia, un país donde el hastío de las clases populares con las opciones políticas tradicionales -así como la violencia- se han traducido desde 2002 en altas tasas de abstención superiores a la mitad del censo. Esta vez, tanto en la primera como en la segunda vuelta, no ha sido así.

Más factores han alejado estas elecciones de lo que viene siendo «tradicional». Por primera vez en décadas, en la segunda vuelta no concurrían las dos opciones que -con sus diferencias y matices- representaban el bipartidismo conservador-liberal afecto a la oligarquía y a EEUU. Por primera vez concurría al balotaje un candidato, Gustavo Petro, cuyo proyecto político no está patrocinado por Washington y que tenía opciones reales de ganar. En la segunda vuelta, el candidato de Colombia Humana ha sacado más de 8 millones de votos, el 41,8%, un resultado absolutamente inédito para la izquierda colombiana.

En el último año, el uribismo ha recuperado músculo político gracias al patrocinio con los actuales inquilinos de la Casa Blanca, ganando influencia sobre la base de la oposición frontal a los Acuerdos de Paz de La Habana entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC. Uribe y Duque fueron los que encabezaron la campaña por el No a los acuerdos de Paz, opción que acabó imponiéndose por la mínima en el plebiscito de octubre de 2016. Sin embargo, a pesar de que han logrado importantes victorias políticas, el creciente movimiento de oposición desde la izquierda ha logrado que sean limitadas.

Por eso, las primeras palabras de Duque como presidente han estado muy alejadas de la beligerancia verbal que suele mostrar su mentor Uribe. En un mensaje conciliador (ya había ido moderando mucho el tono durante la campaña), Duque ha asegurado que no pretende «hacer trizas» los acuerdos de paz como exigen los sectores más intransigentes de su coalición. Los acuerdos, ha dicho Duque, requieren «correcciones». «Hoy somos todos amigos de construir la paz y debe ser una paz que, ante todo, preserve ese deseo de permitirle a la base guerrillera su desmovilización efectiva», señaló, asegurando que es necesario superar la fractura existente entre amigos y enemigos de la paz porque ese es un anhelo de los colombianos.

Las FARC, ahora como partido político, han emitido un comunicado en el que expresan su su disposición a reunirse con el mandatario electo para exponerle sus puntos de vista sobre los acuerdos de paz. Las FARC se han comprometido a «detener la tentación de los sectores más retardatarios de la política nacional, de profundizar los odios y las diferencias de todo tipo, con el único fin de perpetuar sus privilegios», refiriéndose tanto a los partidarios más beligerantes del uribismo como a sectores minoritarios de la ex-guerrilla que no han aceptado los acuerdos de La Habana y han vuelto a las armas y a la selva.

Gustavo Petro y la izquierda colombiana

El candidato de Colombia Humana, Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá y antiguo guerrillero de la M-19, consiguió un 25% de los votos en la primera vuelta gracias a un un discurso antiestablishment que convenció sobre todo a los jóvenes y a las clases populares. Hace años Petro no disimuló sus simpatías con el frente antihegemonista latinoamericano, y por figuras como Chávez, Lula, Correa o Evo Morales.

Sus primeras palabras después de conocerse los resultados y reconocer la victoria de su rival, han sido para pedir a sus seguidores que permanezcan «permanentemente movilizados»: «recorreremos una y otra vez las plazas públicas y seremos la oposición a este gobierno», «algún día muy pronto, entraremos al palacio de Nariño», ha proclamado.

Lo cierto es que la izquierda en Colombia no había llegado tan lejos en mucho tiempo, logrando meterse en la segunda vuelta y cosechando más de ocho millones de votos. Y lo han hecho contra una intensa campaña del miedo lanzada desde el uribismo y los principales medios de comunicación del país. «Nos ganaron diciendo mentiras: que éramos ateos, que hemos matado a gente, que íbamos a volver a Colombia como Venezuela. Todo eso es mentira», ha dicho el candidato de Colombia Humana.

Sin embargo, aunque la campaña de la derecha ha podido limitar que el 45% de indecisos o abstencionistas de un vuelco en la balanza a favor de Petro, también ha influído la desunión de la izquierda.

El otro gran bloque de la izquierda antihegemonista, Coalición Colombia de Sergio Fajardo -donde se integran fuerzas como el Polo Democrático Alternativo o el MOIR- han mantenido sus recelos hacia Petro y han pedido del voto en blanco en la segunda vuelta. Y aunque la mayoría de los 4,6 millones de votantes de Fajardo en la primera vuelta lo han hecho por Petro en la segunda, si se hubieran sumado ambas masas de votantes podrían haber sumado mecánicamente 9,5 millones de votos de izquierda (un millón y medio más), y quizá más por el efecto llamada.

Si se hubiera dado ese movimiento, quizá hubiera ganado Duque, o quizá no. Nunca lo sabremos. Los intereses de oligárquico-imperialistas de que Colombia no gane autonomía respecto a EEUU son quizá (junto a México), los más férreos de todos los planes de Washington para América Latina. Una Casa Blanca que lleva una política internacional cada vez más agresiva para el continente hispano y que no se ha olvidado ni por un momento de su «patio trasero». Trump tiene como jefe de gabinete a John Kelly, general del cuerpo de Marines especializado en América Latina. EEUU no puede permitirse que Colombia, uno de los países más importantes en el dominio estratégico de Latinoamérica, salga de su órbita de dominio.

Una opción de cambio se ha quedado a las puertas de Nariño: más allá del resultado final de las urnas, éste es un éxito que las fuerzas progresistas colombianas deben valorar y celebrar.

Las distintas fuerzas de la izquierda antihegemonista colombiana tienen ante sí el reto de entenderse y sumar fuerzas. Tienen enfrente a un gobierno Duque que va muy probablemente a alinearse con los halcones de Washington y con la línea Trump. En las manos de los progresistas y revolucionarios colombianos está el que no pueda llevar adelante sus ominosas políticas, y que un día no muy lejano, el Palacio de Nariño cambie de color,

One thought on “Resultado histórico para la izquierda colombiana”

  • COLOMBIA VENCE dice:

    Tal vez, y tras una primera experiencia soberanista de la Patria Grande con fuertes señas de agotamiento, Colombia inicie el nuevo ciclo antiimperialista. Esperemos que no parta de cero en las ideas, pues los seres humanos somos históricos y eso significa que cada ciclo extra no se reproduce jamás en el mismo plano que el anterior, sino en un plano superior de conocimiento y consciencia. El pueblo colombiano sabrá honrar, construyendo un país a la altura de su potencial, a aquellos campesinos, militantes y allegados patrióticos que, defendiendo un partido revolucionario, cayeron víctimas de los paramilitares y sicarios asesinos.

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